Marco llegó, y con él toda la letanía de frases soeces que suele decirme y que tanto me hacen reír. Tengo la oportunidad otra vez de turistear, porque sola me da flojera. Recorrí lugares que debía recordar (porque hace seis años estuve aquí por primera vez, y Paco, Pamela y yo visitamos todo lo visitable), pero que las memorias tristes de los días que me estrené en Barcelona nublaron casi por completo… así que re-conocí lo que ya conocía como si fuera la primera vez.
Con Marco todo es divertido… incluso cuando no lo es tanto. Nos burlamos de todo y disfruto ser una “mala persona” en compañía de una “malísima persona” (no es que realmente seamos malas personas, es que encontramos la gracia hasta de lo que no la tiene [ni debería tener]).
Ayer fuimos a bailar salsa y hoy no aguanto el cuello de tanto que lo zarandeé al pobre (a mi cuello, no a Marco). Después caminamos con cerveza en mano (como buenos turistas) por la Rambla y terminamos con pases gratis en el City Hall (antro donde sólo hay música house, y que de no haber sido por la cerveza en la Rambla no hubiera aguantado ni diez minutos ahí [ya sin el compromiso de desquitar el cover, es más fácil salirse])… (vamos, que me he salido a los diez minutos aún habiendo pagado veinte euros de cover).
Bendito Dios que Marco existe en mi vida para iluminarla con frases desagradables y ordinarias, para curarme del susto de escuchar todo lo que la gente “normal” podría decirme por ser como soy, para enseñarme cómo burlarme de mí misma y tomar todo más a la ligera, para ser mi novio de chocolate y caminar conmigo de la mano y decir en voz alta cuánto me ama para reírnos después de lo absurdo del asunto (aunque realmente sí nos amamos), para decir la palabra “criada” más de cinco veces por minuto de la forma más despectiva posible (el uno al otro, obvio… y a alguna que otra criada que va pasando).
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