The past is a foreign country. They do things differently there.

sábado, septiembre 10

En busca del pan filosofal

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Leí hace poco en una revista alternativa-cool-mevalovintage de Barcelona que ir a comprar al Lidl está in. Para los que no tienen idea de lo que hablo, el Lidl es una cadena alemana de supermercados de descuento bastante exitosa por acá. No encontrarás marcas conocidas y es probable que no seas capaz de pronunciar lo que dicen la mayoría de las etiquetas si no eres alemán, pero en medio de ese mar de incomprensión aria, se encuentra una isla, entre verduras y congelados, llena de productos para el hogar a precios salvavidas. Da igual lo que ponga la etiqueta, la foto del empaque habla en todos los idiomas al mismo tiempo. Una vez que entras en esa isla no querrás volver. El tiempo se hará largo esperando los nuevos productos que habrán de llegar la próxima semana.

La primera vez que puse pie en esa isla paradisiaca fue hace dos años, y en este tiempo han entrado a casa una cantidad considerable de artículos 'para hacer mi vida mejor'... lámparas incandescentes solares para jardín, picadora manual de acero inoxidable y cuchilla para siempre filosa, porta especieros-porta rollo-porta todo de sujeción sin clavos, parrilla antiadherente con área especial para raclette... y así.

Me vi incapáz de madrugar el día que salió a la venta el iPad 2 en el Fnac, pero este lunes estuve, cómo no, puntual a las 09:15 en la puerta del Lidl (con otras por lo menos diez amas de casa -yo ama de casa, Jesucristo vencedor...-) para felizmente (arrebatar de las manos si fuese necesario) hacerme de una panificadora. No es que sea el único lugar en donde se pueda comprar una, pero es que el precio, compañeros y compañeras, recompensa. Llevaba meses esperándola y finalmente estaba aquí, en algún lugar detrás de la gran puerta. Cuando finalmente abrieron, entramos todas en fila india directas a la isla. Éramos como una línea de producción umpalumpa en la que cada miembro sabe a dónde dirigirse. Conservando cada una la distancia prudente. Paso firme y presuroso hacia una vida de pan fresco en la propia cocina, de alquímia panadera en la que el pan filosofal varía cada día entre semillas de girasol, yogurt y chispas de chocolate. El pasillo de las galletas se hacía eterno. Un ama de casa salió de la fila y tomó la delantera por el pasillo de las conservas. Mierda! Voy en cuarto lugar. Cómo sólo haya tres, me cago. Y de pronto, en el extremo norte de la ínsula, un monticulo de hermosas panificadoras negro-plateadas. Había suficiente para todas, pero aún así me le cerre a un ama de casa que pretendía rebasarme por los embutidos. Quién se cree que es? Que espere su turno. Y cada una, orgullosa, con la ambiciada panificadora en el carrito como premio, en fila india umpalumpa hacia el pasillo de las harinas. Un ama de casa no pudo contener la emoción y compartió en voz alta: Por fin! Llevaba dos años esperándola! Las demás sonreimos disimuladamente, tratando de ocultar la propia euforia. Insulsa barra de pan, nunca mas. Larga vida al pan de molde hecho en casa.

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