No me gustan las películas de miedo. Creo que ví demasiadas en mi algo enferma-de-ira pubertad, lo cual dejó secuelas por poco irreversibles en mis noches de insomnio. Así que prefiero saltármelas. Pero hoy, gracias a mi amigo Pep (el catalán, como yo le digo), primero comensal del Dos Trece y presentemente mi compañero de paseos por Gracia y películas en versión original, una de miedo forma parte de mis películas favoritas: Låt den rätte komma in.
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