Regresé más de veinte años en el tiempo y sentí la misma emoción que se me metía debajo de los párpados haciéndome apretar fuerte los ojos (sin conseguir dormirme) la noche anterior a la llegada de los Santos Reyes. No podía dejar de pensar en tan ansiada llegada. Por más que trataba de meter mis pensamientos en una caja al fondo de mi archivo mental para concentrarme en el regalo del presente, no había manera. Mi mamá y el Bicho llegaban ya, sólo faltaban unos días, una noche, unas horas… ya están aquí. Escucho la respiración fuerte y pesada de tanto cansancio de mi mothership durmiendo justo arriba de mi cabeza (en mi cama suspendida a dos metros) mientras escribo esto y doy gracias. Mi Bicho está con los hippieprimos, Alex (Ales pa’ a familia) y Manuel, en su nuevo departamento (gracias a una vela), la bien llamada “Cabaña de los Cielos”.
Calamitosamente llego junto con ellos una lluvia espesa que cubre todo de blanco y que los obligó a quedarse refugiados en la anteriormente citada cabaña prácticamente todo el día, mientras yo permanecía salvaguardada (aunque de forma obligada) en mi propia cabaña anticuaria playera (entiéndase Baba Cool). Pero qué felicidad, que emoción tenerlos tan cerquita y recorrer de nuevo a seis piernas las calles de Barcelona. Tan linda compañía… sonrisa permanente (por lo menos hasta que se vayan).
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