The past is a foreign country. They do things differently there.

martes, diciembre 30

Tu cielo


Llegas a tu cielo un viernes por la noche. Es una suerte tener un cielo particular al cual poder llegar sin tener que morir. Ahí todo es paz, una paz verde de día y groseramente estrellada por la noche. Lo único que se escucha es el agua de la fuente o de algún regato (iba a decir que lo único que se escucha es el silencio, pero me pareció poéticamente barato… aunque ciertamente sería acertado) rompiendo la afonía de Couzada. Un trozo de pasado transgredido por el mal gusto del que decide arreglar su vieja casita y remendarla con pedacitos de modernidad que nada pegan con la belleza de la austeridad de la piedra enmohecida. Menos habitantes que tus dedos y tan diferentes unos y otros como los mismos de tus manos. Todos con el pelo blanco, la nostalgia bien agarrada de sus piernas que caminan despacito (porque no ya hay prisa, no hay que llegar a ningún lado, ya están en el cielo), sabiduría del campo que se nota en sus grandes manos… tiernas manos, historias que se pelean entre ellas para salir primero de la garganta (la mayoría en referencia a ti cuando eras pequeño). Cuando hablas, tus palabras se deshacen en vapor para no lastimar el espeso silencio mágico. El frío encuentra su camino a través de tu ropa (su lugar favorito es el dedo gordo del pie) y tus zapatos. Un frío celestial que conserva todo justo como lo viste la última vez. Ese ruido cuando se abre la puerta de aluminio y arrastra el tapete de la entrada, el piso siempre ligeramente húmedo, el olor de la madera, el sonido hueco de tus pasos al subir pisando la alfombra de la escalera… sí, todo sigue ahí. Suspiras aliviado. Corres a la galería, te asomas por la ventana y compruebas que a casa dabaixo sigue de pie, viejita orgullosa vestida de blanco con sus ventanas enmarcadas en café, hundida en una bruma como de cuento. Debe ser magia.
O home do tempo prometió que haría buen tiempo, pero se equivocó. El tiempo no fue bueno, fue maravillosamente inesperado. El cielo nos dio los buenos días con pelusillas blancas flotando suavemente en el ambiente. No esperábamos ver nevar, la verdad es que a pesar de que hacía frío, no hacía tanto como para que nevara. Qué visión más hermosa. Qué mágico. Qué regalazo. Después de desayunar junto a la cocina de leña un Paladín bien caliente y pan con mermelada de moras de la abuela, nos pusimos en marcha rumbo a Currelo, el pueblo donde nació mi abuelo. El cielo se despejó y pudimos contemplar el valle desde las montañas, la típica vista de Couzada (típica para la familia Pérez) pequeñita desde lo alto de A Peneda Grande (típicos piquetes de toxos e xestas para subir a ella). Llegando a Currelo… no puede ser… empezó a nevar otra vez. Nos metimos entre la maleza para llegar a lo que queda de la casa del abuelo. Piedras cubiertas de musgo, completamente verdes; madera que aburrida de no ver a nadie se dejó caer; tejas rotas por el suelo cubierto de maleza (y tejas rotas); ramas que parecen nacer del centro, señalando en todas direcciones; pelusas blancas cayendo; yo tragando belleza a grandes bocados. Cualquier cosa que tocaba para sostenerme se rompía, así que preferí no sostenerme y confiar en que no me caería para no estropearlo todo. Corrimos, jugamos, bailamos, saltamos, reímos, nos congelamos y volvimos a entrar en calor con las historias que contaba mi mamá de cuando subía con las vacas desde Couzada hasta Currelo. Cimentamos sueños harto lindos y demasiado grandes para ser escritos. Lo verde se nos pegó a la ropa y el barro a los zapatos. Con el dedo gordo congelado regresamos al calor de la chimenea, a comer caldo, patatas en cachelos, chorizos y pan de ayer (porque el abuelo siempre esconde el de hoy).
Mi cielo es verde y estrellado, huele a leña y a humedad, suena a agua y a cencerro, definitivamente sabe a castaña, es frío por fuera y calido por dentro, está cubierto de musgo y hundido en el vapor suave de todo lo que se ha dicho. Qué suerte poder regresar una vez más. Qué bendición visitar el cielo y seguir viviendo, sabiendo que de una u otra forma, tarde o temprano volveré.

viernes, diciembre 26

La Princesa Quisquillosa de Macedonia

La bondad de la princesa Quisquillosa es bien conocida desde el viejo hasta el nuevo continente. Se dice que su corazón es tan grande que los pulmones y el hígado son de tamaño más bien reducido para caberle dentro, sutileza que la hace extremadamente sensible a las bebidas espiritosas. Apenas el licor cae en su copa real, la cabeza ya se le va a las nubes, uno de sus lugares favoritos, ya que ahí puede reírse a grandes carcajadas y verlas caer congeladas como copos de nieve vistiendo su reino de un blanco brillante que, a pesar de hacerlos tiritar, pinta una sonrisa en la cara de sus súbditos que va calentando el corazón de unos a otros.
Su gusto por la comida es bastante peculiar. Se hace traer, en un barco de tres mástiles, grandes ovillos de queso fresco desde un reino muy pero muy lejano (Las Indias, dicen los más entendidos), mismos que hace deshilachar por las damas más delicadas de la corte cada mañana para el desayuno. Por la tarde reúne a los más sobresalientes cocineros del palacio para que preparen grandes cantidades de una suculenta mezcolanza de chocolate y avellana que gusta de comer sola con pan de molde sin corteza.
Cada año hace reformas en su palacio ya que nunca está conforme. En la corte se le conoce como el Alcázar Inconcluso de Macedonia, que crece y decrece a voluntad de Quisquillosa según los ciclos lunares, que suelen repercutir lo justo en el temperamento tan delicado de la infanta de Macedonia.

Prometido a unha princesa galega

martes, diciembre 23

Previo a la Noche Buena

Galletas María, mantequilla, azúcar, leche, huevos y chocolate Chaparro. Eso es todo lo que se necesita para hacer el pastel más delicioso del mundo (no es que haya probado todos los pasteles del mundo, pero estoy segura de que ninguno podría entrarme por la boca y antes de caer en la barriga, pasar por el corazón). Justo en este momento se está llevando a cabo la creación de tan suculenta lambonada. Mi mamá y mi abuela tratan de imitar lo mejor posible a mi tía Lolita, la experta familiar en lo que a la tarta de galletas, mientras me reprochan el estar detrás de la computadora sin ayudar. Creo que esto es lo más tradicional en mi familia para la cena navideña. Me atrevería a asegurar que podría faltar el caldo de mariscos, la ensalada de manzana o incluso el mismísimo pavo, pero la tarta de galletas… no sería Navidad sin ella.
Vigo es una ciudad en la costa de Pontevedra, provincia de Galicia, en donde mis abuelos pasan los meses de más frío, porque en el pueblo, Couzada, fai un frío que pela. Esta es la primera vez en mi vida que paso aquí Navidad, y la verdad es que promete ser bastante especial. Sólo estaremos los abuelos, mi mamá, el Bicho, Ales, Manuel y yo… así o más extraño? Para mí es bizarrísimo, pero me ilusiona mucho. Las Navidades solían ser siempre iguales, siempre los mismos, la misma comida, la misma rutina, en el mismo lugar… (no es que me queje, siempre lo pasé bien… sobre todo cuando Vane y yo planeamos el embriague de nuestras madres…) así que esta resulta bastante novedosa y contribuye lo justo para recuperar el espíritu navideño que anduvo despistado todo el año.
Siendo sincera, no siento una gran paz… el amor sí está ahí, lo se, lo siento, pero la paz… esa me cuesta más. Parece como si mi ADN hubiera sufrido alguna extraña mutación que me imposibilitara para disfrutar lo que a la generalidad le resulta disfrutable. Esa maldita sensación de tener que estar siempre en otro sitio… de estarme perdiendo de algo más importante que mi presente… lo razono, lo comprendo, se que no hay nada más valioso que lo que estoy viviendo justo en este segundo… pero la impresión sigue ahí.
“Vendoo así, esto eh unha bomba… leva o demo de manteca” (lo siento, no se escribir bien gallego)… la dulce voz de mi abuela me saca de mi enmimismamiento y me trae de vuelta al olor de la tarta… un hermoso presente de mi presente para que me quede aquí.

lunes, diciembre 15

El Bicho y la madre del Bicho

Regresé más de veinte años en el tiempo y sentí la misma emoción que se me metía debajo de los párpados haciéndome apretar fuerte los ojos (sin conseguir dormirme) la noche anterior a la llegada de los Santos Reyes. No podía dejar de pensar en tan ansiada llegada. Por más que trataba de meter mis pensamientos en una caja al fondo de mi archivo mental para concentrarme en el regalo del presente, no había manera. Mi mamá y el Bicho llegaban ya, sólo faltaban unos días, una noche, unas horas… ya están aquí. Escucho la respiración fuerte y pesada de tanto cansancio de mi mothership durmiendo justo arriba de mi cabeza (en mi cama suspendida a dos metros) mientras escribo esto y doy gracias. Mi Bicho está con los hippieprimos, Alex (Ales pa’ a familia) y Manuel, en su nuevo departamento (gracias a una vela), la bien llamada “Cabaña de los Cielos”.
Calamitosamente llego junto con ellos una lluvia espesa que cubre todo de blanco y que los obligó a quedarse refugiados en la anteriormente citada cabaña prácticamente todo el día, mientras yo permanecía salvaguardada (aunque de forma obligada) en mi propia cabaña anticuaria playera (entiéndase Baba Cool). Pero qué felicidad, que emoción tenerlos tan cerquita y recorrer de nuevo a seis piernas las calles de Barcelona. Tan linda compañía… sonrisa permanente (por lo menos hasta que se vayan).

jueves, diciembre 11

Estarbucs cofi

Bajé del autobús (bastante atontada después de un viaje de ocho horas) y lo primero que vi fue el vapor que salía de mi nariz. Respiré de nuevo (ahora con más aire) para comprobar que realmente el vapor salía de mí. Sí, era un hecho. Ocho y media de la mañana (madrugada para mí), menos dos grados de temperatura, faltaban más de tres horas para mi audición y yo no tenía a dónde llegar para por lo menos lavarme la cara. Tras unos minutos de ponerme el letrero de victima colgando del cuello (qué hago aquí pobre de mí no tengo a nadie quiero a mi mamá…), me sacudí la modorra que se me pegó en el autobús y pensé fríamente (a menos dos no podía pensar de otra forma) cuál sería mi siguiente paso. “Necesito un lugar donde cambiarme, de preferencia sobre cero (cerquita del veinte por lo menos), que me pueda tomar un cafecito y sentarme a estudiar las escenas… Starbucks… pero dónde hay un Starbucks en Madrid?... está bien que cada vez hay más de esos en todo el mundo, pero no me voy a poner a buscar uno a las ocho de la mañana, con la mochila que ya me jala pa’tras y congelada como estoy…”. Elegí una estación de metro siguiendo más o menos el mismo método que las Flores de Bach: que mi pulso decida. Enfilé hacia Colón, y al salir del metro una sonrisota se me escapó corriendo cuando vi diez metros más adelante las tan esperadas letras verdes. Las puertas automáticas se abrieron recibiéndome con una ráfaga de aire calientito que me puso la piel chinita. “Estoy en casa”… QUÉ?!... no m--es… cómo que “estoy en casa”?. Fue impactante descubrir que Starbucks es para mí lo que la sopa es para el niño del comercial (ese que tras una cucharada dice “mamá”). Como todos son iguales, era como si por uno momento estuviera en cualquier Starbucks de la Condesa. El mismo olor a cafecito rico (ya se que no es el mejor café, pero la neta es que sí huele rico ahí dentro), los mismos sillones que claman “siéntate en mí”, los mismo vasitos rojos (navideños)… Pedí mi chai latte alto, me senté en un silloncito de terciopelo cerquita del baño y suspiré aliviada. Por cinco euros con diez céntimos obtuve: tres horas de calefacción; un sillón cómodo donde estudiar; un baño limpio donde lavarme, cambiarme, maquillarme y perfumarme (harto perfumarme); un chai latte y una infusión de menta, sin contar esa sensación de pertenencia que no puedo explicar. Amo Starbucks.

miércoles, diciembre 3

Me adelanto varias horas, porque se que mañana no podré publicar esto… y es importante para mí que mañana esté aquí este post. El día de mañana celebro uno de los hechos que mayor trascendencia ha tenido en mi pre-existencia. No es el que más por el simple hecho de que es imposible rastrear genealógicamente el evento específico que permitió que yo naciera, cientos y cientos de años atrás (no que yo haya nacido hace cientos de años… [probablemente sí, también] sino rastrear desdeN muy atrás, pues). Sin darle más vueltas al moño, mañana es el cumpleaños de la persona más importante en mi vida (ahí sí, se las mató a tod@s), la persona a la que literalmente le debo todo (el último nombre que pronunciaría en mi discurso de agradecimiento si ganara algún modesto premio [tipo un Alberto Oscar], por ser el de mayor peso (digo, por no dejar, la verdad es que al final diría algo así como: “yiii… quieeeroh aagradecerh a Dios… blah, blah, blah” [con mi tonito de lloradera]). Bueno, ya me enredé… el punto es que la mejor mamá del mundo (que neto sí es la mía, digan lo que quieran) nació un cuatro de diciembre (el año nos lo ahorramos, porque finalmente mi madre tiene energía de adolescente).
Llevo varios días reflexionando sobre la vida de mi mamá, sobre todo lo que pasó antes de que yo naciera, todo lo que hemos vivido juntas desde que nací, todo lo que ha sacrificado, lo que ha llorado… La verdad es que mi mamá siempre estuvo en un pedestal muy alto para mí… es que de verdad no se puede ser tan bueno como ella! (no exagero, tendría que escribir un blog completo sobre su vida para que me entendieran [y por qué no?])… mi admiración me a exigido alcanzar no menos de lo que yo considere que alcanzaría ella en mis circunstancias… al ver lo que ella ha logrado en sus circunstancias, no podría hacerlo de otra manera.
Entregada de pelo a pie a todo lo que hace, optimista y sonriente, sensible en cada pedacito de su ser (llora en todas las películas), tan pero tan inteligente, una capacidad de adaptación asombrosa, una empatía completa, simpática hasta la tablita de los merengues, se sabe todos los dichos que hay (y los sabe aplicar justo donde quedan), sabiduría en cada arruguita de su cara hermosa, mamá cibernética que no sale sin su Mac bajo el brazo, espíritu libre y lleno de luz, nada (pero nada de nada) la detiene, siempre tiene alguna palabra cariñosa que es como una bolsa de agua caliente en los pies helados…
Estas en todos mis días mamá, alumbrando mi camino con tu ejemplo. Nunca imaginé que pudiéramos tener una relación tan bonita, que pudiéramos compartir tantas cosas y hablar de corazón a corazón, como dos simples y llanos seres humanos, iguales, nada de madre e hija. Te digo mamá porque así te llamas, así me enseñaste a decirte desde el principio, además te lo ganaste a sístole y diástole… y es el nombre más hermoso que he escuchado y para mí nadie más se puede llamar así. Nada me hace sentir tanto amor y seguridad que esa palabra. Pero hoy te agradezco a ti Caxón (la variante de tu nombre que más me gusta… te imagino de niña) por ser y por dejarme ser, por ponerme el nombre de “miña filla” (y ahí coincidimos, a nadie más le puedes decir así ☺), por sembrar en mí lo mejor de mí, por revolucionar tu pensamiento tantas y tantas veces para, sino comprender, respetar y cuidar… Gracias mamá, mamita, mamushka, tía Encarna, Señora Suárez, señora a secas, madre sólo hay una (y como la tuya ninguna, contesta mi mamá), abu… y muy feliz cumpleaños para ti (estoy segura que lo será, tú te las sabes apañar siempre). Te amo (palabra no usada en mi familia [o sea que muy fuerte]).

lunes, diciembre 1

Las pequeñas cosas bis

Hoy nos imaginé caminando descalzos por las calles empedradas, sintiendo las frías piedras que nos regalan el presente, como agujitas que se clavan en los pies y que no nos dejan pensar en nada más que en este momento. Hoy me vi hippie (como tu lo has sido, como yo nunca lo seré) hablando de poesía que nunca he leído, sentada en la mesita descuidada al fondo de un café bohemio frente a un tú (hippie también, como lo fuiste) de pelo largo y ojos profundos (such as mine). Hoy te recordé como no te conocí, me imaginé como si te conociera de hace tantos años, inventé un pasado común que sería divertido recordar juntos por estas plazas, sentados en unas escaleras de piedra, en medio de historia y poesía arquitectónica, con un bocadillo en una mano, en la otra una cerveza y en la otra (si, otra más) el corazón (hippie, como son nuestros corazones). Nuestros corazones intercambiando ideas mientras no decimos nada. Hoy pensé en ti aunque ya no sea tu cumpleaños, recordé todo lo que tiene que ver contigo, recordé al ojo detrás del lente que me desnudó, pensé en nuestra vida en común y en la que no tenemos nada que ver. Hoy me hubiera encantado caminar contigo (y con el ojo [también hippie]… como siempre planeamos y nunca hicimos), aquí o en el Parque México, da igual, lo realmente valioso era la compañía.

Fai un frio do carallo

Jesuscristo, ¡aplaca tu ira...!

domingo, noviembre 30

Las pequeñas cosas

Hoy es el cumpleaños de una pequeña cosa... una pequeña GRAN cosa, corrijo. Son justo las doce (hora en Barcelona [o sea que le faltan en México aún unas horas para poder festejar justificadamente]) y me conecto justo a tiempo para ser la primera en felicitarlo. Hubiera querido estar ahí para darle abrazos y besos cumpleañeros, pero como la vida es misteriosa [pero al fin y al cabo perfecta] en cuanto al cuándo y por qué se cruza nuestro camino con el de nuestras pequeñas cosas, me veo obligada a festejar a miles de kilometros de distancia, eso sí, en su honor, su cumpleaños.
Este es mi regalo para ti Arturo, son las pequeñas cosas que en Barcelona me han hecho sonreir. Espero que surtan el mismo efecto en ti cuando lo veas y que tu sonrisa sea tan grande y de efecto duradero, que todo el que se cruce contigo te regale, cumpleañeramente, otra de regreso. Deseo para ti el mejor de los cumpleaños. Te extraño... te quiero (caaaaaaabrón).

sábado, noviembre 29

viernes, noviembre 28

Tos marina

Hoy el mar se levantó enfermo. Ya desde temprano daba vueltas en la cama sin poder descansar y con dolor de garganta. Lo despertó una tos fuertísima que trataba de expulsar algo atorado (seguramente en la garganta). Coff coff!!! y venga las olas a sacar basura a la playa. COOOFF!!! y que se mete el mar por debajo de las puertas inundándolo todo, en busca de un te caliente con miel. Pobrecito mar, tan revuelto y tan poco azul, tan enfermito… hasta espuma le salía por la boca. Parecía que la terraza en cualquier momento se desprendería y se iría navegando por el mar revuelto-confuso mar… con sus mesitas blancas con cafés con leche enfriándose, con turistas buscando un rayito de sol que justificara el uso de lentes oscuros (yo lo hago todo el tiempo). Pau y yo cavilábamos un plan de emergencia en caso de que la tos se pusiera peor (al grito de: Andrea, ponte la chamarra!!!, correríamos a refugiarnos en la gran nevera hermética de la cocina). Ya me veía yo buceando entre muebles añejos, libros deshojados, candiles oxidados, pan con tomate, botellas (con o sin mensaje)… Creo que algún jarabe debió tomar, porque para la tarde ya estaba un poco mejor (la playa hecha un asco, eso si). Aún no recuperaba el color cuando lo dejé, pero por lo menos la tos ya no era tan fuerte. Yo creo que mañana estará bien. Seguro que mañana está bien.

viernes, noviembre 21

Te caliente pa' los cobardes

Buscando vencer la no inspiración, me decido a escribir lo primero que llega a mi cabeza. Mmm… hoy. Hoy me levanté temprano, como cada viernes, para ir a mi clase de catalán. Mi intención no es volverme una “native speaker”, como platicaba (o hablaba, porque en España no se platica) hoy con unos clientes, sino más bien comprender lo que escucho. Antes era incapaz siquiera de reconocer que ese idioma que no entendía era catalán. Después empecé a entender que cuando alguien con facha de español se acercaba y hablaba algo que no me sonaba a ningún idioma ligeramente identificable (dejemos a un lado el inglés… algo que sonara a alemán, italiano, francés o tan siquiera ruso o de por ahí), pensaba: catalán. Gracias a que vivo con un catalán cerrado que me hace partícipe de sus conversaciones con amigos y/o familia (y que le obsesiona un poco la idea de que yo logre hablar catalán), me he familiarizado bastante, al punto en que comprendo prácticamente todo. Nada de hablar de mí en catalán estando yo presente porque me entero, eh? Las clases vienen a rellenar esas lagunas que me quedan, sobre todo al escuchar fases cortas (que no me dan oportunidad a comprender el sentido de lo que se dice). Así que eso va bien. De hecho hoy me dijeron unos compañeritos del salón que tengo muy buena pronunciación, je. Creo que mas bien actúo. Pienso cómo lo diría Pau y ya me sale dos tres. Es la ventaja de convivir con “native speakers”.
Los clientes con los que… conversaba... del catalán, eran unos gringos que venían de Nueva York. Me hablaban de Broadway y de una camarera que conocieron en un restaurante al que eran asiduos y que finalmente había logrado un papel en una obra… de mesera, ja. Yo les decía que estaba trabajando en el bar porque no podía considerarme realmente una actriz si no había mesereando. Y nos reímos. Nos reímos de los que piensan que España es flamenco y toros, porque seguro no han pisado Catalunya. Nos reímos de los que piensan que México se resume en sombreros y tequila. Agradecieron haber llegado al Baba Cool para descansar de tanto paseo y comer una tortilla de patatas tan rica (siempre digo que el secreto es amor… ya sea un buen mojito o unas patatas bravas). Dejaron buena propina (los gringos siempre lo hacen [oh my God! this is so amaaaazing... I've never been to the Mediterranean and it's so gorgeous...] todo les encanta).
A la playa bajan sólo los valientes que no le tienen miedo al frío. Se llevan los mejores cielos de recompensa a su valor. Un mar pintado de rosa. Un sol de otoño que bosteza y se va temprano a la cama, no sin antes dar las buenas noches llenando de un brillo mágico las nubes. Yo soy la observadora, desde la barra con un buen libro y un te caliente (porque yo no soy tan valiente), esperando que entre alguien que me haga salir el amor de las manos. Rinde mucho el día levantándose temprano.
La inspiración aparece, sólo es cuestión de ponerse manos a la obra... que es lo más difícil.

martes, noviembre 18

...

Es increible cuánto pueden decir unos simples puntos suspensivos. Soy fan.

miércoles, noviembre 12

Sábado por la noche

Ya sabíamos que la fiesta iba a ser grande. Cuarenta personas para cenar quiere decir un verdadero desmadre de madrugada. Gente muy fresa y de varo hacía gala de sus mejores trapos, mientras poco a poco perdían la pose y ganaban borrachera. A toda máquina preparaba las bebidas que me iban pidiendo, lavando vasos cada vez y rezando porque no se me acabaran en hielo picado y las limas cortadas. Entre chupitos con los clientes y mi fiel vodka tonic junto a la cafetera, me fui poniendo a tono yo también. Me sacaban plática sobre México (siempre lo hacen) y mi Quetzalcóatl tatuada, al tiempo que me miraban con ojitos pizpiretos a ver si les servía algo gratis (maldición! siempre lo consiguen…). De pronto veo a Pau sentado en una silla sobre una mesa frente a la barra, y a la cumpleañera tirándole una mezcla de dudosa procedencia (yo la preparé, ja) directo de una porrón de cristal. –Ya valió…- pensé, acertadamente. Cinco minutos después (realmente no medía el tiempo adecuadamente) empieza una canción de Rent, Take me or leave me (Pau siempre hace lo mismo), y entra bailando y cantando sabiendo que yo dejaré en la barra lo que tenga entre las manos y me le haré segunda. Cantábamos detrás de la barra con todas nuestras fuerzas, haciendo gala de nuestro empolvado talento, a la vez que la clientela nos aplaudía (en su peda, grave peda) pidiendo otra. No lo podían creer. Yo agradecía a mi público desde el fondo del corazón, imaginando que estaba de nuevo en un escenario. Cuántas cosas bonitas me dijeron esa noche… Qué feliz me sentía (creo que hasta podría considerarla una de las noches más lindas). Bailé con niñas pijas con cara de muñeca que me hablaban con los ojos (ya medio bizcos) de cosas que en sano juicio no se atreverían a pensar… y yo me daba permiso de creérmelo todo (mañana será otro día, pensaba). Terminamos muy muy tarde, entre vasos rotos (que yo, recordé más tarde, animé a una muchachita de muy buen ver a destruir con sus botitas de Penélope Glamour). Hablando de la vida y de lo hermoso que existe en cada ser humano (aunque la mayoría no se de cuenta), Pau y yo limpiamos el saldo de la guerra y nos fuimos a tirar a la arena a la caza de estrellas fugaces. Me dolieron los labios de tanto sonreír, se me secó la boca de tanto hablar. Me dolieron y se me secaron los ojos de tanto mirar. Quería gritar, quería llorar, quería aplaudir… Me sentí agradecida con la vida, con el Universo. ¿Cómo una estúpida peda puede llevarme a un estado tan espiritual? ¿cómo enrollarme en pensamientos tan profundos después de pasarme la noche sirviendo tragos?... Fue una noche memorable. Con en ánimo hasta el cielo y los tenis llenos de arena, emprendimos el camino a casa. Bendita Barcelona, bendito Pau y bendita yo.

El cielo que soñamos

Me dormí y apareciste de nuevo. Tu cara era otra y tu nombre nunca lo supe, había otras cosas más importantes que decir (como qué champú usabas y que esta vez estudiabas enfermería en Monterrey). Sabíamos que al día siguiente ya no estarías y eso apresuró todo. Hablábamos más con la mirada que las palabras que decíamos y lo que sentíamos volaba por el aire clavándose directamente en el corazón. Nuestros ojos decían cuánto nos extrañamos y qué ganas de despertar y encontrarnos, finalmente, teníamos. No dejo de imaginar cómo será tu cara realmente y ensayo en el espejo, como si tuviera trece años, las palabras que te diré, cuando por fin te reconozca, para que no te vayas más. Que te quedes conmigo y recuperemos el tiempo que la vigilia nos ha robado. Que nos tiremos en la arena a contemplar los cielos que existen sólo porque nos hemos encontrado y que el corazón finalmente detone, envolviéndonos en una nube que nos acerque a las estrellas -que brillarán más fuerte para que cualquier deseo que pidamos se cumpla-. Sabré al fin cómo suena tu voz y cómo brillan tus ojos al mirarme. Cómo son tus manos (tu ya sabes cómo son las mías, ayer decías que son hermosas y femeninas…ja) y a qué hueles. Te cantaré todos los poemas que te he escrito secretamente en el alma desde el principio. Los besos que tengo acumulados encontrarán anhelantes en dónde estrellarse, creando nuevas estrellas en el cielo de tus labios.
El perro ladra… cinco minutitos más, que te extraño demasiado…

domingo, noviembre 9

O meu pai

Papá: ¿Entonces qué?, ¿quieres que te lleve pasta?
Andrea: ¿pasta?... (mi mente repasaba en chinga todos los objetos que podrían adecuarse a la palabra pasta y así entender qué era lo que mi papá pretendía traerme [dinero, espagueti… no se]) pues no se papá...
Papá: Bueno, bueno… yo te llevo.
Mi papá llegó, después de trece horas de viaje en tren, a Barcelona, cargando con una maleta que, de haber viajado en avión, seguro habrían multado por sobrepeso. Cuando tan cuidadosamente, como es su costumbre, empezó a poner sobre la cama el contenido de tan pesado bulto, no pude aguantarme la risa al ver tres paquetes de pasta dental Sensodyne (la que yo uso, porque mis dientecitos sentimentales no aguantan los cambios abruptos de temperatura sin ella [Dios, todo es tan sensible en mí!, je…]) y quedó resuelto el misterio. Además de la pasta, venían latas y latas de moluscos en conserva, aceitunas, espárragos, jamón serrano, quesos, chorizos, salchichón, ternera congelada y CINCO KILOS DE CASTAÑAS (what the hell…?). ¿No es lo más tierno mi papá? Sobra decir que la maleta regresó vacía, que el refrigerador de Pau a duras penas alcanza a cerrar, y que ceno diario castañas.
Es muy complicado pasar tanto tiempo con una persona que no habla en una ciudad que te inspira a decir tantas cosas. Bueno… estoy exagerando un poco, mi papá si hablaba… no mucho, pero algo decía. Admiraba los edificios más recargados de adornos diciendo que “vaya pedazo de trabajo hicieron aquí!”. Hizo mención de que sólo había visto un Banco Pastor en toda Barcelona. Me aconsejó buscar un Mercadona porque es ahí donde se encuentran las mejores ofertas (y unas mantecadas que le encantan y desayuna diario). Apuntó que me voy a matar a trabajar en ese bar (justo el día que fue me tocaba estar sola y había un chorro de cosas que hacer). Le hice de desayunar y me dijo, desde el otro lado de la barra, que le había encantado mi café. Caminamos bajo la lluvia siempre… y siempre diciéndome que me doblara los pantalones porque me iba a subir el agua hasta las rodillas por arrastrarlos (y así fue). Recorrimos todas las calles más bonitas que me se, le enseñé los edificios que me inspiran sentimientos lindos, caminamos por el Parc Güell; dormimos en el mismo cuarto, quejándonos cada uno de los ronquidos del otro… La verdad que fue bonito (compartir con él, no específicamente los ronquidos [los ronquidos nada]). Estaba un poco estresada porque siempre he considerado que a mi papá no le gusta nada… pero a lo mejor lo que sucede es que no sabe cómo decir lo que le gusta o nadie ha prestado la suficiente atención. Yo sólo quería que lo pasara bien, que valieran la pena las trece horas de camino (23 en total… sólo por venir a verme). Finalmente creo que así sucedió. Se fue contento. Me quedé contenta. Agradecida y con despensa para un mes. Gracias papá, gracias por todo (aunque nunca leas esto). Prometo buscar un Mercadona.

sábado, noviembre 8

Nirvana femenino

¿Será que las mujeres, por los sufrimientos implícitos en el género, estamos más cerca de la iluminación? Alguna vez leí algo al respecto en algún periódico. Hoy me vino a la cabeza el tema. Y es que el tema de tanta revolución hormonal (sufrimiento implícito en el género) debería ser considerado en la lista de méritos para el despertar de la consciencia, ya que me veo obligada a hacer un doble esfuerzo para "estar bien" (whatever that means). No sólo hay que lidiar con los problemas habituales que compartimos todos como género humano (hombres y mujeres por igual, pues), sino que, además, existen ciertas sustancias que se ponen a pasar con toda libertad por mi cuerpo cuando se les apetece, llevándome por una feria emocional tipo Six Flags y cubriendo con su color azul-blue todo lo que veo, muchas veces, celosas, no dejándome ver ningún otro color.

jueves, noviembre 6

Todos los colores

Dejé de interesarme en las descripciones de cielos cuando finalmente comprendí que mi vocabulario (aún juntando español, inglés, gallego y muy pero muy escaso catalán) es insuficiente para retratar en palabras, con suficiente justicia, las imágenes imposibles que “PapaDios” me pone delante. Me di cuenta de que siempre intento emocionar a todo mundo al mismo grado que yo me altero por cosas que probablemente no emocionarían a la mayoría (o si… finalmente soy parte de ese amontonamiento denominado average people que piensa que no lo es). Mi problema radica en los colores… algo me está sucediendo. Es como si antes no hubiera registrado colores que veo ahora. Tal vez había estado distraída o pendiente de otras cosas… no se, las formas, las texturas, los volúmenes… podría ser que eso ocupara toda mi atención, y ahora que por abracadabra me fijo en los colores y las increíbles combinaciones que pueden formarse justo en mis narices, capaces de variar de un segundo a otro (los colores, no mis narices), me inundan los ojos el rojo, el azul y el amarillo, en sus miles de millones de mezclas posibles que bañan todas las formas y las texturas haciéndolas pasar a un segundo plano. Y siento tanto amor… ya se, soy un caso perdido de cursilería… pero por más que busco en mi disco duro (ese que de repente se resetea si no le dan miel a tiempo) no encuentro otra palabra para describir lo que siento… que finalmente es lo importante en tanta insistencia de los colores. Creo que no importan tanto las palabras, los hechos o las tonalidades del cielo y el mar, como lo que se siente al verse expuesto a lo antes mencionado (ya decía yo… por eso siempre preguntas “qué sientes?”… sabia tú).
La única constante de mi vida ha sido el cambio… cambios siempre, en cada recoveco de mi existencia como Artemisa Pimpante. Siempre habían resultado evidentes… cambio de casa, de escuela, de país, de casa otra vez… pero que la percepción visual de mis ojos cambiara (más allá de ver húmedo cuando lloro) creo que nunca me había sucedido… o por lo menos no me había dado cuenta. Pau no deja de imitarme (obvio burlandose) diciendo: “güeeey, no mamesss, mira que coloresss, essstá increíble güeeey”. Y es que no puedo dejar de decirlo (viva la libertad de expresión), es como si buscara una certificación de realidad en lo que veo… que tal que algo se me metió en los ojos que distorsiona la realidad y yo no me he dado cuenta?... la picadura de algún insecto mediterráneo o algo en la butifarra… tanta Nutella debe subir los niveles de endorfinas al grado grosero en que es posible percibir otras dimensiones del color (matices invisibles para los que no comen Nutella [too bad for you, nutellaless average people!]).
Pienso aprovechar esta nueva capacidad (tal vez si estuviera en Heroes, ese sería mi poder) y seguir de atenta observadora de cielos, desistiendo de la mentecata racionalización que se entromete en todo lo que siento y los limita a descripciones injustas. He dicho.

jueves, octubre 30

Cuando Maru efervesció

La Luna, que me seguía a todas partes, iluminaba sólo justo encima de mí, como un cenital. También bañaba de una luz azulosa a Maru, pero yo no me daba cuenta porque estaba detrás de mí (o más bien, yo la veía, pero mi yo del sueño no, porque Maru estaba detrás de ella). Todo lo demás (lo que no éramos Maru y yo) estaba perdido en la noche. Era casi como si sólo nosotras viviéramos de día, y unos centímetros más allá estuviera la noche que nunca llegaba para las dos (porque la Luna me seguía a todas partes).
Con los pies hundidos en arena amarillosa (o amarillenta) y blanda, que se movía cada vez que las olas bordaban su encaje blanco alrededor de mis tobillos, observaba lo negro tratando de distinguir dónde el mar y el cielo eran dos y no uno. Estaba completamente en paz.
Maru, desde atrás, me llamó con el pensamiento y yo voltee. Extendió el brazo y en la mano tenía una pistola (sí, una pistola, de las que disparan). Sonrió y me pidió que la matara… Yo devolví la sonrisa, estiré el brazo y tomé la pistola junto con ella (las dos sosteníamos la pistola [pero apuntando en su dirección]). Disparé, sin preguntar el porque de tan violenta decisión, disparé. Sin pensar si sólo se trataba de una broma, disparé. Maru empezó a desvanecerse (como quien se desmaya [o resetea, en la fila de las palomitas de Cinemex, por ejemplo], pero cayendo muy despacito), como esos edificios en los que ya no hay nada ni nadie y les ponen bombas en los cimientos para tirarlos (van cayendo desde abajo, muy derechitos) y hacer otros nuevos donde haya vida otra vez. Cuando nuevos centímetros de Maru iban tocando el agua, se deshacían como un Alka Seltzer en medio vaso de agua. Y Maru efervesció completita (incluida la pistola en su mano)… (y nadie se la iba a tomar para el dolor de cabeza) iluminada azulosamente por mi Luna (con forma de Alka Seltzer).
Salí del agua eferveciente y entre al cuarto de Maru (extrañamente, ordenado). Vi sus cosas (que sólo son sus cosas en el sueño)… (supe que eran suyas porque encontré un cepillo para el pelo que no podía ser de nadie más). La extrañé. Deseé que fuera feliz, que encontrara la paz (efervesciente paz) en las profundidades marinas en dónde ahora nadaba en pequeñas partículas.
Es la última vez que ceno ternera (chuletón que trajo mi papá expresamente de la granja de mis padrinos y que, insistió, era para la cena). Necesito un Alka Seltzer.

martes, octubre 21

Lodo hasta las rodillas

Son las dos de la mañana y no puedo dormir. Dando vueltas en la cama y aburrida de contar ovejas (generalmente me funciona), mi mente vaga buscando algo más original. Rondando por grandes salones llenos de archiveros, se decide por uno, mas bien pequeño, que dice en una plaquita metálica con letras negras: “Memorias Significativas”. El cajón se abre y tomo el primer documento que mágicamente trae una imagen que me envuelve trescientos sesenta grados: mosaicos en distintos tonos de verde. Creo que es el primer recuerdo de mi vida. Tal vez de alguna manera hasta ese momento aparecí dentro de mí. Ahí empezó la película. “Universal Pictures presenta: Perdona Bonita (así se llamaría mi la película de mi vida)”, en letras blancas sencillas, sobre fondo negro (tipo Woody Allen). Corte a: mosaicos verdes. La imagen no dio más información valiosa para la película, así que tomé el siguiente documento. Una imagen envolvente de un jardín con pasto grueso que se mueve como un “sube y baja” visto de forma lateral. Lo único que se me ocurre es que fuera una imagen de las primeras veces que caminaba en mi vida (y en “Perdona Bonita”), pero no podría asegurarlo. Me di cuenta de que los documentos estaban organizados en forma cronológica. Puede parecer lógico, pero creo que yo los hubiera ordenado por importancia… siendo memorias significativas… (en orden de significancia pues). Me salté un poco más adelante y encontré un escrito manchado de lodo seco. Inmediatamente me rodeó una maya (así, con "y") ciclónica (de esas de alambre grueso y plateado, trenzado en forma de rombos). En mi cuerpecito de seis o siete años, estaba agarrándome con todas mis fuerzas a la maya, suspendida a lo que a mí me parecía un metro de altura (si es que sabía calcular esa distancia [yo medía varios centímetros menos que eso]), tratando de cruzar un enorme lodazal. Estaba en el Centro Gallego. Era domingo y había llovido (lo leí en el papel enlodado). Yo llevaba puesto un vestido blanco, una chaquetita roja y unos zapatos rojos de charol que me acababan de comprar. Obvio, me había subido a la maya para no ensuciar mis zapatos (mi mamá de iba a matar, pensaba). Logré avanzar poquito, pero a menos de la mitad, ya no pude aguantar mas y me solté. Caí de pie en el lodo que me cubría hasta la mitad de la espinilla. No debía ser profundo, pero para mi tamaño lo era bastante. Traté de caminar, pero el lodo era muy espeso y un zapato se me salió al dar el primer paso. Regresé el pie tanteando el fondo, tratando de encontrar el zapato (nuevo y rojo). Lo encontré y trabajosamente volví a meter el pie. Apretando fuerte los dedos de los pies, tratando de alguna forma de sujetar mis zapatos, fui arrastrando penosamente los pies para que el lodo no me los sacara. Después de lo que me parecieron horas (seguro no fueron más de diez minutos), logré salir del lodo y caminé toda sucia a la cafetería a buscar a mi mamá. Tenía mucho miedo de que me fuera a regañar por haberme ensuciado y sentía una vergüenza horrible de que la gente me viera tan sucia.
Cuando encontré a mi mamá, me vio tan angustiada que no me dijo nada. Me llevó inmediatamente al baño, me quitó los zapatos y mis antes blancas calcetas largas. Puso papel en el suelo para que no pisara lo frío, y lavó mis zapatos y calcetas en el lavabo donde se lavan las manos las mujeres. Después los secó con la cosa que echa aire para secar las manos (de las mujeres). Yo observaba a mi mamá sin poder dejar de pensar en el lodo y en la maya ciclónica. Me dio tanta ternura ese documento. Esa imagen. Tan pequeñita yo, tratando de hacer semejante proeza. De esquivar el lodo, en lugar de regresar por donde había venido y dar toda la vuelta para llegar a la cafetería donde estaba mi mamá. Y después mi mamá lavando mis cosas enlodadas. Seguro que ella también sentía un poco de vergüenza en el baño (de mujeres). Y sentí más ternura. Y la extrañé como nunca. Y empecé a llorar. Y mojé mi almohada. Y bajé de la cama enseguida, sin cerrar el archivo, para encender mi computadora y buscarla para decirle que estoy bien. Que estoy tratando de cruzar el lodo, trepada en la maya para no ensuciar mis zapatos nuevos. Que se que podría regresar y dar toda la vuelta. Pero que ese charcote es mío y tengo que llegar al otro lado. Y que tengo miedo. Y que si me caigo al lodo yo voy a lavar mis cosas, como ella lo hizo, poniendo papel en el suelo para no pisar lo frío.
Te adoro mamita linda. Te extraño mamita hermosa. Estoy bien.

viernes, octubre 17

Primeras veces

Encontré este archivo perdido por mis documentos. Lo escribí hace casi un mes...

Hoy he tenido varias primeras veces. Entre ellas, es la primera vez que voy a un concierto masivo de música techno (se supone que el dj es bastante famoso… a mí las tres horas que estuvimos ahí me sonó todo básicamente igual), es la primera vez que veo a alguien meterse coca (yo se, tal vez sueno super ñoña, pero la verdad es que nunca lo había visto… no lo juzgo ni me espanto, sólo me pareció curioso ver a alguien sacar con la llave del coche talco de una bolsita de papel y metérselo por la nariz… definitivamente no me llama la atención), y es la primera vez que renuncio a cumplir un deseo. Hay deseos que llevo manteniendo por años y siempre con la (a veces tonta e innecesaria) esperanza de que se realice el milagro. He deseado tanto que me he convertido en mis deseos. Eso soy, eso es lo que me define: lo que deseo, no hay más. Si lo cumplo o si no lo cumplo en un plazo de tiempo determinado, da igual, yo soy eso que ha de cumplirse algún día. Me evalúo con respecto a los deseos que he formulado y voy subiendo o bajando por la escala de la aprobación que me tengo a mí misma… son casi las siete de la mañana, y llevo quince minutos dormida con la computadora en las piernas…

miércoles, octubre 15

On the radio

Palabras que escucho una y otra vez, con una melodía pegajosa que me acompaña a todas partes resonando en la cabeza, entre el frontal y el temporal (como una caja de resonancia), saliendo por mi boca en voz bajita mientras camino pensando en cualquier cosa, hasta que de pronto todo hace sentido y se encajan las palabras en emociones que me recorren de arriba a abajo (o de abajo a arriba, da igual) poniendome la piel de gallina (o gallo, según el caso), cuando me paro delante de un escaparate y dejo de ver lo que hay mas allá de mi propio reflejo para clavarte en eso (en mi propio reflejo) y en mi boca mientras repito...

...
This is how it works
You're young until you're not
You love until you don't
You try until you can't
You laugh until you cry
You cry until you laugh
And everyone must breathe
Until their dying breath

No, this is how it works
You peer inside yourself
You take the things you like
And try to love the things you took
And then you take that love you made
And stick it into some
Someone else's heart
Pumping someone else's blood
And walking arm in arm
You hope you don't get harmed
But even if it does
You'll just do it all again
...

Me quedo ahí parada, con los ojos lluviosos (ya no son shuviosos), la piel de gallina y una sonrisa atristada. Pensando en Arturo y como me gustaría cantar esa canción con el, y ver su piel de gallo (viejito) y mi piel de gallina mientras cantamos. Y en mi obsesión de siempre, hacer que todo el que conozco escuche la canción hasta que sienta lo mismo que yo, y ver sus pieles chintas y sus ojos lluviosos.

Qué bonito es lo humano, las emociones y los sentimientos aún cuando lastiman. Qué bonita es la música y la capacidad de ponerle palabras, y que juntas pasen sin preguntar por los odios, destapando cosas que no sabías que estaban ahí. Es oficial: me encanta esta canción.

domingo, octubre 12

La banda de los Alis

Llevo tanto tiempo con esto en la cabeza que ya no se si lo escribí o sólo me lo voy repitiendo obsesivamente (como todo en mí) hasta acostumbrarme tanto a las palabras tan concretas que usaría para escribir que me parece demasiado familiar como para no haberlo registrado ya en éste, su humilde blog. Por si no lo he hecho, o lo he hecho escuetamente, comienzo: todos los que trabajan en la cocina del O Pollo son de Pakistán, con excepción de Gary, que es de Filipinas (y que finalmente no es de él de quien voy a hablar [entiéndase escribir]). Por la misma razón, el lector ha de suponer la complejidad de nombres que tiene cada uno, entonces al preguntar con toda la buena onda del mundo a cualquiera de ellos: cómo te llamas?... una palabra incomprensible para el oído acostumbrado a las lenguas latinas, germánicas, o incluso mexicanas tipo náhuatl o mazateco, llega como respuesta, imposible de ser reproducida a la primera, segunda, tercera y a veces cuarta vez… -cómo te llamas? Izsltafarrs…, cómo, perdón? Imzlfratzarz…, cómo dices? IRSZTRLSZAFZ!!!...- Hasta que el pobre pakistaní, cuando le preguntas por cuarta vez: perdón, no te entiendo, cuál es tu nombre?, recurre al ya más que gastado: ALI… ya decía yo que me extrañaba mucho que todos se llamaran igual… Y así surgió la banda de los “Alis”, cuyo centro de operaciones se encuentra situado en la cocina del O Pollo. Tienen un uniforme que los identifica como banda: una camiseta verde con cuello amarillo (que al frente dice O Pollo). Si te topas con alguno, lo que has de hacer inmediatamente es decir: “assalamoe `alaykum” (que se pronuncia mas o menos como: salamuleicam, o sea: hola)… y ya con eso la hiciste, te los echaste a la bolsa y no te verán con malos ojos cada vez que robes una patata frita al pasar por la freidora.
Lo cierto es que los Alis, como me he acostumbrado a llamar a todos los que son de Pakistán, me intrigan muchísimo… están por todas partes. Son los que te venden las cervezas a un euro en la Rambla (diciendo: “cerveza-beer” a todo el que pasa), los que tienen las tiendas abiertas hasta tarde (conocidas como Pakis… digamos que decir “vamos al Oxxo” equivale a “vamos al Paki”); si tienes hambre a las tres de la mañana, no hay opción: empanadas de patata y vegetales del Ali en la calle…
Que todos se llamen Ali me dio tanta ternura, que me hice el propósito de aprenderme el nombre de cada uno, y lo logré… sólo que no sabría escribirlo… y eso me hizo darme cuenta de lo importante que es el nombre. En algún lugar leí que inconscientemente es la palabra favorita de cada persona: su propio nombre… (y la verdad es que me encanta que la gente me llame por mi nombre)… y bueno, si soy capaz de aprenderme nombres en pakistaní, creo que puedo hacer el esfuerzo por aprenderme el nombre de cualquiera (yo que pertenecía al grupo de los que dice: “es que me cuesta tanto trabajo aprenderme los nombres…! De la cara nunca me olvido, pero el nombre…).

sábado, octubre 11

En mi irrefrenable idealización

... de la persona que seguramente no eres, quise leer los mismos libros (tus favoritos) que forman parte de lo que hay en tu cabeza. Compré uno hace más de dos meses, el único que encontré. Lo dejé en mi escritorio. Lo observaba tratando de adivinar qué había detrás del título. Dada mi tendencia obsesiva, busqué frenar lo hasta ese momento irrefrenable y esperar a que la persona que construí con lo poco que conocí se desdibujara lo suficiente para independizar al libro y a su título de quien no eres. Ocurrió. Finalmente independizado, lo leí. Ocho horas seguidas, lo leí. En ocho horas lo acabé. Lo devoré. Lo amé. José Saramago es un dios. "Ensayo sobre la ceguera" es también uno de mis libros favoritos. Hoy compré otros dos (de tus favoritos, innatamente independizados). Gracias, si es que hay que darlas.

Aquí sigo

Una merecida pausa en la escritura, antes continua, en este blog llega por fin a su fin. Lo cierto es que las tres últimas semanas no tuve tiempo para mí (mi tiempo para mí queda siempre manifiesto en este diario no diario) gracias a las visitas de Marco y, casi inmediatamente después, Pamela. De las andanzas de Marco por Barcelona alcancé a escribir un poco, y el paso de Pamela hizo finalmente que me retrasara en el recuento de mis memorias. Hace unos minutos escribía en un mail para mi “open relationship” que es muy reconfortante tener con quien hablar de cosas que normalmente carecen de oído para ser escuchadas o cabeza para ser comprendidas, finalmente Pamela y yo somos tan afines que a veces ni hacen falta palabras para que exista un diálogo entre las dos. Es lindo que dos pares de pies vayan en la misma dirección sin ponerse de acuerdo y se detengan en los mismos lugares sin discordia. No existen discusiones por tardarse mucho en X tienda, ya que las dos siempre queremos entrar a los mismos lugares. Y así fueron los días con Pamplinas, alias el Puerquito. Tranquilidad y paz. Largas caminatas y música que sólo nosotras podemos escuchar.
Ahora en el Baba Cool sólo trabajo yo. Pau es el comodín que va y viene entre el O Pollo y el bar. Alexia está sólo los fines de semana, mismo que espero con ansia para poder platicar con alguien mas (alguien mas que Pau).
El mar está revuelto. El cielo sopla fuerte y casi casi apaga el Sol, que ya no brilla tan fuerte como hace apenas un mes. Hay tráfico en las olas. Los surfistas son realmente los únicos que esperaban este clima ansiosos. Mi pelo los saluda todo alborotado, más chino que nunca (la gente aquí no entiende porque le decimos pelo chino al pelo rizado… si los chinos tienen el pelo lacio… la verdad es que no consigo explicármelo tampoco).
Barcelona me da frío.

viernes, septiembre 19

La fuente mágica (encendida) de Montjuïc

Qué bonita tarde! En el Baba Cool nada, sólo Marco en la terraza gorroneando sushi. Salí temprano para llegar a tiempo a ver la fuente de Montjuic. Caminamos (por la Rambla con cerveza en mano... digo, por no dejar) y tomamos el metro (y la cerveza). Un atasque de gente en la dichosa fuente (con que ahí estaban todos... con razón no había nadie en la playa).
Cuántas tonterías podemos decir por minuto entre los dos! Cuánto valió la pena el paseo! De lo más lindo que hay en Barcelona.

jueves, septiembre 18

Criadas de Barcelona

Marco llegó, y con él toda la letanía de frases soeces que suele decirme y que tanto me hacen reír. Tengo la oportunidad otra vez de turistear, porque sola me da flojera. Recorrí lugares que debía recordar (porque hace seis años estuve aquí por primera vez, y Paco, Pamela y yo visitamos todo lo visitable), pero que las memorias tristes de los días que me estrené en Barcelona nublaron casi por completo… así que re-conocí lo que ya conocía como si fuera la primera vez.
Con Marco todo es divertido… incluso cuando no lo es tanto. Nos burlamos de todo y disfruto ser una “mala persona” en compañía de una “malísima persona” (no es que realmente seamos malas personas, es que encontramos la gracia hasta de lo que no la tiene [ni debería tener]).
Ayer fuimos a bailar salsa y hoy no aguanto el cuello de tanto que lo zarandeé al pobre (a mi cuello, no a Marco). Después caminamos con cerveza en mano (como buenos turistas) por la Rambla y terminamos con pases gratis en el City Hall (antro donde sólo hay música house, y que de no haber sido por la cerveza en la Rambla no hubiera aguantado ni diez minutos ahí [ya sin el compromiso de desquitar el cover, es más fácil salirse])… (vamos, que me he salido a los diez minutos aún habiendo pagado veinte euros de cover).
Bendito Dios que Marco existe en mi vida para iluminarla con frases desagradables y ordinarias, para curarme del susto de escuchar todo lo que la gente “normal” podría decirme por ser como soy, para enseñarme cómo burlarme de mí misma y tomar todo más a la ligera, para ser mi novio de chocolate y caminar conmigo de la mano y decir en voz alta cuánto me ama para reírnos después de lo absurdo del asunto (aunque realmente sí nos amamos), para decir la palabra “criada” más de cinco veces por minuto de la forma más despectiva posible (el uno al otro, obvio… y a alguna que otra criada que va pasando).

domingo, septiembre 14

Ojos azul Z

La desventaja de hablar sólo dos idiomas contra alguien que habla mas de tres (incluyendo los dos que yo hablo) ocasiona una inseguridad bastante bien llevadera sólo por contemplar los ojos que se robaron los colores del cielo (y que hablan más de tres idiomas). Cualquier cosa que yo pueda decir es comprensible. Los ojos pueden hablar y hablar sin que yo entienda una sola palabra (a menos que quieran lo contrario). Soy tan vulnerable... tan predecible... tan... bueno, pero qué importan las palabras con unos ojos así delante? (de colores tan mal pintados como los atardeceres que veo todos los días [todas las tardes]). Y aún dormidos, a penas entreabiertos, los azules se escurren por debajo de los párpados dejando al cielo en ridículo. Y yo sólo quiero mirar... nadar en ellos... o volar en ellos... seguir soñándolos y despertarme cien veces en una noche corta para verlos cien veces antes de despertarme por vez definitiva. Sueño en escala de azules.

martes, septiembre 9

As de copas

Es realmente importante poner atención en cuánto y qué estas bebiendo… sobretodo si no sueles tomar alcohol (aunque esta se ha vuelto una frase repetitiva que empieza a perder credibilidad). Tomar en una sola noche aguardiente de orujo, tequila, vodka y ginebra (aunque sea en mínimas cantidades) puede resultar particularmente perjudicial (mas aún si no sueles tomar…), deja tu para la salud (esa como quiera va y viene), sino más bien para dignidad. Vamos, no es que pierdas la dignidad, es sólo que las defensas bajan al mínimo y lo que piensas sale disparado sin pensarlo dos veces (ya resulta bastante difícil pensarlo una sola vez).
Siempre pensé que eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices, y mi exceso de sinceridad me ha enseñado a ser un poco más cuidadosa con lo que digo (o escribo, para el caso) simplemente para no afectar a los demás con lo que pienso de manera no tan positiva.
Las defensas bajas, la cabeza lenta, el tiempo corto… el corazón escupe todo sin dar oportunidad a la razón de entrar en acción… y mira que a veces es importante dejar a la razón que actué, no por nada la mente es una herramienta que hay que aprender a usar pa’ no regarla tan gacho. Y después de eso… no hay disculpa que valga… lo dicho dicho está y no hay más que hacer (y si está escrito es peor, porque hay pruebas que te incriminan [no como lo sólo dicho, que se olvida más fácilmente]).
Nunca se me ha dado el malcopeo… pero siempre hay una primera vez (o segunda… qué son dos o tres veces en una vida). Y lo único que se me ocurre ahora es pedir disculpas y prometer no volverlo a hacer. No es arrepentimiento, es un intento de reestructurar la dignidad ligeramente dañada y componer un poco cualquier desperfecto ocasionado. Digo, finalmente el oyente (o lector) tenía que saberlo de alguna manera.
Un sincero "lo siento" (también tiene que saberlo, así que queda escrito).

sábado, septiembre 6

El sueño de Armoise

Soñaba Armoise, sirena de largo rojo pelo rojo y muy rizado, que estaba en una pecera muy grande en un quinto piso. Soñaba con cabelleras enredadas, con besos con gusto a vino tinto, con palabras divinas que se hacían susurros, con nubes blancas que estaban por llegar y con luz que lo inundaba todo… Despertó sobresaltada porque la cremallera de su larga cola de pez se le había atorado en una escama cerca del ombligo y le lastimaba. Buscaba apresurada en el buró algo con qué secarse una única y prudente lagrima que el suceso le había ocasionado, cuando descubrió contrariada que su caja de kleenex-alga (que recordaba perfectamente haber dejado en su sitio, porque Armoise es muy pero muy obsesiva con ese tipo de cosas) había desaparecido misteriosamente durante su sueño. Decidió no darle más importancia al asunto y, después de arreglar la cuestión de la cremallera y el ombligo, volvió a prisa a dormirse para llegar justo a tiempo para el desayuno.

jueves, septiembre 4

Indiscutiblemente cielo

Una tarde de cielo mal pintado coloreaba el mar que cada vez se queja mas por la huida ineludible del verano. Como el trabajo se escapa detrás de los turistas, es bastante el tiempo que me queda para observar las pinceladas que escapan para los que tienen mucho trabajo (que no tienen tiempo de mirar pa’ arriba pues). En el grandioso (ironía total) horario que se le ocurrió a alguno de mis jefes, el miércoles está marcado que trabajo de dos a siete y de nueve a doce, así que en mis dos horas de ocio total me senté en la arena a observar cómo Lorenzo se iba a la cama. Hubiera querido tomar una foto, pero estaba demasiado embelesada por el cielo como para ir a buscar el celular (además no hubiera salido nada bien la foto). Pero lo más próximo a lo que hubiera fotografiado sería algo así: allá lejos dónde se acaba el mar, de color azúl (sin acento) marino oscuro, empieza el cielo de color azul grisáceo acielado. Un poquito más arriba a penas se alcanzan a ver unas nubes muy bien perfiladas (como las que dibujaría un niño [o Alan cuando se burla de mi firma y le pone nubes]) de color blanco cieloso agrisado, pero si no te fijas bien no se ven. Unos milímetros más arriba (no sabría calcular la distancia si no fuera en la foto) empiezan unas pinceladas gruesas de color blanco blanco, pintadas a lo loco y difuminadas con el dedo, en un fondo cielo azul cielo intenso, bordeadas con crayolas de color anaranjado y arosado que le dan al resto del fondo un resplandor como de filtro de lente de cámara, de esos que hacen las fotos más cálidas. Del lado izquierdo (ya fuera de la foto [porque no es panorámica]) hay unas manchas de color violeta, como si Dios (quién más habría pintado eso tan imposible?) hubiera limpiado el sobrante de pintura de la brocha ahí (una mezcla de todos los colores de la paleta del pintor).
Si yo lo hubiera pintado habría parecido innegablemente irreal, pero va Dios, hace de las suyas… y se ve un cielo tan… indiscutiblemente cielo.
Qué rico es mirar arriba y no perderse los detalles justo antes de que el pintor borre todo (o lo pinte de negro [salvo algunos puntos… y una gran bola blanca]) para empezar de cero mañana otra vez.

miércoles, septiembre 3

Que me frene el golpe

Tenía diez años cuando aprendí a andar en bicicleta. Nunca antes hubo tiempo para enseñarme (o bicicleta para el caso). Era una idea que me obsesionaba. Veía a los niños por la calle pedaleando y me daba una envidia… Soñaba con tener mi propia bicicleta y andar por todas partes con el viento soplándome en la cara. Era mi ideal de libertad, lo que los grandes sabían hacer y yo no. Lo peor era ir creciendo y ver a niños más chicos que yo en sus bicicletas… sin rueditas de apoyo!!! Existieron varios intentos de enseñarme con una bicicleta que me prestó mi dentista (que era mi vecino… primero mi dentista), pero era tan grande (la bici) (bueno, mi dentista era grande también) y el jardín de mi casa tan pequeño (aprender en la calle era demasiado peligroso según mis papás) que fue una tarea infructífera y lo único que conseguí fueron raspones, moretones y decepciones, pensando que nunca crecería lo suficiente para independizarme en una bicicleta.
Resultó que en Ramil, el pueblo de mi papá, había una bicicleta desvencijada que, además de carecer de frenos, le faltaban las cámaras de las llantas, o sea que prácticamente rodaba en el metal pegado a los radios. Una verdadera chulada pedalear ese trasto. Se me antojaba demasiado… y es que estaba tan rota que no la podía poner peor aunque me cayera. Así que un buen día tomé la decisión de aprender por mis propios medios a andar en bicicleta. Me monté en ella y antes de que pudiera poner los dos pies en los pedales, ya iba rodando calle abajo por el pueblo. No hizo falta que pedaleara siquiera. Yo iba agarrada al volante con todas mis fuerzas (y gritando con todas mis fuerzas) con el viento soplándome en la cara y tratando de mantener el equilibrio, mientras buscaba en mis archivos mentales una forma inofensiva de frenar, cuando, antes de encontrar el archivo faltante, me estrellé limpiamente contra la pared de la casa al fondo de la bajada (que conectaba el norte con el sur del pueblo) de Ramil, el pueblo de mi papá. Regresé tan orgullosa a la casa de mis abuelos… apoyándome en la bicicleta para caminar, con sangre en la nariz y con una sonrisota de victoria en la cara. No me había caído!!!, vamos… no hasta que me frenó el golpe. Yo sola anduve en bicicleta (unos quince metros por lo menos). Meses después me comprarían mis papás una bicicleta azul (hermosa… muy, tan hermosa…) en Portugal (que era más barato todo, según ellos [no podría asegurarlo]) y ya aprendería más en forma y con más calma a pedalear. Sin exagerar, uno de los más grandes logros de mi vida. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que sigo aprendiendo así, lanzándome hasta que me frene el golpe, y aunque la mayoría de las veces duele, la satisfacción que queda al saber que al final lo hice yo sola no se compara con nada (más que con el viento soplándome en la cara cuando ando en bicicleta). Se llama libertad.

lunes, septiembre 1

Tancat per vacances

Y me quedé sin estambre para tejer (aunque no tejo).

Estas pláticas...

... de politica catalana me aburren un poco... "no es lo que habíamos acordao"... Pero qué buena cena, por Dios!

viernes, agosto 29

Los 14

"Esta canción era mi favorita cuando tenía catorce!"... bastó esta simple frase de Alexia para que las lágrimas corrieran a mis ojos desde donde quiera que estén amontonadas cuando no hay ganas de llorar. Yo pensaba; “Andrea, por favor, contrólate, ve a tu lugar Zen…” Pero nada, no encontraba el camino al dichoso lugar y por más que me esforzaba no lograba aguantarme el lloriqueo… como cuando tenía catorce…
Todos los recuerdos de esa mala edad (mala por los recuerdos que duelen, no por que su naturaleza fuera realmente mala) vinieron corriendo y empezaron a dar vueltas alrededor de mí, cantando tonaditas de burla (algo así como ña-ñaña-ña-ñaaaaaa-ña). Y me inmortalicé con brackets de metal en la boca, peinada “de hongo”, rapada de los lados, con pantalones rotos, siempre callada, siempre triste. Confundida y triste. Con miles de conflictos de personalidad y preferencia, y triste. De verdad que no entendía nada. Fue en ese entonces cuando el tío Ángel (considerado por mí [no se si por alguien más] patriarca de los que tenemos la fortuna de pertenecer en primer grado a la familia Pérez) me habló sobre un libro, “Tus zonas erróneas”, que aunque ahora me dé toda la flojera del mundo, en ese momento sembró en mí algo muy importante: la importancia del amor por mí. Se que suena trilladísimo, hasta a mí me da risa escribirlo. Pero la verdad es que desde los catorce estoy en esa búsqueda… es por eso que ya no uso peinado de hongo, ja.
Muchas cosas feas pasaron por mi cabeza a los catorce, y hoy entre lágrimas llenas de vergüenza por que me vieran llorar, agradecí a Dios… (a Krishna, al Cielo, al Universo, a la Diosa, a Saint Germain o a cualquier deidad o ser luminoso al que deba yo estar agradecida) por haber crecido y ser capaz de decir que nunca he sido tan feliz como hoy (llevo dos años usando esa misma frase todos los días). Vencí a los catorce!!!

Dos plátanos en la L4

Estaban dos plátanos aplatanados… no, no me gusta, parece que voy a contar un chiste… Empiezo de nuevo…
Dos plátanos aplatanados en el segundo vagón del tren de las 11 pm de la línea cuatro del metro de Barcelona. Al principio no les puse atención y sólo pensé: “vaya, dos plátanos aplatanados…” Pero por alguna razón (más allá de mi entendimiento)… (o pensándolo bien…), que ahora me parece entender: no me gustan los plátanos… nada… ni un poco… ni su forma, ni su color, ni su olor, ni su consistencia, mucho menos su sabor… (por lo general pongo más atención en o que no me gusta que en lo que me gusta [inconscientemente, claro está]), los observé con mayor detenimiento.
Dos plátanos esperaban junto a la puerta del segundo vagón del tren de las 11 pm de la línea cuatro del metro de Barcelona. Muy juntos, tratando de darse calor y protegiéndose de una constipación casi segura a causa del aire acondicionado, cuchicheaban en voz baja, casi inaudible para cualquier ser humano, sobre la manera de alcanzar el botón de la puerta para bajarse en la estación de Maragall. Yo los escuché porque no tenía nada que hacer y en verdad puse mucha atención. Me sorprendió encontrarlos en la línea amarilla, justo la que llega a Maragall (bueno, la azul también), ya que, como todo el mundo sabe, los plátanos ven todo de color amarillo, en distintas intensidades (como en escala de grises… sólo que en escala de amarillos). Seguramente les dieron la ruta anotada en un papel o algo, explicándoles que tenían que ir por la línea cuatro… así que lo del amarillo probablemente fue sólo una coincidencia.
Eran plátanos maduros, de amarillo intenso y barba cerrada. Me pregunto cuánto tiempo llevarían ahí… tal vez subieron cuando eran aún verdes e inmaduros (cuando veían todo verde). Cuántas veces habrían ido de un lado a otro por la línea cuatro tratando de llegar al botón (verde al principio, ahora amarillo) justo en la estación de Maragall.
Yo bajaba en la misma estación color plátano, pero no dije nada. Me dio pena hablar con dos plátanos desconocidos, o peor aún, levantarlos y ayudarlos en su huida (cito: “no me gustan los plátanos… nada… ni un poco… ni su forma, ni su color, ni su olor, ni su consistencia… [el sabor sale sobrando en esta acción]). Así que permanecí sentada hasta que el tren se hubo detenido por completo en la para de Maragall y salí corriendo por otra puerta haciendo como que no los veía.
Me sentí un poco mal después… cuánto tiempo más pasarían ahí?... tal vez hasta que vieran todo negro… Pero bueno… caminando a casa reflexioné que nosotros, los humanos, creemos erróneamente que somos la causa de lo que sucede, ocasionándonos un sufrimiento inventado e innecesario… y yo pienso que las cosas ocurren por sí mismas… o estoy en el proceso…
Esos plátanos y yo no teníamos nada que ver.
(Basado en hechos reales)

"Proceso:

es el tiempo que te das para estar suficientemente seguro para afirmar que lo que ya sabes es verdad." ... y ya no pude seguir leyendo...

martes, agosto 26

El juego de perder

Creo que el nombre de mi blog debió haber sido otro. El tema es recurrente. Me olvido de ella durante el día, pero cuando despierto me doy cuenta de que sigue ahí. Aprovecha mis horas de sueño para echárseme de nuevo encima. Abro los ojos y pienso: “buenos días melancolía, todavía por aquí?”.
Leí que la Valentía no es vivir sin miedo o lanzarse de cabeza a realizar cualquier acto impulsivo sin medir las consecuencias. La Valentía es vivir la realidad, cruda, sin vestido ni pantalones. No es que pierda toda su belleza al vivirla de ese modo, sino que la belleza de la vida se vuelve tangible y dejas de vivir la perfección que vive sólo en tu cabeza, la que no es real. Me quito la ropa y dejo que la vida me vea también como soy, y entre las dos creamos una realidad digerible que tenga cosas bonitas y no tan bonitas (para poder valorarlo todo). Esa vida que tanto me enseña. Que me da todo el material didáctico para que estudie y que en las evaluaciones me mira pacientemente cometer el mismo error una y otra vez. Yo estudio, estudio mucho. Leo, hago ejercicios, resuelvo problemas. Repito que uno mas uno es igual a dos. Una y otra vez: “uno mas uno igual a dos, uno mas uno igual a dos… claro, uno mas uno igual a dos”. Y cuando viene el examen… 1.- Responda, de forma clara, las siguientes preguntas: A. ¿Cuánto es uno más uno?... y yo, bien segura de la respuesta, escribo tres… ¿Cómo aprobar el examen si siempre escribo TRES!!!???... maldición…
Por alguna razón que no comprendo, me empeño en jugar un juego bien conocido para mí, un juego que no se jugar y en el que siempre salgo perdiendo. Lo veo venir. Invento historias en mi mente, historias que repito una y otra vez hasta que me las creo… y así vivo en otro mundo, en la irrealidad de mi realidad, en mi cobardía. Hoy he decidido (otra vez) no jugar más ese juego y buscar otro más divertido, o por lo menos donde no pierda siempre. O tal vez simplemente debería aprender a jugar este estúpido juego y ganar de una vez por todas.

lunes, agosto 25

"Mierda...

... mierda. Se me ha caido un diamante de las gafas en los macarrones"
- Marty, en Grease España (o sea Licha, en Vaselina México)

Tan verde que era (como la del mismísimo Chapultepec)...

... saltamos la barda. Corrí con todas mis fuerzas y me escondí debajo de un arbusto, muy quieta. Desde mi escondite pude escuchar una voz que decía: “Hey! Qué hazzzé ahí!?”. Todos corrieron despavoridos y saltaron la barda (de regreso). Desde mi escondite pude observar a Aina, que, muy quieta, se escondía detrás de un árbol a unos metros de mí, cuando el guardia, con una voz de no haber dormido en semanas, dijo: “si zu salí da-ahí, zu borro de la cámara” (entiéndase: “si salen de ahí, los borro de los registros videográficos que tengo grabados en mi oficina de guardia”). Entones, la traidora de Aina, sale corriendo y salta de barda (de regreso). Yo, como estúpida, sola, pecho tierra, detrás del arbusto, sondeando el panorama que me permitiera una retirada airosa del campo de batalla, mientras Pau gritaba: “Andrea, ostia!, sigues ahí?!”… no me quedó más remedio que saltar la barda (de regreso)… nada de “glamour”… curioso que llevara unos pantalones militares. Nos reunimos del otro lado de la barda (asumiendo que el guardia nos borraría de los registros) y discutimos el “Plan B”. Ni modo, si volvíamos a saltar la barda (de ida), el guardia, muy probablemente, no nos borraría de los registros… qué hacemos?... ya se!!! Por qué no rodamos como croquetas por el césped?”… brillante sugerencia de Pau… Y así, Aina, Pau y yo, como unos “críos” (niños, para mi gente de Latinoamérica), estábamos rodando cuesta abajo por el pasto empapado que rodea al Parque del Laberinto de Horta, cuando a Germán, el novio de Aina, se le ocurre la super brillante idea de jugar golf… “Oye, que tengo unosh palosh de golf y unash pelotass. Estaría super divertido jugar aquí” (tono shuper sarcástico). Y Andrea, absteniéndose de participar en la tan animosa idea de un deporte “tan” entretenido (tono shuper sarcástico), observaba divertida como los compañeros de La Misión: “Entremos al Parque del Laberinto de Horta a las dos de la mañana (sin permiso)” golpeaban la pelota que se escondía entre el pasto crecido (y empapado) que rodea al Parque del Laberinto de Horta.
Mojados, un poco bebidos (ellos, yo sería incapaz)… (tono shuper sarcástico), y yo con varías heridas de guerra, regresamos cada a uno a sus hogares en el auto (nuevo) de Germán (el novio de Aina [que ojala no se de cuenta de que se me cayó medio cubata en el asiento de atrás]) (de regreso). Alexia también estaba, aunque no sea mencionada en la historia (estuvo un poco al margen de los hechos). Muy divertido trade-noche. Me sentí de doce años… “soñé cosas bonitas”.

jueves, agosto 21

Dos años de soledad

En días como hoy yo adoptaría mi filosofía de que habría que tomarse todo el alcohol del Baba Cool para que no se haga rancio. El verano quiere despedirse y los días van nublados a la mitad, por lo que el tráfico en la playa va disminuyendo. Hay que volverse ingenioso para no aburrirse después de haber agotado las tareas realizables durante el día (limpiar muebles, ordenar botellas, rellenar neveras.. blah, blah, blah).
Terminamos el día hablando de la energía que hay en todo, Suso (el arquitecto), Ania (la bióloga) y yo (la… mercadóloga, cantante, actriz…), cada uno defiendienzo su punto de vista desde su propia perspectiva. Con dos mojitos encima, me deshacía en conceptos que ni sobria podría explicar, no por venderle a nadie mis creencias, sino por clarificar los conceptos para mí misma. Terminé contando mi vida (algo resumida), y me di cuenta de lo cruciales que han sido estos dos últimos años. Es que no dejo de hablar de eso, por Dios!!!. Cuando hablo de mí, siempre empiezo diciendo: “es que los dos últimos años blah…”. Decido que esta es la última vez que utilizo esa frase… pero es que no puedo creer todo lo que me ha sucedido en los dos últimos años… Cómo puede cambiar todo tanto en tan poco tiempo? Qué vida tan distinta tengo y qué persona tan diferente soy… en todos sentidos. Tantos cambios me obligan a desapegarme del pasado, aún inmediato. Ahora busco dejar de especular sobre el futuro y ser indiferente ante el presente. Simple y puro equilibrio, el regocijo ante lo breve, la alegría de la soledad. Me la paso bromeando (de esa bromas que no me salen porque soy mala para bromear [todo el problema radica en mi cara de seriedad inmutable]) diciendo que no tengo amigos y todos me aconsejan que debería meterme a algún grupo de algo para conocer gente… qué deprimente… si me metiera a algún curso o grupo de cualquier cosa, más que para conocer gente sería para aprender algo que desconozco… yo no quiero ir detrás de la gente. Obvio las relaciones humanas van implícitas en cualquier actividad social que desempeñe, sea trabajo, estudio o cualquier cosa que involucre a alguien más… además de mí pues. Se que lo humano es lo que enseña, lo que sana, lo que llena, pero también se que hay momentos para todo y que es tal vez mi momento de soledad, de reflexión sobre mí misma… Y sí, creo que es cierto que podemos darnos cuenta de quienes somos a través del espejo de los demás, pero también intuyo que llevo demasiado tiempo viéndome a través de ojos que no son los míos, tratando de complacer corazones que no me pertenecen y alimentando egos que nada tienen que ver conmigo… así que tal vez estar sola no esté tan mal. Que a veces me gustaría tener más abrazos: sí, pero tal vez ya es hora de que yo misma me apapache un poco, y si hubiera alguien más que lo hiciera probablemente yo no lo haría. Finalmente todo en esté plano es cíclico, la mayor parte de mi vida he estado rodeada de hermosos seres humanos… y no tan hermosos también… qué son dos años de soledad contra una vida entera de compañía?

viernes, agosto 15

Ochenteradas

Qué solo(a)... (oa) puede estarse en un antro de ochenteradas. A pesar de la masa que baila, de los amigos que rien, de mi yo misma que baila y que rie... Sola yo en el gentío bebido, sola yo bebida bailando ochenteradas... pasándola bien... con el corazón estropeado...

jueves, agosto 14

Maldición...

maldición, maldición... por no checar mi horario, me equivoqué y llegué a trabajar dos horas antes. Tan lejos de todo, no tenía caso irme a ningún lado, así que me puse a hacer cosas de provecho, no sin antes instalar mi mala cara por haberme perdido dos horas de cama que me habrían caído tan bien. No pude evitarlo, la verdad es que se me da trabajar… aunque eso de regalar horas a una persona tan avariciosa como mi jefe no me hace tanta gracia. De cualquier forma estuvo bien, porque la pobre de Susan (Zuzanne, Susane… Susana pa’ los cuates, pues) no se sentía muy bien y le tocaba abrir sola, así que entre las dos hicimos las cosas mejor.
Qué increíble sensación poder compartir con alguien de México lo que estos viviendo aquí. Paco me seguía con su cámara por el bar, tomado fotos y video de todo lo que hacía… me sentí tan contenta hoy! Es una sensación rarísima… como si necesitara que alguien que me conoce de años confirmara con su presencia la existencia de mi vida en un contexto tan ajeno a mi realidad cotidiana… y ahí estuvieron Paco y Oscar haciendo más real mi realidad actual.
No hubo mucho trabajo hoy, gracias a las nubes que nos dieron un poco de descanso del calor que nos venía ahogando. Así que todo tranquilo. Terminamos temprano y caminamos con Aina (Aina: dícese del nombre [que me ha costado mucho aprenderme a pesar de ser tan fácil] de la jovenzuela que trabaja en el O’Pollo, muy simpática por cierto, con la cual coincido varios días en horario y en momentos de aburrición nos hacemos compañía. Le gustan harto los mojitos [mis mojitos, no se si otros]) un rato. Aina se fue a medio camino en el N8, y, un poco después, yo en el siguiente N8. Mañana sí entro a las 12, así que repondré fuerzas. Me duermo ya… zzz…

miércoles, agosto 13

La Fuente Mágica (apagada) de Montjuic

Definitivamente Barcelona sabe mejor con tres pares de pies. Paco y Oscar recorren conmigo las calles del Borne y el Bárrio Gótico, con sus balcones de barbas verdes (que me encantan y nunca había notado [definitivamente tengo una fijación con las barbas]). Ahora sí que me siento turista… y pienso que no he aprendido nada. La felicidad utópica de ser a pesar de la soledad, me parece aún muy lejana. Se la teoría, pero en la práctica no sale bien todavía. Pateo, lloro, quiero gritar… quiero cantar (le)… no se a quién… a ese quién que se esconde, que se asoma desde la ventana, que al verme corre y da la vuelta a la esquina sin mirar atrás… pero bueno… en dónde iba?
Paseamos por Gracia, vimos (ví) tiendas lindas, tomamos un café en un bar (yo café, ellos mojito) y si hubiéramos tomado precauciones (o con tan sólo haberlo reflexionado un poco), hubiésemos sabido que los martes no se enciende La Fuente Mágica de Montjuic (funcionando a partir de los jueves, a las 21:00) y no habríamos hecho toda la travesía desde Gracia hasta allá. Henos ahí, tomándonos fotos como despistados turistas (lo que éramos, somos), pasando calor y haciendo tiempo… ja-ja… ilusos. Faroleábamos frente a la cámara, recordábamos viejas fotos (donde Paco ponía la mano en la cangurera de Pamela para tapar al “Tiger” que, según él, arruinaba la foto [la verdad es que yo concordaba]), y yo cantaba fuerte para que la gente se nos quedara viendo y a Paco le diera pena. En cuanto caímos en cuenta que el asunto no iría a más, nos encaminamos a Plaza Catalunya y de ahí caminamos al Viena, en la Rambla, a comer un bocadillo (mmm… Frankfurt con cebolla y queso [como para agarrar a besos a alguien]). Después nos perdimos (soy experta) por el Rabal y el Gótico (ahora de noche) y comimos unos pinchos por ahí en otro barecillo (el bocadillo no fue suficiente). Me fui temprano porque mañana me toca abrir el Baba Cool (de nuevo me cambiaron el horario) y no quiero llegar ya cansada desde temprano. De cualquier forma se que esta semana va a estar algo pesada porque andaré turisteando con mis otros pares de pies y muy probablemente salgamos de fiesta más de una noche (por más que trato, no se me da). Pero bueno, estoy contenta porque están aquí, porque son caras conocidas, porque adoro a Paco, porque Oscar es un amor, porque tenemos buenas pláticas, porque a tres pares de pies se camina mejor y a tres pares de ojos se ve todo más lindo.
Termino el día escribiendo y escuchando a Feist… cultivando auditivamente la melancolía ya de por sí creciente sin necesidad de abono.

lunes, agosto 11

Pau Prats (o Peter Pan)


Y bueno, había estado esperando a tener una foto de él solo para dedicar un post completo a Pau, que bien lo tiene merecido. No porque él lea el blog (que de hecho nunca se ha metido), sino porque bien vale la pena dar a conocer un factor fundamental de mi aventura por esta tierra catalana (él es el factor más pero más fundamental en mi aventura hasta ahora).
Pau es un sobreactuado, como yo… como todos mis amigos… y por eso se que encajaría perfecto en mi circulo mexicano sobreactuado. Le encanta contar historias con muchísima chispa (o sea que sobreactúa cualquier historia para hacerla más interesante). Me cuida y me consiente muchísimo. Me lleva de paseo en su moto. Me presume con sus amigos (como si yo fuera quién…). Me hace de cenar delicioso (lleva tantos años en la hostelería que le sabe bastante bien al negocio) y cosas super estrafalarias (como rollitos vietnamitas a las 4 de la mañana)… (ninguna cuestión congelada, eh... desde poner en remojo las hojas de arroz, hasta preparar el relleno… complicadísimo). Se emociona cuando hace algún arreglo en el departamento (piso para él) a mi favor… desde pintar mi cuarto hasta poner un insignificante incienso. Le encanta el incienso. Le encantan los musicales. Es muy espiritual (a su modo)… (como todos, diría yo). Un niño de trece años atrapado en un cuerpo de adulto (básicamente como todo el género masculino mayor de veinte). Obsesionado con Peter Pan (dice que él es Peter Pan)… (sobreactuado, dije). Ama a su perro (Fox) por sobre todas las cosas (o perros, más bien)...(tienen el mismo carácter [no me sorprendería que Fox se creyera Peter Pan también]). Le choca ver películas en inglés (vemos alrededor de tres películas a la semana y hemos hecho un acuerdo de ver una doblada y una en el idioma original, y así… [las que son originalmente en español no cuentan]). Siempre me incluye en sus planes. Siempre habla de más. Siempre me apaga el ventilador por las mañanas con la excusa de que me voy a constipar ("yo lo digo por ti...")(y a partir de ese momento no puedo dormir más por el calor). Habla un dialecto extraño producto de catalán, valenciano, castellano y mexicano. Dice güey, chance y alguna maldición en mexicano que no recuerdo ahora (la dice tan natural que no me brinca). La palabra que más dice es “perdona” (siempre que quiere dar énfasis a lo que va a expresar). La segunda palabra que más dice es “prou” (que es “basta” en catalán [ Fox, prou!!!]). Le gusta mucho el picante (le encantó mi salsa especial para “chopear” palomitas [valentina, chamoy, limón y consomé de pollo… pero le picó demasiado]). Opina que los mexicanos comemos demasiado queso (y que es por eso que me salen granos [según el doctor Mario Alba, destacadísimo dermatólogo al que he recomendado a todos mis amigos, la comida no tiene nada que ver con los granos, pero Pau no me cree]). La verdad es que hay mucho que decir sobre Pau… y ya son casi las cuatro de la mañana… supongo que no será la última vez que hable de él, así que ya habrá más ocasiones. De cualquier forma, cualquiera que me conozca, sabrá que Pau es especial. Simplemente ha allanado mi camino por Barcelona muchísimo y me siento super agradecida con él. Me siento super agradecida con todo lo que va apareciendo por mi camino. Y bueno… nada más por el momento. Bicos (en gallego).

jueves, agosto 7

El autentico corazón de la tristeza

Cualquier situación, por más alegre que sea, siempre implica un cierto grado de tristeza para mí. Siempre ha sido así. Pensaba que la tristeza era una característica que me hacía ser quien soy, parte de mi personalidad... pero después de leer un capítulo del libro en turno he llegado a la conclusión de que va más allá, no sólo es parte de mi personalidad, sino de mi esencia. Se que “esencia” es una palabra super trillada, pero profundizando en lo que realmente es, eso intangible, sin forma, que soy yo, desde el principio, y que seré más allá de la muerte, eso que no muere, me doy cuenta de que la tristeza es algo más profundo, algo no aprendido, que está alojado en mi corazón y que forma parte de esa bondad fundamental que me define como ser humano.
Según Chögyam Trungpa, el corazón triste es un corazón despierto. Un corazón que está dispuesto a afrontar el estado anímico y así elegir. Un corazón que abre los ojos al mundo y siente una profunda tristeza incondicional porque está completamente al descubierto. Un corazón guerrero.
El autentico corazón de la tristeza proviene de la sensación de que nuestro inexistente corazón, ese que si metemos la mano en el pecho no vamos a encontrar, está totalmente pleno. Y esta vivencia del corazón triste y adolororido es lo que genera la intrepidez, esa que surge a partir de la ternura, de dejar que el mundo roce nuestro hermoso corazón, sin resistencia ni timidez, y compartirlo. ¿Quién dijo miedo?... yo digo miedo todos los días, pero eso no me hace cobarde. Valiente no es el que no siente miedo, sino el que actúa a pesar de él, el que salta al vacío confiando en que la red aparecerá. Sigo cayendo, tratando de agarrarme de ramas y raíces, pero se que en algún momento esa red que tanto tarda, emergerá de la oscuridad.

lunes, agosto 4

Dos meses

Justo hoy, hace dos meses que subí al avión y me adelanté ocho horas en el tiempo. Qué mala costumbre la mía, la de contar el tiempo, de hacer de cada fecha un aniversario aunque sea se meses. Pero bueno, hace dos meses ya… o apenas, según… Cada día me despierto buscando mi cortina azul para ver si ya es de día, pero dejo de buscarla inmediatamente porque la luz inunda mi cuarto y me doy cuenta de que no hay cortina azul ni cortina alguna.
Todo es diferente en el Baba Cool. De las personas que conocí cuando empecé a trabajar ahí sólo queda uno, Suso (Pau no cuenta porque él trabaja tanto en el restaurante de al lado [restaurante de al lado: “O Pollo”.- dícese de un restaurante en donde se sirve eso, pollo. Del mismo dueño del Baba Cool, bar que nació de un pedazo extirpado al O Pollo] como en el B. C.). Después de él, soy yo la que lleva más tiempo trabajando ahí! Han desfilado ya bastantes personas por acá, pero parece que el equipo se va consolidando ya, y somos: Suso (gallego, un amor), Valerie (francesa mal encarada y de español simpático, que ha ido agarrando confianza y ahora no es de tan mala cara), Manu (sueco, muy despabilado, me encanta trabajar con él porque es super eficiente), Alexia (catalana, hoy cumplió veinte años, un bebé), Zuzanne (no estoy segura de que se escriba así) (eslovaca, dice que tengo un “tricky left eye that gives me a witch look”, y me preguntó en que chicle me salió mi tatuaje del brazo), Sebastián (chileno, sushi chef, de los mejores makis que he probado), y Andrea (mexicana, bartender que canta todo el tiempo, cuyo ojo izquierdo, algo mañoso, le da un aspecto abrujado).
Existen palabras muy simpáticas por aquí. Mi actual favorita: picatostes, en mexicano: croutones (sí, los cubitos de pan frito para la ensalada). Cuando la aprendí no podía dejar de usarla (llegué tarde, perdí el picatoste… o me voy a conectar al picatoste… o tengo que preparar un picatoste con mucho hielo…) para todo. Ahora voy por la vida repitiendo frases y palabras que me parecen graciosas al azar, como: “ostia tio que pasada picatostes almohadilla escalibada”.
Pau se fue de vacaciones a su pueblo una semana. Me quedo sola en el depa… sola con Fox (recuerdan al perro?)… que anda tristeando por los rincones, aullando con las sirenas de las ambulancias… Todo se siente muy tranquilo, casi aburrido. La verdad es que me siento algo solita... y extraño más lo de allá.

miércoles, julio 30

Artemisa Pimpante (o la alegre viajera) parte dos

Yo le explicaba (a gritos) que eso era lo que quería, pero el hombrecillo sólo me regañaba (a gritos). Me desesperé tanto que salté… y comprobé que era sólo dos metros los que me separaban del piso… y como la torre tenía forma cónica, pude saltar a la vertical y correr torre abajo hasta el piso, saltando en el camino una cabeza de serpiente. Llegué junto al guía-poli (su gafete había vuelto a cambiar de palabra) y traté de explicar lo inexplicable: cómo había llegado a la punta de la torre (alta al principio, chaparra después). Le hablé de mi vuelo, de la hoja que comí mientras caminábamos por las calles estrechas por donde no caminaba nadie más que nosotros (los turistas desaparecieron hacía ya un rato). El me hablaba tranquilo, pero no puedo recordar sus palabras (sólo su tranquilidad). Tenía la impresión de que me guiaba por lugares donde no iban los turistas… y todo tomaba un aspecto cada vez más antiguo. Me dijo: -te voy a llevar a un lugar a dónde no van los turistas- (lo sabía!, pensé). Y tras doblar en una esquina de piedra naranja, me encontré frente a un mar revuelto bajo un cielo revuelto que amenazaba con llover. Gaviotas algo violentas volaban sobre nosotros mientras hablaban entre ellas en su idioma (supuse que era su idioma, nadie más [ni el guia-poli ni yo] las podía entender). En el suelo, que era la orilla, había gaviotas-paloma moribundas que pedían ayuda (no se si era eso lo que decían, me dio esa impresión porque extendían su alita hacia arriba y hablaban bajito)… no sabía si se atacaban entre ellas o el mar revuelto las había golpeado y arrojado al suelo-orilla. Había dos mujeres vestidas como típico ballenero (no es que haya visto uno, pero en las películas traen botas de hule y gruesos abrigos de tela gruesa… y de apariencia rasposa, con un sombrero tipo paraguas que cae hacia abajo y sólo mantiene arriba la parte de enfrente [como si el peso de la lluvia le ganara y la fuerza del viento le pegara por adelante aplastándolo contra la frente]). Levantando su voz sobre el escándalo de las gaviotas, me decían que ese lugar era una reserva para ese tipo de ave, que no existía en otro lugar, y que tuviera cuidado porque eran peligrosas. Pase con cuidado, esquivando los cuerpos con alitas hacia arriba y tratando de recordar si había estado ahí antes (tenía la impresión de haber estado ahí antes). Di la vuelta a la esquina y me encontré de nuevo en la ciudad anaranjada bajo un cielo azul cielo. El guía estaba aún conmigo, pero ahora de alguna forma se había convertido en Doña Encarnación, mi mamá (sin ropa de guía, ni gafete de guía, ni gorra de poli). Ella me explicaba que en esa ciudad el arte se reciclaba, es decir, si una obra de arte por algún motivo se dañaba, se reutilizaba para crear otra que expresara algo totalmente distinto. Caminábamos por las calles en donde se reciclaba el arte, admirando obras creadas a partir de restos de otras obras. Yo reflexionaba sobre eso y trataba de encontrar alguna metáfora oculta que pudiera acercar lo que veía a una aplicación práctica para engrandecer mi espíritu. Cerré los ojos y desperté.

martes, julio 29

Variaciones de un error de julio

Cuando Mery me dio Reiki (y algo muy interesante llamado Magnified Healing) me comentó que vendrían muchos cambios… mmm… -MÁS!!!!!- pensé. Y sí. Hizo falta sólo un fin de semana para que los cambios se hicieran presentes (que bueno, finalmente todo está cambiando todo el tiempo, esa es la única constante de mi vida…). Fermín dejó de trabajar con nosotros en Baba Cool. No me corresponde comentar los detalles. Fue un error inocente de su parte y una decisión demasiado drástica del dueño. Pero bueno, creo que siempre lo que sucede es para salvarte la vida, así que qué bueno que le salvaron la vida a Fermín y ahora se abre una ventana para encontrar algo mejor. Me dí cuenta que el polo opuesto de la inocencia es la malicia, y que cualquiera de los extremos recibe el mismo castigo. Tengo que desarrollar un poco de malicia para acercarme al medio.
Pues con la novedad de que, en teoría, soy la encargada del Baba Cool. Ahora, además de trabajar mucho, me toca ordenar un poco (ordenar de poner orden y de dar ordenes también) (con lo que me gusta a mí dar ordenes y ordenar!!!!) (sí, soy como Mónica de Friends, tal cual). Por lo cual cambia mi horario (otra vez. Ya van tres…) y ahora me toca trabajar todos los días de cinco al cierre. Tengo mis propias llaves del local y buena idea de cómo funciona todo. No es que tenga poder de ninguna manera, porque el mero mero sigue siendo Pau… digamos que yo me veo como su número dos. Su ayudante. Hasta me consultan para contratar a nuevas personas, y yo les tengo que enseñar… jeje, qué tal? Con mi gran experiencia en la materia, ja. Ahora, puedo asegurarles que no he probado mejor piña colada que la que hago yo, y el domingo probé por primera vez un mojito hecho (con amor) por mis manos (hinchadas) y la verdad es que me quedó bastante bien (el mejor que he probado fue uno de guayaba en Madrid, en un lugar que se llama La Tarasca… muy cabrón…). En teoría ya no me tocaría hacer el trabajo más pesado, pero creo que se predica con el ejemplo y la verdad es que me costaría no hacer de todo. Me terminaría aburriendo. Lo que sí, es que me voy a tomar todo con un poco más de clama porque de verdad que no aguanto... Ahora se me hinchan las manos como guantes de Mickey Mouse. Mis pies van mejor desde que decidí dejar de usar chanclas para trabajar (necesito estar con mis plantillas todo el tiempo).
Extrañé demasiado durante el fin de semana. El domingo se estrenó en México la obra que dejé para venir a la aventura. Cómo hubiera querido estar ahí sentada con todos para ver a Arturo y a Maru en el escenario. Para reírme mucho y tal vez llorar… (la vida apesta) la vida es nuestra (o no se cómo quedó al final) y nos toca decidir. Se puede tener todo, sólo que no al mismo tiempo. Yo decidí. Y aquí estoy, tomando el fresco (del ventilador) en mi cuarto, con la ventana abierta que da al interior del edificio, por donde me llegan todos los olores de cocina. Huele a gambas, a sofrito… Y se me abre el apetito. Voy a hacerme unas quesadillas con chipotle (del puro coraje). Compré ayer ;)