Qué bonita tarde! En el Baba Cool nada, sólo Marco en la terraza gorroneando sushi. Salí temprano para llegar a tiempo a ver la fuente de Montjuic. Caminamos (por la Rambla con cerveza en mano... digo, por no dejar) y tomamos el metro (y la cerveza). Un atasque de gente en la dichosa fuente (con que ahí estaban todos... con razón no había nadie en la playa).
Cuántas tonterías podemos decir por minuto entre los dos! Cuánto valió la pena el paseo! De lo más lindo que hay en Barcelona.
The past is a foreign country. They do things differently there.
viernes, septiembre 19
jueves, septiembre 18
Criadas de Barcelona
Marco llegó, y con él toda la letanía de frases soeces que suele decirme y que tanto me hacen reír. Tengo la oportunidad otra vez de turistear, porque sola me da flojera. Recorrí lugares que debía recordar (porque hace seis años estuve aquí por primera vez, y Paco, Pamela y yo visitamos todo lo visitable), pero que las memorias tristes de los días que me estrené en Barcelona nublaron casi por completo… así que re-conocí lo que ya conocía como si fuera la primera vez.
Con Marco todo es divertido… incluso cuando no lo es tanto. Nos burlamos de todo y disfruto ser una “mala persona” en compañía de una “malísima persona” (no es que realmente seamos malas personas, es que encontramos la gracia hasta de lo que no la tiene [ni debería tener]).
Ayer fuimos a bailar salsa y hoy no aguanto el cuello de tanto que lo zarandeé al pobre (a mi cuello, no a Marco). Después caminamos con cerveza en mano (como buenos turistas) por la Rambla y terminamos con pases gratis en el City Hall (antro donde sólo hay música house, y que de no haber sido por la cerveza en la Rambla no hubiera aguantado ni diez minutos ahí [ya sin el compromiso de desquitar el cover, es más fácil salirse])… (vamos, que me he salido a los diez minutos aún habiendo pagado veinte euros de cover).
Bendito Dios que Marco existe en mi vida para iluminarla con frases desagradables y ordinarias, para curarme del susto de escuchar todo lo que la gente “normal” podría decirme por ser como soy, para enseñarme cómo burlarme de mí misma y tomar todo más a la ligera, para ser mi novio de chocolate y caminar conmigo de la mano y decir en voz alta cuánto me ama para reírnos después de lo absurdo del asunto (aunque realmente sí nos amamos), para decir la palabra “criada” más de cinco veces por minuto de la forma más despectiva posible (el uno al otro, obvio… y a alguna que otra criada que va pasando).
Con Marco todo es divertido… incluso cuando no lo es tanto. Nos burlamos de todo y disfruto ser una “mala persona” en compañía de una “malísima persona” (no es que realmente seamos malas personas, es que encontramos la gracia hasta de lo que no la tiene [ni debería tener]).
Ayer fuimos a bailar salsa y hoy no aguanto el cuello de tanto que lo zarandeé al pobre (a mi cuello, no a Marco). Después caminamos con cerveza en mano (como buenos turistas) por la Rambla y terminamos con pases gratis en el City Hall (antro donde sólo hay música house, y que de no haber sido por la cerveza en la Rambla no hubiera aguantado ni diez minutos ahí [ya sin el compromiso de desquitar el cover, es más fácil salirse])… (vamos, que me he salido a los diez minutos aún habiendo pagado veinte euros de cover).
Bendito Dios que Marco existe en mi vida para iluminarla con frases desagradables y ordinarias, para curarme del susto de escuchar todo lo que la gente “normal” podría decirme por ser como soy, para enseñarme cómo burlarme de mí misma y tomar todo más a la ligera, para ser mi novio de chocolate y caminar conmigo de la mano y decir en voz alta cuánto me ama para reírnos después de lo absurdo del asunto (aunque realmente sí nos amamos), para decir la palabra “criada” más de cinco veces por minuto de la forma más despectiva posible (el uno al otro, obvio… y a alguna que otra criada que va pasando).
lunes, septiembre 15
domingo, septiembre 14
Ojos azul Z
La desventaja de hablar sólo dos idiomas contra alguien que habla mas de tres (incluyendo los dos que yo hablo) ocasiona una inseguridad bastante bien llevadera sólo por contemplar los ojos que se robaron los colores del cielo (y que hablan más de tres idiomas). Cualquier cosa que yo pueda decir es comprensible. Los ojos pueden hablar y hablar sin que yo entienda una sola palabra (a menos que quieran lo contrario). Soy tan vulnerable... tan predecible... tan... bueno, pero qué importan las palabras con unos ojos así delante? (de colores tan mal pintados como los atardeceres que veo todos los días [todas las tardes]). Y aún dormidos, a penas entreabiertos, los azules se escurren por debajo de los párpados dejando al cielo en ridículo. Y yo sólo quiero mirar... nadar en ellos... o volar en ellos... seguir soñándolos y despertarme cien veces en una noche corta para verlos cien veces antes de despertarme por vez definitiva. Sueño en escala de azules.
martes, septiembre 9
As de copas
Es realmente importante poner atención en cuánto y qué estas bebiendo… sobretodo si no sueles tomar alcohol (aunque esta se ha vuelto una frase repetitiva que empieza a perder credibilidad). Tomar en una sola noche aguardiente de orujo, tequila, vodka y ginebra (aunque sea en mínimas cantidades) puede resultar particularmente perjudicial (mas aún si no sueles tomar…), deja tu para la salud (esa como quiera va y viene), sino más bien para dignidad. Vamos, no es que pierdas la dignidad, es sólo que las defensas bajan al mínimo y lo que piensas sale disparado sin pensarlo dos veces (ya resulta bastante difícil pensarlo una sola vez).
Siempre pensé que eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices, y mi exceso de sinceridad me ha enseñado a ser un poco más cuidadosa con lo que digo (o escribo, para el caso) simplemente para no afectar a los demás con lo que pienso de manera no tan positiva.
Las defensas bajas, la cabeza lenta, el tiempo corto… el corazón escupe todo sin dar oportunidad a la razón de entrar en acción… y mira que a veces es importante dejar a la razón que actué, no por nada la mente es una herramienta que hay que aprender a usar pa’ no regarla tan gacho. Y después de eso… no hay disculpa que valga… lo dicho dicho está y no hay más que hacer (y si está escrito es peor, porque hay pruebas que te incriminan [no como lo sólo dicho, que se olvida más fácilmente]).
Nunca se me ha dado el malcopeo… pero siempre hay una primera vez (o segunda… qué son dos o tres veces en una vida). Y lo único que se me ocurre ahora es pedir disculpas y prometer no volverlo a hacer. No es arrepentimiento, es un intento de reestructurar la dignidad ligeramente dañada y componer un poco cualquier desperfecto ocasionado. Digo, finalmente el oyente (o lector) tenía que saberlo de alguna manera.
Un sincero "lo siento" (también tiene que saberlo, así que queda escrito).
Siempre pensé que eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices, y mi exceso de sinceridad me ha enseñado a ser un poco más cuidadosa con lo que digo (o escribo, para el caso) simplemente para no afectar a los demás con lo que pienso de manera no tan positiva.
Las defensas bajas, la cabeza lenta, el tiempo corto… el corazón escupe todo sin dar oportunidad a la razón de entrar en acción… y mira que a veces es importante dejar a la razón que actué, no por nada la mente es una herramienta que hay que aprender a usar pa’ no regarla tan gacho. Y después de eso… no hay disculpa que valga… lo dicho dicho está y no hay más que hacer (y si está escrito es peor, porque hay pruebas que te incriminan [no como lo sólo dicho, que se olvida más fácilmente]).
Nunca se me ha dado el malcopeo… pero siempre hay una primera vez (o segunda… qué son dos o tres veces en una vida). Y lo único que se me ocurre ahora es pedir disculpas y prometer no volverlo a hacer. No es arrepentimiento, es un intento de reestructurar la dignidad ligeramente dañada y componer un poco cualquier desperfecto ocasionado. Digo, finalmente el oyente (o lector) tenía que saberlo de alguna manera.
Un sincero "lo siento" (también tiene que saberlo, así que queda escrito).
lunes, septiembre 8
sábado, septiembre 6
El sueño de Armoise
Soñaba Armoise, sirena de largo rojo pelo rojo y muy rizado, que estaba en una pecera muy grande en un quinto piso. Soñaba con cabelleras enredadas, con besos con gusto a vino tinto, con palabras divinas que se hacían susurros, con nubes blancas que estaban por llegar y con luz que lo inundaba todo… Despertó sobresaltada porque la cremallera de su larga cola de pez se le había atorado en una escama cerca del ombligo y le lastimaba. Buscaba apresurada en el buró algo con qué secarse una única y prudente lagrima que el suceso le había ocasionado, cuando descubrió contrariada que su caja de kleenex-alga (que recordaba perfectamente haber dejado en su sitio, porque Armoise es muy pero muy obsesiva con ese tipo de cosas) había desaparecido misteriosamente durante su sueño. Decidió no darle más importancia al asunto y, después de arreglar la cuestión de la cremallera y el ombligo, volvió a prisa a dormirse para llegar justo a tiempo para el desayuno.
jueves, septiembre 4
Indiscutiblemente cielo
Una tarde de cielo mal pintado coloreaba el mar que cada vez se queja mas por la huida ineludible del verano. Como el trabajo se escapa detrás de los turistas, es bastante el tiempo que me queda para observar las pinceladas que escapan para los que tienen mucho trabajo (que no tienen tiempo de mirar pa’ arriba pues). En el grandioso (ironía total) horario que se le ocurrió a alguno de mis jefes, el miércoles está marcado que trabajo de dos a siete y de nueve a doce, así que en mis dos horas de ocio total me senté en la arena a observar cómo Lorenzo se iba a la cama. Hubiera querido tomar una foto, pero estaba demasiado embelesada por el cielo como para ir a buscar el celular (además no hubiera salido nada bien la foto). Pero lo más próximo a lo que hubiera fotografiado sería algo así: allá lejos dónde se acaba el mar, de color azúl (sin acento) marino oscuro, empieza el cielo de color azul grisáceo acielado. Un poquito más arriba a penas se alcanzan a ver unas nubes muy bien perfiladas (como las que dibujaría un niño [o Alan cuando se burla de mi firma y le pone nubes]) de color blanco cieloso agrisado, pero si no te fijas bien no se ven. Unos milímetros más arriba (no sabría calcular la distancia si no fuera en la foto) empiezan unas pinceladas gruesas de color blanco blanco, pintadas a lo loco y difuminadas con el dedo, en un fondo cielo azul cielo intenso, bordeadas con crayolas de color anaranjado y arosado que le dan al resto del fondo un resplandor como de filtro de lente de cámara, de esos que hacen las fotos más cálidas. Del lado izquierdo (ya fuera de la foto [porque no es panorámica]) hay unas manchas de color violeta, como si Dios (quién más habría pintado eso tan imposible?) hubiera limpiado el sobrante de pintura de la brocha ahí (una mezcla de todos los colores de la paleta del pintor).
Si yo lo hubiera pintado habría parecido innegablemente irreal, pero va Dios, hace de las suyas… y se ve un cielo tan… indiscutiblemente cielo.
Qué rico es mirar arriba y no perderse los detalles justo antes de que el pintor borre todo (o lo pinte de negro [salvo algunos puntos… y una gran bola blanca]) para empezar de cero mañana otra vez.
Si yo lo hubiera pintado habría parecido innegablemente irreal, pero va Dios, hace de las suyas… y se ve un cielo tan… indiscutiblemente cielo.
Qué rico es mirar arriba y no perderse los detalles justo antes de que el pintor borre todo (o lo pinte de negro [salvo algunos puntos… y una gran bola blanca]) para empezar de cero mañana otra vez.
miércoles, septiembre 3
Que me frene el golpe
Tenía diez años cuando aprendí a andar en bicicleta. Nunca antes hubo tiempo para enseñarme (o bicicleta para el caso). Era una idea que me obsesionaba. Veía a los niños por la calle pedaleando y me daba una envidia… Soñaba con tener mi propia bicicleta y andar por todas partes con el viento soplándome en la cara. Era mi ideal de libertad, lo que los grandes sabían hacer y yo no. Lo peor era ir creciendo y ver a niños más chicos que yo en sus bicicletas… sin rueditas de apoyo!!! Existieron varios intentos de enseñarme con una bicicleta que me prestó mi dentista (que era mi vecino… primero mi dentista), pero era tan grande (la bici) (bueno, mi dentista era grande también) y el jardín de mi casa tan pequeño (aprender en la calle era demasiado peligroso según mis papás) que fue una tarea infructífera y lo único que conseguí fueron raspones, moretones y decepciones, pensando que nunca crecería lo suficiente para independizarme en una bicicleta.
Resultó que en Ramil, el pueblo de mi papá, había una bicicleta desvencijada que, además de carecer de frenos, le faltaban las cámaras de las llantas, o sea que prácticamente rodaba en el metal pegado a los radios. Una verdadera chulada pedalear ese trasto. Se me antojaba demasiado… y es que estaba tan rota que no la podía poner peor aunque me cayera. Así que un buen día tomé la decisión de aprender por mis propios medios a andar en bicicleta. Me monté en ella y antes de que pudiera poner los dos pies en los pedales, ya iba rodando calle abajo por el pueblo. No hizo falta que pedaleara siquiera. Yo iba agarrada al volante con todas mis fuerzas (y gritando con todas mis fuerzas) con el viento soplándome en la cara y tratando de mantener el equilibrio, mientras buscaba en mis archivos mentales una forma inofensiva de frenar, cuando, antes de encontrar el archivo faltante, me estrellé limpiamente contra la pared de la casa al fondo de la bajada (que conectaba el norte con el sur del pueblo) de Ramil, el pueblo de mi papá. Regresé tan orgullosa a la casa de mis abuelos… apoyándome en la bicicleta para caminar, con sangre en la nariz y con una sonrisota de victoria en la cara. No me había caído!!!, vamos… no hasta que me frenó el golpe. Yo sola anduve en bicicleta (unos quince metros por lo menos). Meses después me comprarían mis papás una bicicleta azul (hermosa… muy, tan hermosa…) en Portugal (que era más barato todo, según ellos [no podría asegurarlo]) y ya aprendería más en forma y con más calma a pedalear. Sin exagerar, uno de los más grandes logros de mi vida. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que sigo aprendiendo así, lanzándome hasta que me frene el golpe, y aunque la mayoría de las veces duele, la satisfacción que queda al saber que al final lo hice yo sola no se compara con nada (más que con el viento soplándome en la cara cuando ando en bicicleta). Se llama libertad.
Resultó que en Ramil, el pueblo de mi papá, había una bicicleta desvencijada que, además de carecer de frenos, le faltaban las cámaras de las llantas, o sea que prácticamente rodaba en el metal pegado a los radios. Una verdadera chulada pedalear ese trasto. Se me antojaba demasiado… y es que estaba tan rota que no la podía poner peor aunque me cayera. Así que un buen día tomé la decisión de aprender por mis propios medios a andar en bicicleta. Me monté en ella y antes de que pudiera poner los dos pies en los pedales, ya iba rodando calle abajo por el pueblo. No hizo falta que pedaleara siquiera. Yo iba agarrada al volante con todas mis fuerzas (y gritando con todas mis fuerzas) con el viento soplándome en la cara y tratando de mantener el equilibrio, mientras buscaba en mis archivos mentales una forma inofensiva de frenar, cuando, antes de encontrar el archivo faltante, me estrellé limpiamente contra la pared de la casa al fondo de la bajada (que conectaba el norte con el sur del pueblo) de Ramil, el pueblo de mi papá. Regresé tan orgullosa a la casa de mis abuelos… apoyándome en la bicicleta para caminar, con sangre en la nariz y con una sonrisota de victoria en la cara. No me había caído!!!, vamos… no hasta que me frenó el golpe. Yo sola anduve en bicicleta (unos quince metros por lo menos). Meses después me comprarían mis papás una bicicleta azul (hermosa… muy, tan hermosa…) en Portugal (que era más barato todo, según ellos [no podría asegurarlo]) y ya aprendería más en forma y con más calma a pedalear. Sin exagerar, uno de los más grandes logros de mi vida. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que sigo aprendiendo así, lanzándome hasta que me frene el golpe, y aunque la mayoría de las veces duele, la satisfacción que queda al saber que al final lo hice yo sola no se compara con nada (más que con el viento soplándome en la cara cuando ando en bicicleta). Se llama libertad.
lunes, septiembre 1
Estas pláticas...
... de politica catalana me aburren un poco... "no es lo que habíamos acordao"... Pero qué buena cena, por Dios!
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