Ja-ja-ja… por supuesto que no me levanté a correr. A las 12 del mediodía me despertó Quetzalcóatl (que aquí se llama Lorenzo) que a toda costa quería meterse por la puerta del balcón y darme besos de buenos días. Llamé a mi papá René, que aún estaba festejando (por aquello de las 7 horas menos), para felicitarlo y decirle todas esas cosas bonitas que se dicen en los cumpleaños. Fermín no daba señales de vida, así que aproveché para limpiar un poco la cocina. Una montaña de copas con vino seco (de ese que pinta los labios de morado), ollas con grasa pegada, platos de quién sabe cuántos días, vasos con ceniza incrustada en el fondo, cubiertos para 10 familias… tardé dos horas en lavar todo porque el lavavajillas no era capaz de hacerlo todo solo… y pues de una vez me eché la estufa también, je… ama de casa total… para lavar ajeno no era necesario venir hasta acá… ja. La verdad es que me encanta sentarme a comer, y si es en un lugar limpio mucho mejor! Terminada mi obra de arte (una torre de trastes limpios y una estufa agradecida) me hice un café de cafetera para sentirme un poco en mi propia cocina y tener un sabor familiar en la boca (¿en dónde más sino?). Bañada y vestida, sin señales aún de Fermín, salí a caminar en la dirección que mejor me venía… hacia el mar… mmm… camine Rambla abajo (aún no ruedo, he comido muy poco así que el ejercicio puede esperar al lunes) entre bicicletas, estatuas vivientes e idiomas hasta que llegué a una torre muy alta con Cristóbal Colón en la punta señalando hacia América (buaaaa…). Miré en la misma dirección que la torre y seguí caminando por un puente de madera muy moderno en donde recuerdo haberme tomado fotos con Paco y Pamela hace ya seis años. Barcos de todos los tamaños y cientos de personas acostadas en los bordes del puente tomando a Lorenzo hasta quedar unos tres cuartos y otros bien cocidos.
Entré a la super plaza de Barcelona, Maremagnum, que el equivalente en México sería algo así como la plaza nueva de Reforma (según Alan, yo no la conozco) pero sobre el mar (pequeño detalle). No es muy grande, pero compré muchas cosas mentalmente en tiendas poca madre. Salí cargada de bolsas inmateriales llenas de ropa que pronto me compraré. Me cuesta disfrutar de las cosas si no tengo con quien compartirlo. Siempre hay detalles que comentarle a alguien en particular que no saben igual si los guardas para ti sol@... Oh! Me encanta la “arroba”… así soy yo, una “a” y una “o” al mismo tiempo, ja.
Tengo que irme ya… ya es cerca de una de la mañana y a penas vamos de marcha. A ver cómo pinta la noche.
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