... saltamos la barda. Corrí con todas mis fuerzas y me escondí debajo de un arbusto, muy quieta. Desde mi escondite pude escuchar una voz que decía: “Hey! Qué hazzzé ahí!?”. Todos corrieron despavoridos y saltaron la barda (de regreso). Desde mi escondite pude observar a Aina, que, muy quieta, se escondía detrás de un árbol a unos metros de mí, cuando el guardia, con una voz de no haber dormido en semanas, dijo: “si zu salí da-ahí, zu borro de la cámara” (entiéndase: “si salen de ahí, los borro de los registros videográficos que tengo grabados en mi oficina de guardia”). Entones, la traidora de Aina, sale corriendo y salta de barda (de regreso). Yo, como estúpida, sola, pecho tierra, detrás del arbusto, sondeando el panorama que me permitiera una retirada airosa del campo de batalla, mientras Pau gritaba: “Andrea, ostia!, sigues ahí?!”… no me quedó más remedio que saltar la barda (de regreso)… nada de “glamour”… curioso que llevara unos pantalones militares. Nos reunimos del otro lado de la barda (asumiendo que el guardia nos borraría de los registros) y discutimos el “Plan B”. Ni modo, si volvíamos a saltar la barda (de ida), el guardia, muy probablemente, no nos borraría de los registros… qué hacemos?... ya se!!! Por qué no rodamos como croquetas por el césped?”… brillante sugerencia de Pau… Y así, Aina, Pau y yo, como unos “críos” (niños, para mi gente de Latinoamérica), estábamos rodando cuesta abajo por el pasto empapado que rodea al Parque del Laberinto de Horta, cuando a Germán, el novio de Aina, se le ocurre la super brillante idea de jugar golf… “Oye, que tengo unosh palosh de golf y unash pelotass. Estaría super divertido jugar aquí” (tono shuper sarcástico). Y Andrea, absteniéndose de participar en la tan animosa idea de un deporte “tan” entretenido (tono shuper sarcástico), observaba divertida como los compañeros de La Misión: “Entremos al Parque del Laberinto de Horta a las dos de la mañana (sin permiso)” golpeaban la pelota que se escondía entre el pasto crecido (y empapado) que rodea al Parque del Laberinto de Horta.
Mojados, un poco bebidos (ellos, yo sería incapaz)… (tono shuper sarcástico), y yo con varías heridas de guerra, regresamos cada a uno a sus hogares en el auto (nuevo) de Germán (el novio de Aina [que ojala no se de cuenta de que se me cayó medio cubata en el asiento de atrás]) (de regreso). Alexia también estaba, aunque no sea mencionada en la historia (estuvo un poco al margen de los hechos). Muy divertido trade-noche. Me sentí de doce años… “soñé cosas bonitas”.
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