Se dice que nada puede llegar a existir o a suceder sin la intervención de tres fuerzas. Una o dos fuerzas por decisión propia no producirían ningún resultado. La fuerza activa es la que actúa, la pasiva sobre la que se esta actuando y la reconciliadora es la que permite su interacción. Nada escapa a esta ley. No hay magia. No hay casualidad. Todo es efecto de una continuidad infinita de causas. Eso es sincronía. La fuerza reconciliadora que hace que dos fuerzas imprudentes se encuentren en el mismo punto en el mismo instante. El resultado puede ser doloroso, pero la creación, de cualquier índole o naturaleza, ineludiblemente implica dolor. El dolor es humano. Inevitable. Es la resistencia a ese dolor lo que ocasiona sufrimiento, que nos lleva aún más lejos en la escala. Sólo la intención, fuerza activa, nos trae de regreso. Reconocer los hechos como son y entender que no hay nada detrás, sólo una cantidad interminable de causas y efectos que llega hasta nosotros a preguntar ¿y ahora qué?, es un acto de conciencia que nos empuja a la felicidad, entiéndase como se entienda, y hace que, al final, todo valga la pena.
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