-- Desde Armoise iPimpad
The past is a foreign country. They do things differently there.
domingo, septiembre 11
El plan (a)divino 11/11
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sábado, septiembre 10
En busca del pan filosofal
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http://www.flickr.com/photos/gawatt/ |
La primera vez que puse pie en esa isla paradisiaca fue hace dos años, y en este tiempo han entrado a casa una cantidad considerable de artículos 'para hacer mi vida mejor'... lámparas incandescentes solares para jardín, picadora manual de acero inoxidable y cuchilla para siempre filosa, porta especieros-porta rollo-porta todo de sujeción sin clavos, parrilla antiadherente con área especial para raclette... y así.
Me vi incapáz de madrugar el día que salió a la venta el iPad 2 en el Fnac, pero este lunes estuve, cómo no, puntual a las 09:15 en la puerta del Lidl (con otras por lo menos diez amas de casa -yo ama de casa, Jesucristo vencedor...-) para felizmente (arrebatar de las manos si fuese necesario) hacerme de una panificadora. No es que sea el único lugar en donde se pueda comprar una, pero es que el precio, compañeros y compañeras, recompensa. Llevaba meses esperándola y finalmente estaba aquí, en algún lugar detrás de la gran puerta. Cuando finalmente abrieron, entramos todas en fila india directas a la isla. Éramos como una línea de producción umpalumpa en la que cada miembro sabe a dónde dirigirse. Conservando cada una la distancia prudente. Paso firme y presuroso hacia una vida de pan fresco en la propia cocina, de alquímia panadera en la que el pan filosofal varía cada día entre semillas de girasol, yogurt y chispas de chocolate. El pasillo de las galletas se hacía eterno. Un ama de casa salió de la fila y tomó la delantera por el pasillo de las conservas. Mierda! Voy en cuarto lugar. Cómo sólo haya tres, me cago. Y de pronto, en el extremo norte de la ínsula, un monticulo de hermosas panificadoras negro-plateadas. Había suficiente para todas, pero aún así me le cerre a un ama de casa que pretendía rebasarme por los embutidos. Quién se cree que es? Que espere su turno. Y cada una, orgullosa, con la ambiciada panificadora en el carrito como premio, en fila india umpalumpa hacia el pasillo de las harinas. Un ama de casa no pudo contener la emoción y compartió en voz alta: Por fin! Llevaba dos años esperándola! Las demás sonreimos disimuladamente, tratando de ocultar la propia euforia. Insulsa barra de pan, nunca mas. Larga vida al pan de molde hecho en casa.
domingo, junio 12
Lacitos de colores
jueves, febrero 24
Eres uno mas

Ubiquémonos compañeros. El tener la oportunidad de hacer lo que a uno le gusta, que resulta ser el sueño de casi todos los niños y del niño interior de casi todos los adultos, no te pone un escalón arriba de nadie. Te hace una persona afortunada, no una mejor persona, no una más valiosa persona. Que puedas mostrar tu talento o no talento a millones de personas no confirma que tienes lo que presumes. Lo más probable es que en cuestión de meses (o días) seas olvidado. ¿Dónde queda la humildad del inicio, cuando dabas lo que fuera por llegar a donde estas? Que lo que debía ser agradecimiento se convierta en mamonería es triste. Hay que mantener la perspectiva, la objetividad. Al fin y al cabo eres un@ mas de la masa que ve la televisión, sobre todo reality shows. No eres diferente.
imagen: http://www.flickr.com/photos/grrrrr123/
jueves, agosto 5
¿Eres Budista?

- No...
-¿Entonces por qué no quieres matar a la cucaracha?
Ya se, ya se. Voy a sonar super radical con esto, pero... es necesario ser budista para justificar el respeto a la vida? aunque sea una vida pequeñita? aunque no pueda evitar sentir repulsión ante esa vidita? No pretendo ser una santa ni mucho menos, pero antes no las mataba porque me daba asco y ahora simplemente me da compasión.
Estamos acostumbrados a matar a lo que nos estorba o incomoda. Se que hay grados y situaciones diferentes, pero todo puede empezar con una cucaracha. Si me estorba la araña o la cucaracha la mato. Si me estorba la serpiente que se metió a la terraza, la mato. A la rata que me da miedo, la mato. Al perro que se ve amenazador, lo mato. No, y además ya hay un chingo de perros en la calle, qué hacemos con ellos? Y la escala puede ir subiendo... son sólo distintos grados de una misma actitud. Me estorbas, me incomodas, me das miedo... te mato. No digo que no volveré a pisar un bicho, digo que si puedo evitarlo lo haré, porque puedo seguir viviendo con esa presencia aunque me incomode. Creo que es suficiente decir que mi conciencia no me lo permite. Y no practico ninguna religión.
miércoles, julio 7
Sabiduría a golpes
viernes, junio 5
La balanza cae a los números positivos. La actitud es mucho mejor que al principio. Sigo aprendiendo un poco a trancazos y poniendo un poquito de esfuerzo extra para disfrutarlo todo (que, como dice mi madre, es mucho… y de cualquier forma siempre me va a faltar algo). Se que algo no funciona bien en mi cabeza, se también que a todos nos falla algo, así que no soy tan especial… o soy tan especial como cualquiera :) Me doy cuenta de que mi esfuerzo constante por definirme es un desperdicio, porque son tan volátiles… sólo son válidas en el momento en que salen de mis dedos o de mi boca… y ya está, ya cambié otra vez.
domingo, abril 19
Let the right one in
sábado, marzo 7
Bizarro
Vuelvo al cielo. No los hay como en Barcelona. Un azul celestial. El contraste con la arena de la playa es como para ponerte a llorar. En la barra del Baba Cool, ¿por qué no?, Javier Bardem tomándose una botella de agua y Andrea un café con leche. La playa llena de gente con la chamarra puesta y gafas oscuras. El tímido sol apenas empieza a quitarse el abrigo.
Me monto en la bicicleta y pedaleo a ritmo de Regina Spektor, esquivando peatones en pleno paseo dominical (es sábado, pero decir “sabadal” o “sabadero” no ilustra tan bien la actitud peatonal del día). Agradezco los colores y digo: “no mames, qué colores!”, pero ni yo misma me escucho porque Regina me va cantando al oído.
La vida tiene un sentido del humor espectacular. ¿Cuándo aprenderemos a aflojarnos la corbata?. Nada es tan serio como parece. Nada. Si fuéramos capaces de aceptar el momento tal y como es, alcanzaríamos la perfección. Dejar de forzar la cerradura y estar alerta. Sonreír por lo que es y lo que no fue. Porque al final todo es perfecto como es. Porque la vida tiene colores maravillosos. Porque nada es lo que parece. Porque tardé sólo veinte minutos en llegar a casa y me reí de la broma.

viernes, marzo 6
Los caminos desaparecieron
Después de tanta lluvia, no había voluntad humana que lograra hacer retroceder a la maleza que se comía los caminos a grandes bocados. Cada hoja cortada, cada rama herida, volvía a brotar a las pocas horas con más impulso y frondosidad que antes. Ni siquiera se presentían los caminos detrás de tanta espina feroz que inundaba lo que antes conducía a las granjas, a la fuente o a la iglesia.
La noticia llegó con cierto desfase a los de en medio del lugar. Las vacas de la señora Herminda llevaban varias semanas sin querer salir de paseo por no mojarse las patas y yacían echadas perezosamente en la oscura cuadra, tiradas a la buena vida y espantándose las moscas. Cuando acabaron finalmente con la paja de reserva y no quedó mas remedio que buscarse el pan (o el pasto en este caso), no fueron capaces, con toda su sabiduría animal, de encontrar el camino a sus prados favoritos, porque la hierba mala lo había inundado todo.
Los del fondo del lugar, con tanto alboroto causado por la llegada de la única radio al pueblo, curiosamente la última entrega del cartero cuando aún habían caminos, no se enteraron de la emergencia hasta que no tuvieron más remedio. Don Luginio trató en balde, él solo, mientras los demás escuchaban las noticias de los problemas de cualquier otra parte, de librarse de la maraña espinosa cuando intentaba llegar a la fuente; pero cada paso cortado, cada metro limpiado, se convertía en por lo menos dos o tres de nueva espesura amenazante que le llegaba cuatro palmos arriba de la cabeza (y mira que el Señor Luginio es alto). Y así, los de arriba, los de en medio y los de abajo del lugar, se quedaron indiscutiblemente aislados del resto, de los de afuera del lugar.
Don David, del fondo del lugar número once, fue elegido alcalde, cabe decir que muy en contra de su voluntad, por ser el único que recibía noticias de afuera a través de su radio. Recaía en él tanta responsabilidad no deseada que, a la menor provocación, cambió su preciado artefacto vociferante por media docena de huevos que Doña Julia, de en medio del lugar número dieciseis, de muy buena gana, le ofreció a cambio del poder. “Mi reino por media docena de huevos”. Mas no habían pasado ni tres días cuando la insistencia de los vecinos porque se limpiara lo que solía ser el camino que llevaba al pozo, orilló a Doña Julia a ofrecer a la señora Herminda, de encima del lugar número veintitrés, el tan admirado radio rojo de bolsillo a cambio de no menos de dos litros de leche de sus vacas (antes perezosas y ahora hambrientas).
La señora Herminda, nueva alcaldesa y dueña de la única piedra de afilar existente en este desamparado pueblo (y ahora de la única radio también), pasaba los días afilando toda clase de artilugios a los que se pudiera sacar filo, no sólo cuchillos o tijeras, expresamente producidos para este fin, sino que hasta las cucharas, tenedores y agujas de tejer se enfrentaban valientemente a la mala hierba en manos de los resueltos vecinos. Con sus deberes de alcaldesa-afiladora y el cuidado de vacas convertido en mero pasatiempo, la señora Herminda se cansó de tanto compromiso sobre sus espaldas y ofreció su radio poderosa, junto con la piedra de afilar (que en menos de un mes había reducido su volumen a la mitad) y la alcaldía, a Don Pepe, de en medio del lugar número dos, a cambio de algo más de tres fardos de paja (lo que pudo conseguir).
El ayuntamiento siguió cambiando por lo menos cada tres días de lugar (o de calle), de arriba abajo y de abajo a arriba, siguiendo a la radio roja que de mano en mano aumentaba su valor, aún cuando con la sequía murió la mala hierba y montones de artificios de punta roma quedaron amontonados en las casas de arriba, de en medio y de abajo del lugar.
viernes, febrero 27
What's the matter with you, people?
lunes, febrero 2
No hay dinero mejor ganado
El punto de todo esto es que encuentras lo que no buscas, llega el beneficio cuando estas volteando pa' otro lado y los detalles lindos aparecen de la nada cuando haces el bien sin mirar a quien... y se siente taaaan bien.
Un aplauso para la comunidad de bandeja en mano y un jip jip urra al que inventó la propina!
domingo, enero 18
Aircraft safety instructions

En mis años de niña-niño aprendí no sólo a compartir, sino incluso a dar lo mejor al vecino. A comerme el pan de ayer y reservar para los invitados el de hoy (que al no haber invitados se convertiría en el de ayer al siguiente día [y finalmente me comería el pan de hoy... sólo que mañana... ¿?]). Ha resultado muy difícil a lo largo de esta tan curiosa vida mía sacudirme esa necesidad de complacer al que está al lado antes que a mí (la pobre, ja). Tras varios resorterazos en la frente, llega un momento en que la que maneja a Afrodita A (Sayaka Yumi [o en su caso, Kōji Kabuto a Mazinger Z]) pierde la paciencia y deja de pedir por favor, comienza a exigir el buen trato (ya merecido), el cuidado y la paciencia que han sido negados para un@ mism@ y regalados por toneladas a los demás. Si yo no me siento bien es imposible que pueda hacer sentir bien a nadie (o lo que es lo mismo: si no me amo no puedo dar amor [lo que doy tiene otros nombres y me engaño pensando que es amor… y doy "eso" sólo porque no se recibir... y no sabe recibir el soberbio... o sea que recibir es un acto de humildad... ¿?]). Vamos, que no puedo dar lo que no tengo, y ya está.
A paso de gallo gallina he ido tratando de enmendar lo que Armoise a tenido en falta la mayor parte de sus melancólicos días. Parece mentira que me haya tomado tanto tiempo darme cuenta, debería haber sido más inteligente… pero bueno, probablemente no sea cuestión de inteligencia sino de madurez (en el tercer piso todo tiene una perspectiva distinta, nada que ver con la inteligencia o el cúmulo de datos coleccionados durante décadas [no una ni dos]… así que debe ser madurez biológica). Hoy creo saber lo que Armoise necesita, lo que merece (Saint Germain!!!) y no aceptaré menos que eso para ella, porque es lo más importante que tengo… y ya estuvo bien de ignorarla… tan sólo es una niña (y le dan miedo los aviones).
lunes, enero 5
La ola decidió
No pidió permiso, simplemente tomó impulso y nado con todas sus fuerzas. La frenó el golpe. De lleno se estampo de boca contra la terraza, llevando mesas y sillas (y kilos y kilos de arena, además de litros y litros de agua) dentro del local. Decidió por mí terminar mis andanzas por el Baba Cool. Hasta aquí te trajo el río (o el mar, según el caso), dijo. Me veo obligada a extender mis vacaciones hasta que encuentre otro trabajo que ocupe mis días (o noches, quién sabe). No quedaron más de tres pasos de playa, parece zona de desastre, y hasta que no limpie el ayuntamiento tanto despapare y se reforme el local, no volverán abrirse esas puertas, mismas que metafóricamente siguen abiertas para mí si decido volver a trabajar ya en circunstancias más prosperas para todos.
Ahora no se bien qué hacer, no se qué tipo de trabajo quiero. Tal vez debería bajarme del ladrillo y no buscar lo que quiero, sino lo que haya, pero la verdad es que pa’ trabajar en algo que no me ilusione, mejor me tiro al paro (que no es lo mismo que a la bebida).
Los días por acá están muy fríos, yo no le se calcular muy bien al atuendo y a veces voy sudando y otras, la hipotermia amenaza, y la verdad es que no está Barcelona como para pasearla cargando ropa de más, así que un poco de frío sí aguanto (me hago lavados mentales pensando que así me mantendré joven). Pero bueno, nada que ver con el frío de Couzada, esas sí son “chingadeiras”.
Lo que le pido a los Santos Reyes: un trabajo que me guste, un buen sueldo para pagarme mis caprichos (clases de guitarra, yoga, cafecito en el centro…), una obra de teatro (en la que yo salga), unos ojos que me miren bonito y muchas sonrisas que me alcancen para todo el 2009.
martes, diciembre 30
Tu cielo

Llegas a tu cielo un viernes por la noche. Es una suerte tener un cielo particular al cual poder llegar sin tener que morir. Ahí todo es paz, una paz verde de día y groseramente estrellada por la noche. Lo único que se escucha es el agua de la fuente o de algún regato (iba a decir que lo único que se escucha es el silencio, pero me pareció poéticamente barato… aunque ciertamente sería acertado) rompiendo la afonía de Couzada. Un trozo de pasado transgredido por el mal gusto del que decide arreglar su vieja casita y remendarla con pedacitos de modernidad que nada pegan con la belleza de la austeridad de la piedra enmohecida. Menos habitantes que tus dedos y tan diferentes unos y otros como los mismos de tus manos. Todos con el pelo blanco, la nostalgia bien agarrada de sus piernas que caminan despacito (porque no ya hay prisa, no hay que llegar a ningún lado, ya están en el cielo), sabiduría del campo que se nota en sus grandes manos… tiernas manos, historias que se pelean entre ellas para salir primero de la garganta (la mayoría en referencia a ti cuando eras pequeño). Cuando hablas, tus palabras se deshacen en vapor para no lastimar el espeso silencio mágico. El frío encuentra su camino a través de tu ropa (su lugar favorito es el dedo gordo del pie) y tus zapatos. Un frío celestial que conserva todo justo como lo viste la última vez. Ese ruido cuando se abre la puerta de aluminio y arrastra el tapete de la entrada, el piso siempre ligeramente húmedo, el olor de la madera, el sonido hueco de tus pasos al subir pisando la alfombra de la escalera… sí, todo sigue ahí. Suspiras aliviado. Corres a la galería, te asomas por la ventana y compruebas que a casa dabaixo sigue de pie, viejita orgullosa vestida de blanco con sus ventanas e

O home do tempo prometió que haría buen tiempo, pero se equivocó. El tiempo no fue bueno, fue maravillosamente inesperado. El cielo nos dio los buenos días con pelusillas blancas flotando suavemente en el ambiente. No esperábamos ver nevar, la verdad es que a pesar de que hacía frío, no hacía tanto como para que nevara. Qué visión más hermosa. Qué mágico. Qué regalazo. Después de desayunar junto a la cocina de leña un Paladín bien caliente y pan con mermelada de moras de la abuela, nos pusimos en marcha rumbo a Currelo, el pueblo donde nació mi abuelo. El cielo se despejó y pudimos contemplar el valle desde las montañas, la típica vista de Couzada (típica para la familia Pérez) pequeñita desde lo alto de A Peneda Grande (típicos piquetes de toxos e xestas para subir a ella). Llegando a Currelo… no puede ser… empezó a nevar otra vez. Nos metimos entre la maleza para llegar a lo que queda de la casa del abuelo. Piedras cubiertas de musgo, completamente verdes; madera que aburrida de no ver a nadie se dejó caer; tejas rotas por el suelo cubierto de maleza (y tejas rotas); ramas que parecen nacer del centro, señalando en todas direcciones; pelusas blancas cayendo; yo tragando belleza a grandes bocados. Cualquier cosa que tocaba para sostenerme se rompía, así que preferí no sostenerme y confiar en que no me caería para no estropearlo todo. Corrimos, jugamos, bailamos, saltamos, reímos, nos congelamos y volvimos a entrar en calor con las historias que contaba mi mamá de cuando subía con las vacas desde Couzada hasta Currelo. Cimentamos sueños harto lindos y demasiado grandes para ser escritos. Lo verde se nos pegó a la ropa y el barro a los zapatos. Con el dedo gordo congelado regresamos al calor de la chimenea, a comer caldo, patatas en cachelos, chorizos y pan de ayer (porque el abuelo siempre esconde el de hoy).
Mi cielo es verde y estrellado, huele a leña y a humedad, suena a agua y a cencerro, definitivamente sabe a castaña, es frío por fuera y calido por dentro, está cubierto de musgo y hundido en el vapor suave de todo lo que se ha dicho. Qué suerte poder regresar una vez más. Qué bendición visitar el cielo y seguir viviendo, sabiendo que de una u otra forma, tarde o temprano volveré.
viernes, diciembre 26
La Princesa Quisquillosa de Macedonia
Su gusto por la comida es bastante peculiar. Se hace traer, en un barco de tres mástiles, grandes ovillos de queso fresco desde un reino muy pero muy lejano (Las Indias, dicen los más entendidos), mismos que hace deshilachar por las damas más delicadas de la corte cada mañana para el desayuno. Por la tarde reúne a los más sobresalientes cocineros del palacio para que preparen grandes cantidades de una suculenta mezcolanza de chocolate y avellana que gusta de comer sola con pan de molde sin corteza.
Cada año hace reformas en su palacio ya que nunca está conforme. En la corte se le conoce como el Alcázar Inconcluso de Macedonia, que crece y decrece a voluntad de Quisquillosa según los ciclos lunares, que suelen repercutir lo justo en el temperamento tan delicado de la infanta de Macedonia.
martes, diciembre 23
Previo a la Noche Buena
Vigo es una ciudad en la costa de Pontevedra, provincia de Galicia, en donde mis abuelos pasan los meses de más frío, porque en el pueblo, Couzada, fai un frío que pela. Esta es la primera vez en mi vida que paso aquí Navidad, y la verdad es que promete ser bastante especial. Sólo estaremos los abuelos, mi mamá, el Bicho, Ales, Manuel y yo… así o más extraño? Para mí es bizarrísimo, pero me ilusiona mucho. Las Navidades solían ser siempre iguales, siempre los mismos, la misma comida, la misma rutina, en el mismo lugar… (no es que me queje, siempre lo pasé bien… sobre todo cuando Vane y yo planeamos el embriague de nuestras madres…) así que esta resulta bastante novedosa y contribuye lo justo para recuperar el espíritu navideño que anduvo despistado todo el año.
Siendo sincera, no siento una gran paz… el amor sí está ahí, lo se, lo siento, pero la paz… esa me cuesta más. Parece como si mi ADN hubiera sufrido alguna extraña mutación que me imposibilitara para disfrutar lo que a la generalidad le resulta disfrutable. Esa maldita sensación de tener que estar siempre en otro sitio… de estarme perdiendo de algo más importante que mi presente… lo razono, lo comprendo, se que no hay nada más valioso que lo que estoy viviendo justo en este segundo… pero la impresión sigue ahí.
“Vendoo así, esto eh unha bomba… leva o demo de manteca” (lo siento, no se escribir bien gallego)… la dulce voz de mi abuela me saca de mi enmimismamiento y me trae de vuelta al olor de la tarta… un hermoso presente de mi presente para que me quede aquí.