La llave no abría. Una de dos: o tenía truco o no era la llave. Testarudamente opto por la primera (de cualquier forma no hay otra a la vista). En toda mi experiencia abriendo puertas he acumulado un montón de mañas: meter la llave despacito, decirle cosas bonitas, empujar la puerta justo al darle la vuelta a la llave, jalar la puerta justo al darle la vuelta a la llave… intenté todas, incluso improvisé… pero nada. Y es que finalmente no era la llave… tan fácil como eso. Una hora de mi vida… y no era la llave. Yo sabía que no era la llave y aún así seguí intentando. Podría haber estado cinco horas más y la puerta hubiera seguido ahí parada, muerta de risa. A lo que voy es que no importa cuánto trates de abrir la puerta si la llave que tienes en la mano no corresponde con la cerradura. Pero lo más chingón es que la puerta finalmente se abrirá porque alguien tiene la llave y necesariamente, tarde o temprano (seguro más temprano que tarde), tendrá que pasar por ahí, si no pa’qué tiene la llave? Estas de acuerdo?
Vuelvo al cielo. No los hay como en Barcelona. Un azul celestial. El contraste con la arena de la playa es como para ponerte a llorar. En la barra del Baba Cool, ¿por qué no?, Javier Bardem tomándose una botella de agua y Andrea un café con leche. La playa llena de gente con la chamarra puesta y gafas oscuras. El tímido sol apenas empieza a quitarse el abrigo.
Me monto en la bicicleta y pedaleo a ritmo de Regina Spektor, esquivando peatones en pleno paseo dominical (es sábado, pero decir “sabadal” o “sabadero” no ilustra tan bien la actitud peatonal del día). Agradezco los colores y digo: “no mames, qué colores!”, pero ni yo misma me escucho porque Regina me va cantando al oído.
La vida tiene un sentido del humor espectacular. ¿Cuándo aprenderemos a aflojarnos la corbata?. Nada es tan serio como parece. Nada. Si fuéramos capaces de aceptar el momento tal y como es, alcanzaríamos la perfección. Dejar de forzar la cerradura y estar alerta. Sonreír por lo que es y lo que no fue. Porque al final todo es perfecto como es. Porque la vida tiene colores maravillosos. Porque nada es lo que parece. Porque tardé sólo veinte minutos en llegar a casa y me reí de la broma.
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