The past is a foreign country. They do things differently there.

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jueves, febrero 7

La decepción


que deja el enfrentarse a resultados completamente contrarios a los originalmente esperados, resulta en un estado de estupefacción crónica que impide retomar la marcha e iniciar nuevas acciones por las que esperar resultados. Y es que la espera condiciona a la decepción, porque contra todo pronóstico, los resultados obedecen más a la casualidad o a la suerte, que a la probabilidad matemática.

No obtengo el resultado esperado, porque, primero que nada, la expectativa me ayuda a construir un resultado mucho más grande y bello, en caso de que el resultado se espere optimista, o mucho más fatal, en caso de que se incline al pesimista. Además, para darle otra vuelta a la tuerca, suelo enunciar, mental y verbalmente, de forma contraria a lo que espero la expresión de lo que realmente anhelo, con la intención de jugar a la psicología inversa con el destino; pero el destino me da veinte vueltas y me planta delante (no lo que quiero, no lo que espero, no lo que enuncio inversamente a mi deseo) lo perfecto, el punto siguiente que conectará la linea que vengo trazando al resto del dibujo de mi vida. Y es así, no puedo ganar.

Resulta muy complicado relajarme y fluir, deslizarme por las olas de mi propio mar. Me esfuerzo por controlar las mareas y los vientos, en lugar de navegar y usar el viento a mi favor, moviendo la vela y el timón según me convenga.

Ansío dejarme llevar por la corriente, disfrutar de la brisa y el olor a sal, del sol que calienta mi piel amarillenta de frío solitario. Relajar mi mente, relajar mis nervios y cuidar mi corazón, porque lo que pienso es lo que siento. En la vida solo hay que proteger al corazón, y la única forma de hacerlo es pensando bonito. Pensar en cantos rodados, estrellas de mar, arena finita y blanca, helado de chocolate, palmeras en la playa, caracolitos de colores, mariposas azules y algodón de azúcar.

jueves, diciembre 20

Adiós Mundo Cruel


El día mas temido por unos y más esperado por otros ya llegó, ya está aquí. Señores y señoras, en cuestión de una pizca de horas sabremos realmente qué pasa con la fecha más comentada de los últimos tiempos (sean o no sean, irónicamente, los últimos tiempos).

¿Qué decir que no se haya comentado ya hasta la atonía...? Los mayas y su calendario bajo la lupa; el maratón de películas sobre catástrofes naturales que nos hacen pensar en un Planeta Tierra muy enojado con nosotros; las teorías del pensamiento New Age que vaticinan un salto dimensional whatever that means; que si planetas destructores, agujeros negros, bandas de fotones o hasta el mismísimo Sr. Sol, nos tienen sentenciados. Uff. Antes de dejarnos llevar por el pánico, hagamos una pausa. Respiremos hondo. A ver, más allá de hipótesis y argumentos a favor o en contra de lo que sea, ¿por qué chingados creemos que el mundo se va a acabar? Quiero decir, ¿por qué tanta algarabía alrededor de una fecha?. ¿Es tan siquiera racional pensar que pueda pronosticarse con precisión cuándo acabará algo que no se sabe bien a bien cuándo comenzó?. Sin ir más pa'llá y meter en el tema los pronósticos imprecisos del hombre del tiempo (que la mayoría de las veces no acierta ni de una día para el otro), niños y niñas: el futuro es incierto. Y quién manifieste lo contrario, dice mentiras.

Así llego a la conclusión de que creer que el mundo pueda tener fecha de caducidad es una necesidad. Necesitamos apostar por un fin del mundo porque estamos hasta la mismísima madre de tanta mierda. Soñamos con un feliz día en que un meteorito termine con el hambre, con la guerra y con los reality shows. Que el Sol acabe con los bancos, los políticos y los noticieros. Una fecha de vencimiento en que una fuerza mágica me haga ver todo con claridad y me aleje del dolor para siempre. Un día en que por fin pueda rendirme porque no me quede de otra. Un día en que finalmente deje de luchar... Peeero... El futuro es in.cier.to, compañeros.  En el mar de infinitas posibilidades todo es factible, pero lo más probable es que no exista tal fecha any time soon.

De cualquier forma, a cualquiera que tenga algo de kilometraje se le ha acabado el mundo alguna que otra vez. Te cuento lo que ya sabes: en un suspiro entras en shock y observas cómo tu mundo es destruido por un asteroide errante. Ni lo viste venir. Esos acontecimientos tan contundentes que marcan ánteses y despueses en tu vida son repentinos e impredecibles. Eso es parte de la magia. No saber qué va a pasar ni cuándo es lo que nos hace avanzar.

Seguro que sabes cómo se siente el fin del mundo, sabes del dolor de ver derrumbarse algo que te costó tanto construir y de la desesperanza de no ver ni una luz que te indique y ahora qué; pero lo cierto es que todos somos supervivientes de mundos que han tenido que morir para llenarnos de experiencias que enriquecen hoy nuestros nuevos mundos. 

El Fin del Mundo es una alegoría, pero tenemos a la mano un deadline que puede servir de excusa para terminar con un mundo cruel voluntaria y conscientemente.  Solo hay que despertar, poner atención y dejarse de nimiedades.  Feliz Nuevo Mundo.

http://www.flickr.com/photos/gsfc/4542423536/in/photostream

domingo, junio 12

Lacitos de colores

Hace unos días murió mi tío Ramón. Era hermano gemelo de mi abuelo. Los dos acababan de cumplir noventa años. Creo que en toda mi vida lo habré visto en total unas treinta veces, sin embargo, fue un personaje constante en conversaciones de sobremesa familiar, lo que lo hizo cercano a mí, no tanto de vista como de oído. Pero ya me ando desviando del tema, y no es de mi difunto tío (que Papadiós lo tenga con El) de quien quiero hablar (que tampoco tendría mucho que decir, mas allá de que me hubiera encantado conocerlo más) sino de lacito negro. ¿Que quién es lacito negro?. Tiene muchos perfiles de Facebook bajo diferentes nombres. Se ha apoderado de muchos de mis conocidos y no me permite ver sus bienaventuradas caras. ¿Qué pasa?. ¿Quién es?. ¿Qué busca?. No estoy de acuerdo, damas y caballeros. No estoy de acuerdo con que lacito negro tenga monopolizado mi news feed. Fuera lacito negro, que llora la muerte y la embadurna por todas partes para demostrar que le duele.

Qué hermoso es celebrar la vida, noventa añotes llenos de experiencias en ambos lados del charco. Celebro tu vida, tío Ramón, celebro las vidas de los que dejas atrás en esta carrera. Sonrío añorante ante tu partida, a ver si soy capaz de llegar hasta donde llegaste tu. Lacitos de colores en tu honor. Abrazos apretados a todos los que te extrañaremos.

domingo, abril 17

La ley del tres

Se dice que nada puede llegar a existir o a suceder sin la intervención de tres fuerzas. Una o dos fuerzas por decisión propia no producirían ningún resultado. La fuerza activa es la que actúa, la pasiva sobre la que se esta actuando y la reconciliadora es la que permite su interacción. Nada escapa a esta ley. No hay magia. No hay casualidad. Todo es efecto de una continuidad infinita de causas. Eso es sincronía. La fuerza reconciliadora que hace que dos fuerzas imprudentes se encuentren en el mismo punto en el mismo instante. El resultado puede ser doloroso, pero la creación, de cualquier índole o naturaleza, ineludiblemente implica dolor. El dolor es humano. Inevitable. Es la resistencia a ese dolor lo que ocasiona sufrimiento, que nos lleva aún más lejos en la escala. Sólo la intención, fuerza activa, nos trae de regreso. Reconocer los hechos como son y entender que no hay nada detrás, sólo una cantidad interminable de causas y efectos que llega hasta nosotros a preguntar ¿y ahora qué?, es un acto de conciencia que nos empuja a la felicidad, entiéndase como se entienda, y hace que, al final, todo valga la pena.

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sábado, marzo 12

Gracias en francés

A punto de arrancar la moto, mi bicha, se estaciona detrás de mí una camioneta BMW. -¡Qué morro!- y me giro para hacerle una mirada retadora al conductor. “Jean Pierre”, de unos sesenta años, me habla. No le entiendo nada. Aparco la moto otra vez y me acerco a la ventana. Intuyo que lo que dice es aeropuerto. ¿Cómo le explico a un francés, que no habla español, cómo llegar conduciendo desde Villa Olímpica hasta el aeropuerto?... Le hago entender que me siga. Arranco la bicha y nos ponemos en marcha. Qué imagen más simpática me parece, una camioneta BMW siguiendo a mi ciclomotor vestido de primavera que no pasa de los cuarenta kilómetros por hora. Voy tratando de no perderlo mirando continuamente el retrovisor. Entre tantos semáforos y tráfico se me hace eterno el viaje. Empiezo a inventarme historias de que es un empresario muy rico y que me da una recompensa por mostrarle el camino. Que lanza un fajo de billetes desde su ventana por que gracias a mí no perderá su vuelo. Cuando pasamos Plaza España, queda claro el camino hasta el aeropuerto. Levanto la mano y le hago entender que siga todo recto. “Jean Pierre” se me empareja y repetidamente se lleva la mano al corazón y la extiende hacia mí. No hay fajo de billetes, pero ese ademán en francés me recompensa suficiente. Buen viaje “Jean Pierre”.

martes, septiembre 7

Conmueve la vida

Qué hermoso es mirar el camino que empieza en hoy & goes backwards. Ver lo bueno que te llevó a lo malo que te llevó a lo bueno que te llevó a lo... Ver, date cuenta, ser consciente, unir los puntos... Y volver a hoy, sonreír agradecid@, respirar el presente -que huele tan bien, by the way-... AND LET THE SUN SHINE IN(side)!

http://www.flickr.com/photos/freg/2462380423/

jueves, agosto 19

Devaneos de contraportada

La vuelta de la última página de Middlesex (de Jeffrey Eugenides) me ha puesto melancólica. En parte porque llevaba meses leyendo ávidamente e intuyo que atravesaré por un dolo -hasta la aparición de un nuevo libro en mis manos- echándolo en falta. Pero también porque me ha dejado en un mood nostálgico. Hoy recuerdo todos esos apresurados adioses, esos que traté de no dar importancia por el típico *odio decir adiós*. Las pérdidas que no lloré, las despedidas mirando al cielo, las palabras que me ahorré para que el corazón hiciera callo. También me llenan la cabeza momentos cotidianos que me hastiaban y que ahora se me vienen a los ojos mientras frunzo el ceño y trago saliva. Veo a mis hermanos de chiquitos, mis papás de jóvenes -más jóvenes-, y yo sonriente de vestido verde y rizos cortos, buscando monedas de bolo en el pasto. Veo todos los lugares en donde he vivido, todas mis habitaciones, todas mis ventanas... la pequeña que estaba encima de mi cama, en donde imaginaba que un vampiro me observaba justo antes de dormirme -y tenía pesadillas de un vampiro me observaba-; la grande que enmarcaba un árbol enorme y tenebroso que me recordaba a Poltergeist; la que daba al jardín-jungla de mi mamá; la que no daba a ninguna parte. Justo en este momento extraño tantas cosas a la vez. A nadie en particular, sólo las sensaciones de estar yo en esos lugares o situaciones. El estar viviéndolo. El tenerlo ahora. Siento como si hubiera vivido veinte vidas desde 1978. Siento que lo he perdido todo y vivo tratando de recordar si en verdad lo tuve, si viví todo lo que tengo en la cabeza, todas esas historias llenas de emoción que ahora vuelve sublimada. Y mientras recuerdo, las cosas que recordar se me acumulan al segundo de vivirlas. Extraño mi infancia, extraño odiar ponerme vestido y subirme a los árboles sin preocuparme si me voy a caer. Extraño no tener asco a los bichos. Extraño mi falta de vergüenza al hablar con extraños. Extraño mi valemadrismo y mi intrepidez. Mi sensibilidad inocente. Mi inocencia a secas. Me extraño viendo a mi mamá en bata regar el jardín. Me extraño escuchando a mi papá silbar en el coche. Me extraño yendo con Javier a la escuela en la pick up destartalada. Me extraño jugando con Ángel a sus extraordinarios juegos inventados, esos que duraban todo el día. Me extraño observando a David de chiquito lanzarse contra las paredes de nuestro cuarto gritando: mamá, Andrea me está pegando!. Y mientras más me rasco más me pica. Y las memorias salen de los archivos dejando un reguero de papeles en el escritorio de la vida en curso. Tengo que parar ya. Hoy el día está nublado. No tengo qué leer.

miércoles, julio 7

Sabiduría a golpes

La última vez que me abrí la cabeza fue hace quince años. Bueno, la última última fue ayer, pero hace quince años realicé el que hubiera sido un perfecto mortal atrás, de no ser porque caí fuera de la piscina-alberca en lugar de dentro. Dicha diferencia -entre un perfecto y un defectuoso mortal- me regaló una buena cicatriz en lo más alto de la cabeza y una anécdota que narrar por el resto de mi vida.

La última última vez que me abrí la cabeza no fue tan simpática, dolorosa o profunda como la última, pero igual dejará cicatriz... y esta sí se va a ver. Ante la sentencia de la enfermera, mi impulso fue exclamar: en la cara no, soy actriz!, pero me contuve, a) porque se que no le iba a hacer gracia y b) porque soy bartender-actriz-desempleada-hasta-nuevo-aviso... o sea que no me afecta tanto tener la cicatriz. Además, he aprendido a amar las cicatrices. Básicamente son tatuajes. Son marcas de sabiduría, porque es a través de experimentar que nos hacemos sabios. El cuerpo está para usarlo. Claro que hay que cuidarlo, pero no exagerar y dejarlo estacionado para que no se raye.

Después de que se cayó la secadora -vivía encima de la lavadora, que de pronto le dio por bailar y la tiró. Llevaba tiempo ensayando... pfff, pero esa es otra historia...- llegó el de Mercadona con la compra del mes y estaba estresada por tantos eventos juntos. Atendí a Don Mercadona, regresé la secadora a su hogar y empecé a guardar la compra rápido porque tenía muchas cosas que hacer. No cabían tantas cajas de arena para gato -en este caso gata-, así que tomé la más vacía para rellenar el w.c. de Chispa. Justo cuando me giro para alcanzar el arenero, me doy en la frente con -lo que más tarde me daría cuenta que era- el techito del medidor del gas. Una hoja de metal en toda la frente. Aventé la arena y salí corriendo con las manos en la frente a tirarme en la cama. Cuando iba pasando el dolor, empecé a sentir que algo me escurría por la cara -y no eran lágrimas- y dije: ya valió m... Me puse histérica a correr por la casa, dando vueltas por el espejo para ver si era grave, pero me impresiono tanto con la sangre -tengo récord en desmayos- que no me atrevía a realmente ver. Miraba y corría, miraba y gritaba y corría... La historia desde ahí ya involucra demasiadas acciones y personajes que no vienen al caso detallar. Lo importante es que soy más sabia y llevo en la frente la prueba.

Ah! Gracias Zuri por cuidarme :) T'e.

jueves, agosto 13

Why mourn the cocoon when the butterfly has flown

Luchar contra mí misma para ser mejor ha sido la constante más constante de mi vida. La idea de que había algo mal en mí, me obligaba a poner atención en la evidencia que mi alrededor mostraba, para hacer una lista de las cosas que debía cambiar. Mi pelo corto, mi mal humor, mis dientes chuecos, mi sensibilidad que me hacía llorar por cualquier cosa, mi machorrez, mi obsesión por los detalles y la perfección. ¡Pero tenía que ser perfecta para el mundo! Tenía que ser perfecta que “valer”. Tenía que ser perfecta para merecer amor, por que, claro, quién me iba a querer con tantos “defectos”. Y así me fui construyendo, puliendo esas imperfecciones que los demás me señalaban y que terminaban por ser molestas para mí también.

Me veo ahora en el espejo y no me reconozco. El pelo tan largo y rizado. Las cejas depiladas y siempre peinadas. Los dientes derechitos, soldaditos que nunca niegan la sonrisa. De caminar femenino y siempre mirando el frente, nunca al suelo. Segura y resuelta. Amante de la perfectaimperfecciónperfecta. Feliz, feliz, feliz. Me salí de Andrea. La escuché, la comprendí, la cuidé y apapaché. Empecé a hablar en tercera persona casi sin darme cuenta. Al verme como alguien más empecé a amarme, porque siendo yo misma me resultaba imposible. En mi separación encontré mi integración.

No se si cambié porque el entorno me empujaba o por mí misma. Desconozco si los motivos fueron los correctos. Creo que al final lo importante son los resultados. No se si de seguir siendo quien era hubiera llegado a sentir lo que siento ahora. Poder afirmar que soy más feliz que nunca es una bendición. Gracias…

lunes, junio 22

Si tu mente crea...

...caminos hacia la Luz, el Amor y la Belleza, eso es lo que se va a manifestar en tu vida, porque todo lo que pienses toma vida propia y con el tiempo se cumple, es una ley ineludible. Hasta ahora lo ignorabas y mentalmente, con tus miedos, has creado lo que hoy te toca corregir.



lunes, junio 8

Las Batallas en el Desierto

Hoy lo volví a leer. Recuerdo la última vez, cuando me lo prestaste. Debo confesar que en aquella ocasión lo leí un poco por compromiso, porque a ti te encantaba e insististe mucho. Me lo prestaste y entonces me gustó, pero esta vez fue muy diferente.

Lo leí en la pantalla, porque no fui capáz de bajar cuatro pisos para imprimirlo. Con la computadora en las piernas, meciéndome en la rojhamaca, con una vela violetransmutadora encendida y un nag champa, escuchando boleros y con el viento haciendome cosquillas en los pies. Viento travieso que se mete por la ventana sin pedir permiso.

Mágico momento de treinta y cinco páginas. Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria. Voy a conservarlo entero porque hoy me enamoré de Mariana. ¿Qué va a pasar? No pasará nada. Es imposible que algo suceda [...] Lo único que puede es enamorarse en secreto, en silencio, como yo de Mariana. Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza. [Corte a: piel chinita]

lunes, mayo 4

Llegué con tres maletas y me parecía mucho. Ahora, algo menos de un año después, tengo tres maletas, una cajota, cinco cajas, tres bolsas grandes de papel (llenas) y una bolsa de las negras de basura tamaño familiar (también llena)… ¿en qué momento…? Todo el mundo dice: sí, yo me he mudado un montón de veces y siempre tengo que tirar dos o tres bolsas de ropa. Lo peor del caso es que ¡yo no tiré nada!. Sólo una bolsita con papeles que fui acumulando. No puedo tirar. Me parece que todo me sirve. Una maleta llena de chamarras, otra de suéteres y pantalones, y la tercera de camisetas, además de mi caja de zapatos (más bien tenis) y una más de complementos… y diario pienso: mmm, no tengo qué ponerme. Es un poco penoso darme cuenta de lo identificada que estoy con mi propia imagen, de cuánto me importa mi ropa y lo imposible que me resulta desprenderme de cosas que ni siquiera he usado desde que llegué.
La inminente llegada del verano, que viene arrastrando cada vez más turistas a Barcelona, me a impulsado a reubicar mi capilla más cerca del centro para poder maximizar mi tiempo, uno, y dos, evitar los largos regresos de pie en el nitbus, aguantando a esa raza permanentemente ebria y desmadrosa denominada “spring breaker”, cuando mi mayor deseo es llegar a la calma de mi cuarto después de los días tan largos en que el Sol se resiste a ir a la cama.
Me duele el estómago, el sueño huyó despavorido y siento nostalgia al pensar que una etapa mas termina. Me duele Pau.

jueves, abril 23


La leyenda dice que en Montblanc vivía un dragón muy malo que sólo era feliz comiendo gente. Si no le daban de comer se ponía tan enojado que lo rompía todo, así que entre todos los habitantes se hacía un sorteo para ver quién sería el desafortunado sacrificado en turno. Ocurrió un día que el papelito que sacó la mano santa fue el de la hija del rey y cuando el dragón se relamía los bigotes a punto de merendársela, llegó un forro de caballero con armadura reluciente, llamado Jordi (mi nombre es Jordi, Sant Jordi), y le clavó su espada (al dragón), terminando así con el dolor de cabeza del pueblo y la alta tasa de mortandad. Resultó que de la sangre del dragón nació un rosal, fruto del amor entre el caballero y la princesa, así que en Catalunya Sant Jordi es el santo de los enamorados y hoy se celebra su día en una gran fiesta de rosas y libros (las rosas por lo del rosal, los libros no lo se, pero es lindo).
Así que feliz Sant Jordi mis queridos y queridas. Que sus vidas estén llenas de amor, caballeros, princesas, flores y libros, ¿qué más hace falta?.

viernes, abril 10

Galletas Marías remojadas en Quick

Se ha convertido en mi cena favorita. Cuatro de la mañana después de trabajar. Escucho las olas de fondo (saliendo de mis mini bocinas). Me debato entre seguir escribiendo y comer otra galleta… (me como otra galleta)… El antojo pudo más.
Después de comerme una María más, reflexiono en los últimos dos meses. Una verdadera revolución. Sin quitarle mérito a ninguna estación de mi vida, me parece que ha sido una de las etapas de mayor concentración emocional, mental y desmadrosal de mi complejo existir. Todo lo vivido últimamente me ha hecho tan flexible que soy capaz comerme un yogurt después de la fecha de caducidad o dejar abierto un paquete de galletas y seguírmelo comiendo medio rancio días después (los que me conocen saben lo atípico que es eso en mí). Me pasé varios “yo nuncas”… (una galletita más)… por el arco del triunfo, conocí a más gente que en los dos últimos años (sí, le estoy echando un poco de chispa), nunca salí tanto de fiesta… difícilmente podría resumir mi etapa Dos Trece en un párrafo. Conocí a personas tan libres! Compañeros de trabajo que un abrir y cerrar de ojos rebasaron la barrera del compañerismo para dejar paso a una complicidad espontánea que crecía día a día. Amigos que me abrieron la puerta, que me apapacharon, que me hicieron sentir parte de algo, que me pintaron sonrisas, que me hacían cantar… De verdad que me lo pasé tan bien… Y bueno, hay ciclos que se terminan antes de lo que uno quisiera, pero definitivamente terminan en donde deben, aunque a veces duela. Hay que saber decir adiós con una sonrisa y agradecer lo vivido.
Ahora trabajo en el Princesa 23. Un restaurante bar muy requeteconocido en Barcelona. Mucho trabajo y nuevos compañeros por conocer. Hoy fue mi primer día y aún me siento fuera de lugar, pero dentro de poco seguramente estaré como pez en el agua.
Desde mi cumpleaños he estado pasando por una racha de altibajos emocionales. Tan voluble como los días en México. De la euforia paso a la tristeza para después tener un arranque de alegría porque voló la mosca. Soy una versión exaltada de mí misma. Un péndulo. Quisiera poder quedarme un poco en el centro, o por lo menos no oscilar tanto y tan violentamente. Ojala que pronto deje de llover y el Sol se anime a brillar con fuerza de una vez.

viernes, febrero 27

What's the matter with you, people?

The Universe must be planning great things... that's the only explanation. Too much time now. Why do I keep following the same pattern? What's the matter with you? What's the matter with me?

jueves, enero 15

El autobús de las 23:00

El autobús de las once duele. También el avión de la una dolió. No importa cuantas palabras bonitas se digan o todas las frases positivas que salen solas tipo “verás que pronto nos vemos otras vez” o “todo es para bien”. Nada de lo que se diga o piense, de lo mucho que abraces o des besos en esa cara tan familiar (que nunca son suficientes, siempre te quedas con la sensación de que pudiste abrazar una vez más [por lo menos]), nada le quita el sabor amargo a la despedida… y digo despedida porque todas son una… todas se resumen en la misma. La vida es una constante despedida, un duelo continuo. Con cada adiós pronunciado vuelve a doler la astillita en el corazón que cada adiós de la vida dejó. Siento tristeza, añoranza, melancolía (ahí está otra vez!). Impotencia por no poder tener cerca a todos los que amo… a todos los que extraño. Cómo duele extrañar. Qué afortunado quien nunca se ha ido lejos, quien nunca ha dicho adiós y no ha tenido esa sensación de vació que deja el que se va (queda un hueco como en ese juego de meter piezas en agujeros con una forma específica, ninguna pieza puede ocupar el lugar de otra) ni el desconsuelo del que parte a lo inexplorado. La energía sigue fluyendo desconcertada hacia ese que ya no está… el canal se estira para cubrir los kilómetros que separan a estas almas conectadas por mucho más que el apellido y eso duele, el estiramiento duele, la soledad del que espera el rencuentro en un tiempo imposible de calcular, duele. No hay soledad más dolorosa e insoportable que la del que espera. Imposible no esperar… creo que hubiera podido abrazar por lo menos una vez más a mi mamá y al Bicho.