La última vez que me abrí la cabeza fue hace quince años. Bueno, la última última fue ayer, pero hace quince años realicé el que hubiera sido un perfecto mortal atrás, de no ser porque caí fuera de la piscina-alberca en lugar de dentro. Dicha diferencia -entre un perfecto y un defectuoso mortal- me regaló una buena cicatriz en lo más alto de la cabeza y una anécdota que narrar por el resto de mi vida.
La última última vez que me abrí la cabeza no fue tan simpática, dolorosa o profunda como la última, pero igual dejará cicatriz... y esta sí se va a ver. Ante la sentencia de la enfermera, mi impulso fue exclamar: en la cara no, soy actriz!, pero me contuve, a) porque se que no le iba a hacer gracia y b) porque soy bartender-actriz-desempleada-hasta-nuevo-aviso... o sea que no me afecta tanto tener la cicatriz. Además, he aprendido a amar las cicatrices. Básicamente son tatuajes. Son marcas de sabiduría, porque es a través de experimentar que nos hacemos sabios. El cuerpo está para usarlo. Claro que hay que cuidarlo, pero no exagerar y dejarlo estacionado para que no se raye.
Después de que se cayó la secadora -vivía encima de la lavadora, que de pronto le dio por bailar y la tiró. Llevaba tiempo ensayando... pfff, pero esa es otra historia...- llegó el de Mercadona con la compra del mes y estaba estresada por tantos eventos juntos. Atendí a Don Mercadona, regresé la secadora a su hogar y empecé a guardar la compra rápido porque tenía muchas cosas que hacer. No cabían tantas cajas de arena para gato -en este caso gata-, así que tomé la más vacía para rellenar el w.c. de Chispa. Justo cuando me giro para alcanzar el arenero, me doy en la frente con -lo que más tarde me daría cuenta que era- el techito del medidor del gas. Una hoja de metal en toda la frente. Aventé la arena y salí corriendo con las manos en la frente a tirarme en la cama. Cuando iba pasando el dolor, empecé a sentir que algo me escurría por la cara -y no eran lágrimas- y dije: ya valió m... Me puse histérica a correr por la casa, dando vueltas por el espejo para ver si era grave, pero me impresiono tanto con la sangre -tengo récord en desmayos- que no me atrevía a realmente ver. Miraba y corría, miraba y gritaba y corría... La historia desde ahí ya involucra demasiadas acciones y personajes que no vienen al caso detallar. Lo importante es que soy más sabia y llevo en la frente la prueba.
Ah! Gracias Zuri por cuidarme :) T'e.
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