Papá: ¿Entonces qué?, ¿quieres que te lleve pasta?
Andrea: ¿pasta?... (mi mente repasaba en chinga todos los objetos que podrían adecuarse a la palabra pasta y así entender qué era lo que mi papá pretendía traerme [dinero, espagueti… no se]) pues no se papá...
Papá: Bueno, bueno… yo te llevo.
Mi papá llegó, después de trece horas de viaje en tren, a Barcelona, cargando con una maleta que, de haber viajado en avión, seguro habrían multado por sobrepeso. Cuando tan cuidadosamente, como es su costumbre, empezó a poner sobre la cama el contenido de tan pesado bulto, no pude aguantarme la risa al ver tres paquetes de pasta dental Sensodyne (la que yo uso, porque mis dientecitos sentimentales no aguantan los cambios abruptos de temperatura sin ella [Dios, todo es tan sensible en mí!, je…]) y quedó resuelto el misterio. Además de la pasta, venían latas y latas de moluscos en conserva, aceitunas, espárragos, jamón serrano, quesos, chorizos, salchichón, ternera congelada y CINCO KILOS DE CASTAÑAS (what the hell…?). ¿No es lo más tierno mi papá? Sobra decir que la maleta regresó vacía, que el refrigerador de Pau a duras penas alcanza a cerrar, y que ceno diario castañas.
Es muy complicado pasar tanto tiempo con una persona que no habla en una ciudad que te inspira a decir tantas cosas. Bueno… estoy exagerando un poco, mi papá si hablaba… no mucho, pero algo decía. Admiraba los edificios más recargados de adornos diciendo que “vaya pedazo de trabajo hicieron aquí!”. Hizo mención de que sólo había visto un Banco Pastor en toda Barcelona. Me aconsejó buscar un Mercadona porque es ahí donde se encuentran las mejores ofertas (y unas mantecadas que le encantan y desayuna diario). Apuntó que me voy a matar a trabajar en ese bar (justo el día que fue me tocaba estar sola y había un chorro de cosas que hacer). Le hice de desayunar y me dijo, desde el otro lado de la barra, que le había encantado mi café. Caminamos bajo la lluvia siempre… y siempre diciéndome que me doblara los pantalones porque me iba a subir el agua hasta las rodillas por arrastrarlos (y así fue). Recorrimos todas las calles más bonitas que me se, le enseñé los edificios que me inspiran sentimientos lindos, caminamos por el Parc Güell; dormimos en el mismo cuarto, quejándonos cada uno de los ronquidos del otro… La verdad que fue bonito (compartir con él, no específicamente los ronquidos [los ronquidos nada]). Estaba un poco estresada porque siempre he considerado que a mi papá no le gusta nada… pero a lo mejor lo que sucede es que no sabe cómo decir lo que le gusta o nadie ha prestado la suficiente atención. Yo sólo quería que lo pasara bien, que valieran la pena las trece horas de camino (23 en total… sólo por venir a verme). Finalmente creo que así sucedió. Se fue contento. Me quedé contenta. Agradecida y con despensa para un mes. Gracias papá, gracias por todo (aunque nunca leas esto). Prometo buscar un Mercadona.
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