The past is a foreign country. They do things differently there.

miércoles, julio 30

Artemisa Pimpante (o la alegre viajera) parte dos

Yo le explicaba (a gritos) que eso era lo que quería, pero el hombrecillo sólo me regañaba (a gritos). Me desesperé tanto que salté… y comprobé que era sólo dos metros los que me separaban del piso… y como la torre tenía forma cónica, pude saltar a la vertical y correr torre abajo hasta el piso, saltando en el camino una cabeza de serpiente. Llegué junto al guía-poli (su gafete había vuelto a cambiar de palabra) y traté de explicar lo inexplicable: cómo había llegado a la punta de la torre (alta al principio, chaparra después). Le hablé de mi vuelo, de la hoja que comí mientras caminábamos por las calles estrechas por donde no caminaba nadie más que nosotros (los turistas desaparecieron hacía ya un rato). El me hablaba tranquilo, pero no puedo recordar sus palabras (sólo su tranquilidad). Tenía la impresión de que me guiaba por lugares donde no iban los turistas… y todo tomaba un aspecto cada vez más antiguo. Me dijo: -te voy a llevar a un lugar a dónde no van los turistas- (lo sabía!, pensé). Y tras doblar en una esquina de piedra naranja, me encontré frente a un mar revuelto bajo un cielo revuelto que amenazaba con llover. Gaviotas algo violentas volaban sobre nosotros mientras hablaban entre ellas en su idioma (supuse que era su idioma, nadie más [ni el guia-poli ni yo] las podía entender). En el suelo, que era la orilla, había gaviotas-paloma moribundas que pedían ayuda (no se si era eso lo que decían, me dio esa impresión porque extendían su alita hacia arriba y hablaban bajito)… no sabía si se atacaban entre ellas o el mar revuelto las había golpeado y arrojado al suelo-orilla. Había dos mujeres vestidas como típico ballenero (no es que haya visto uno, pero en las películas traen botas de hule y gruesos abrigos de tela gruesa… y de apariencia rasposa, con un sombrero tipo paraguas que cae hacia abajo y sólo mantiene arriba la parte de enfrente [como si el peso de la lluvia le ganara y la fuerza del viento le pegara por adelante aplastándolo contra la frente]). Levantando su voz sobre el escándalo de las gaviotas, me decían que ese lugar era una reserva para ese tipo de ave, que no existía en otro lugar, y que tuviera cuidado porque eran peligrosas. Pase con cuidado, esquivando los cuerpos con alitas hacia arriba y tratando de recordar si había estado ahí antes (tenía la impresión de haber estado ahí antes). Di la vuelta a la esquina y me encontré de nuevo en la ciudad anaranjada bajo un cielo azul cielo. El guía estaba aún conmigo, pero ahora de alguna forma se había convertido en Doña Encarnación, mi mamá (sin ropa de guía, ni gafete de guía, ni gorra de poli). Ella me explicaba que en esa ciudad el arte se reciclaba, es decir, si una obra de arte por algún motivo se dañaba, se reutilizaba para crear otra que expresara algo totalmente distinto. Caminábamos por las calles en donde se reciclaba el arte, admirando obras creadas a partir de restos de otras obras. Yo reflexionaba sobre eso y trataba de encontrar alguna metáfora oculta que pudiera acercar lo que veía a una aplicación práctica para engrandecer mi espíritu. Cerré los ojos y desperté.

1 comentario:

Francisco Negrete Mendoza dijo...

al final, siempre despertamos...