Una Luna roja y bien redonda salió a saludar cuando al Sol le dio sueño. Poco a poco fue subiendo por el cielo y su color cambiando mientras pintaba un camino amarillo a la ciudad Esmeralda sobre el mar esmeraldo. Yo, como todos los viernes, hasta tarde trabajando (hoy terminamos a las 4!!!!), con las manos de viejita y los pies al doble de su volumen acostumbrado.
Comentaba en otro post que entregamos la cuenta siempre en libros antiguos. Yo, para hacer más interesantes el ejercicio (y complicarme un poco la existencia… un poco más), miro la mesa a la que llevo la cuenta y escojo un libro que me “vibre” para la gente que está ahí sentada. Casi siempre reconocen el título y me hacen algún comentario al respecto, pero hoy sucedió algo curioso. Un hombre muy serio al que le llevé la cuenta en un libro que se llama Amiel (en esta ocasión, el primero que se me atravesó), me preguntó (muy serio) si lo había leído. Apenada le contesté que no y me disculpé. Me dijo (muy serio): “es un ensayo sobre la timidez, sobre los tímidos superiores. Deberías leerlo…”… Me quedé estupefacta (y él muy serio). Sólo contesté: “Si… gracias… perdón... con permiso…”, y fui directo a guardar el libro a mi mochila (aja, me lo robé…). La timidez fue siempre una característica muy mía, o por lo menos así lo consideraba (fue cambiando casi sin darme cuenta), y como voy por la vida viendo (o queriendo ver) señales, pues no puedo dejar de leerlo… a ver qué me quiere comunicar el (la o lo) que me habló a través del hombre reservado de la mesa diez... que tal que va ayudandome a encontrar las baldosas amarillas a mi ciudad verde.
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