The past is a foreign country. They do things differently there.

jueves, octubre 30

Cuando Maru efervesció

La Luna, que me seguía a todas partes, iluminaba sólo justo encima de mí, como un cenital. También bañaba de una luz azulosa a Maru, pero yo no me daba cuenta porque estaba detrás de mí (o más bien, yo la veía, pero mi yo del sueño no, porque Maru estaba detrás de ella). Todo lo demás (lo que no éramos Maru y yo) estaba perdido en la noche. Era casi como si sólo nosotras viviéramos de día, y unos centímetros más allá estuviera la noche que nunca llegaba para las dos (porque la Luna me seguía a todas partes).
Con los pies hundidos en arena amarillosa (o amarillenta) y blanda, que se movía cada vez que las olas bordaban su encaje blanco alrededor de mis tobillos, observaba lo negro tratando de distinguir dónde el mar y el cielo eran dos y no uno. Estaba completamente en paz.
Maru, desde atrás, me llamó con el pensamiento y yo voltee. Extendió el brazo y en la mano tenía una pistola (sí, una pistola, de las que disparan). Sonrió y me pidió que la matara… Yo devolví la sonrisa, estiré el brazo y tomé la pistola junto con ella (las dos sosteníamos la pistola [pero apuntando en su dirección]). Disparé, sin preguntar el porque de tan violenta decisión, disparé. Sin pensar si sólo se trataba de una broma, disparé. Maru empezó a desvanecerse (como quien se desmaya [o resetea, en la fila de las palomitas de Cinemex, por ejemplo], pero cayendo muy despacito), como esos edificios en los que ya no hay nada ni nadie y les ponen bombas en los cimientos para tirarlos (van cayendo desde abajo, muy derechitos) y hacer otros nuevos donde haya vida otra vez. Cuando nuevos centímetros de Maru iban tocando el agua, se deshacían como un Alka Seltzer en medio vaso de agua. Y Maru efervesció completita (incluida la pistola en su mano)… (y nadie se la iba a tomar para el dolor de cabeza) iluminada azulosamente por mi Luna (con forma de Alka Seltzer).
Salí del agua eferveciente y entre al cuarto de Maru (extrañamente, ordenado). Vi sus cosas (que sólo son sus cosas en el sueño)… (supe que eran suyas porque encontré un cepillo para el pelo que no podía ser de nadie más). La extrañé. Deseé que fuera feliz, que encontrara la paz (efervesciente paz) en las profundidades marinas en dónde ahora nadaba en pequeñas partículas.
Es la última vez que ceno ternera (chuletón que trajo mi papá expresamente de la granja de mis padrinos y que, insistió, era para la cena). Necesito un Alka Seltzer.

martes, octubre 21

Lodo hasta las rodillas

Son las dos de la mañana y no puedo dormir. Dando vueltas en la cama y aburrida de contar ovejas (generalmente me funciona), mi mente vaga buscando algo más original. Rondando por grandes salones llenos de archiveros, se decide por uno, mas bien pequeño, que dice en una plaquita metálica con letras negras: “Memorias Significativas”. El cajón se abre y tomo el primer documento que mágicamente trae una imagen que me envuelve trescientos sesenta grados: mosaicos en distintos tonos de verde. Creo que es el primer recuerdo de mi vida. Tal vez de alguna manera hasta ese momento aparecí dentro de mí. Ahí empezó la película. “Universal Pictures presenta: Perdona Bonita (así se llamaría mi la película de mi vida)”, en letras blancas sencillas, sobre fondo negro (tipo Woody Allen). Corte a: mosaicos verdes. La imagen no dio más información valiosa para la película, así que tomé el siguiente documento. Una imagen envolvente de un jardín con pasto grueso que se mueve como un “sube y baja” visto de forma lateral. Lo único que se me ocurre es que fuera una imagen de las primeras veces que caminaba en mi vida (y en “Perdona Bonita”), pero no podría asegurarlo. Me di cuenta de que los documentos estaban organizados en forma cronológica. Puede parecer lógico, pero creo que yo los hubiera ordenado por importancia… siendo memorias significativas… (en orden de significancia pues). Me salté un poco más adelante y encontré un escrito manchado de lodo seco. Inmediatamente me rodeó una maya (así, con "y") ciclónica (de esas de alambre grueso y plateado, trenzado en forma de rombos). En mi cuerpecito de seis o siete años, estaba agarrándome con todas mis fuerzas a la maya, suspendida a lo que a mí me parecía un metro de altura (si es que sabía calcular esa distancia [yo medía varios centímetros menos que eso]), tratando de cruzar un enorme lodazal. Estaba en el Centro Gallego. Era domingo y había llovido (lo leí en el papel enlodado). Yo llevaba puesto un vestido blanco, una chaquetita roja y unos zapatos rojos de charol que me acababan de comprar. Obvio, me había subido a la maya para no ensuciar mis zapatos (mi mamá de iba a matar, pensaba). Logré avanzar poquito, pero a menos de la mitad, ya no pude aguantar mas y me solté. Caí de pie en el lodo que me cubría hasta la mitad de la espinilla. No debía ser profundo, pero para mi tamaño lo era bastante. Traté de caminar, pero el lodo era muy espeso y un zapato se me salió al dar el primer paso. Regresé el pie tanteando el fondo, tratando de encontrar el zapato (nuevo y rojo). Lo encontré y trabajosamente volví a meter el pie. Apretando fuerte los dedos de los pies, tratando de alguna forma de sujetar mis zapatos, fui arrastrando penosamente los pies para que el lodo no me los sacara. Después de lo que me parecieron horas (seguro no fueron más de diez minutos), logré salir del lodo y caminé toda sucia a la cafetería a buscar a mi mamá. Tenía mucho miedo de que me fuera a regañar por haberme ensuciado y sentía una vergüenza horrible de que la gente me viera tan sucia.
Cuando encontré a mi mamá, me vio tan angustiada que no me dijo nada. Me llevó inmediatamente al baño, me quitó los zapatos y mis antes blancas calcetas largas. Puso papel en el suelo para que no pisara lo frío, y lavó mis zapatos y calcetas en el lavabo donde se lavan las manos las mujeres. Después los secó con la cosa que echa aire para secar las manos (de las mujeres). Yo observaba a mi mamá sin poder dejar de pensar en el lodo y en la maya ciclónica. Me dio tanta ternura ese documento. Esa imagen. Tan pequeñita yo, tratando de hacer semejante proeza. De esquivar el lodo, en lugar de regresar por donde había venido y dar toda la vuelta para llegar a la cafetería donde estaba mi mamá. Y después mi mamá lavando mis cosas enlodadas. Seguro que ella también sentía un poco de vergüenza en el baño (de mujeres). Y sentí más ternura. Y la extrañé como nunca. Y empecé a llorar. Y mojé mi almohada. Y bajé de la cama enseguida, sin cerrar el archivo, para encender mi computadora y buscarla para decirle que estoy bien. Que estoy tratando de cruzar el lodo, trepada en la maya para no ensuciar mis zapatos nuevos. Que se que podría regresar y dar toda la vuelta. Pero que ese charcote es mío y tengo que llegar al otro lado. Y que tengo miedo. Y que si me caigo al lodo yo voy a lavar mis cosas, como ella lo hizo, poniendo papel en el suelo para no pisar lo frío.
Te adoro mamita linda. Te extraño mamita hermosa. Estoy bien.

viernes, octubre 17

Primeras veces

Encontré este archivo perdido por mis documentos. Lo escribí hace casi un mes...

Hoy he tenido varias primeras veces. Entre ellas, es la primera vez que voy a un concierto masivo de música techno (se supone que el dj es bastante famoso… a mí las tres horas que estuvimos ahí me sonó todo básicamente igual), es la primera vez que veo a alguien meterse coca (yo se, tal vez sueno super ñoña, pero la verdad es que nunca lo había visto… no lo juzgo ni me espanto, sólo me pareció curioso ver a alguien sacar con la llave del coche talco de una bolsita de papel y metérselo por la nariz… definitivamente no me llama la atención), y es la primera vez que renuncio a cumplir un deseo. Hay deseos que llevo manteniendo por años y siempre con la (a veces tonta e innecesaria) esperanza de que se realice el milagro. He deseado tanto que me he convertido en mis deseos. Eso soy, eso es lo que me define: lo que deseo, no hay más. Si lo cumplo o si no lo cumplo en un plazo de tiempo determinado, da igual, yo soy eso que ha de cumplirse algún día. Me evalúo con respecto a los deseos que he formulado y voy subiendo o bajando por la escala de la aprobación que me tengo a mí misma… son casi las siete de la mañana, y llevo quince minutos dormida con la computadora en las piernas…

miércoles, octubre 15

On the radio

Palabras que escucho una y otra vez, con una melodía pegajosa que me acompaña a todas partes resonando en la cabeza, entre el frontal y el temporal (como una caja de resonancia), saliendo por mi boca en voz bajita mientras camino pensando en cualquier cosa, hasta que de pronto todo hace sentido y se encajan las palabras en emociones que me recorren de arriba a abajo (o de abajo a arriba, da igual) poniendome la piel de gallina (o gallo, según el caso), cuando me paro delante de un escaparate y dejo de ver lo que hay mas allá de mi propio reflejo para clavarte en eso (en mi propio reflejo) y en mi boca mientras repito...

...
This is how it works
You're young until you're not
You love until you don't
You try until you can't
You laugh until you cry
You cry until you laugh
And everyone must breathe
Until their dying breath

No, this is how it works
You peer inside yourself
You take the things you like
And try to love the things you took
And then you take that love you made
And stick it into some
Someone else's heart
Pumping someone else's blood
And walking arm in arm
You hope you don't get harmed
But even if it does
You'll just do it all again
...

Me quedo ahí parada, con los ojos lluviosos (ya no son shuviosos), la piel de gallina y una sonrisa atristada. Pensando en Arturo y como me gustaría cantar esa canción con el, y ver su piel de gallo (viejito) y mi piel de gallina mientras cantamos. Y en mi obsesión de siempre, hacer que todo el que conozco escuche la canción hasta que sienta lo mismo que yo, y ver sus pieles chintas y sus ojos lluviosos.

Qué bonito es lo humano, las emociones y los sentimientos aún cuando lastiman. Qué bonita es la música y la capacidad de ponerle palabras, y que juntas pasen sin preguntar por los odios, destapando cosas que no sabías que estaban ahí. Es oficial: me encanta esta canción.

domingo, octubre 12

La banda de los Alis

Llevo tanto tiempo con esto en la cabeza que ya no se si lo escribí o sólo me lo voy repitiendo obsesivamente (como todo en mí) hasta acostumbrarme tanto a las palabras tan concretas que usaría para escribir que me parece demasiado familiar como para no haberlo registrado ya en éste, su humilde blog. Por si no lo he hecho, o lo he hecho escuetamente, comienzo: todos los que trabajan en la cocina del O Pollo son de Pakistán, con excepción de Gary, que es de Filipinas (y que finalmente no es de él de quien voy a hablar [entiéndase escribir]). Por la misma razón, el lector ha de suponer la complejidad de nombres que tiene cada uno, entonces al preguntar con toda la buena onda del mundo a cualquiera de ellos: cómo te llamas?... una palabra incomprensible para el oído acostumbrado a las lenguas latinas, germánicas, o incluso mexicanas tipo náhuatl o mazateco, llega como respuesta, imposible de ser reproducida a la primera, segunda, tercera y a veces cuarta vez… -cómo te llamas? Izsltafarrs…, cómo, perdón? Imzlfratzarz…, cómo dices? IRSZTRLSZAFZ!!!...- Hasta que el pobre pakistaní, cuando le preguntas por cuarta vez: perdón, no te entiendo, cuál es tu nombre?, recurre al ya más que gastado: ALI… ya decía yo que me extrañaba mucho que todos se llamaran igual… Y así surgió la banda de los “Alis”, cuyo centro de operaciones se encuentra situado en la cocina del O Pollo. Tienen un uniforme que los identifica como banda: una camiseta verde con cuello amarillo (que al frente dice O Pollo). Si te topas con alguno, lo que has de hacer inmediatamente es decir: “assalamoe `alaykum” (que se pronuncia mas o menos como: salamuleicam, o sea: hola)… y ya con eso la hiciste, te los echaste a la bolsa y no te verán con malos ojos cada vez que robes una patata frita al pasar por la freidora.
Lo cierto es que los Alis, como me he acostumbrado a llamar a todos los que son de Pakistán, me intrigan muchísimo… están por todas partes. Son los que te venden las cervezas a un euro en la Rambla (diciendo: “cerveza-beer” a todo el que pasa), los que tienen las tiendas abiertas hasta tarde (conocidas como Pakis… digamos que decir “vamos al Oxxo” equivale a “vamos al Paki”); si tienes hambre a las tres de la mañana, no hay opción: empanadas de patata y vegetales del Ali en la calle…
Que todos se llamen Ali me dio tanta ternura, que me hice el propósito de aprenderme el nombre de cada uno, y lo logré… sólo que no sabría escribirlo… y eso me hizo darme cuenta de lo importante que es el nombre. En algún lugar leí que inconscientemente es la palabra favorita de cada persona: su propio nombre… (y la verdad es que me encanta que la gente me llame por mi nombre)… y bueno, si soy capaz de aprenderme nombres en pakistaní, creo que puedo hacer el esfuerzo por aprenderme el nombre de cualquiera (yo que pertenecía al grupo de los que dice: “es que me cuesta tanto trabajo aprenderme los nombres…! De la cara nunca me olvido, pero el nombre…).

sábado, octubre 11

En mi irrefrenable idealización

... de la persona que seguramente no eres, quise leer los mismos libros (tus favoritos) que forman parte de lo que hay en tu cabeza. Compré uno hace más de dos meses, el único que encontré. Lo dejé en mi escritorio. Lo observaba tratando de adivinar qué había detrás del título. Dada mi tendencia obsesiva, busqué frenar lo hasta ese momento irrefrenable y esperar a que la persona que construí con lo poco que conocí se desdibujara lo suficiente para independizar al libro y a su título de quien no eres. Ocurrió. Finalmente independizado, lo leí. Ocho horas seguidas, lo leí. En ocho horas lo acabé. Lo devoré. Lo amé. José Saramago es un dios. "Ensayo sobre la ceguera" es también uno de mis libros favoritos. Hoy compré otros dos (de tus favoritos, innatamente independizados). Gracias, si es que hay que darlas.

Aquí sigo

Una merecida pausa en la escritura, antes continua, en este blog llega por fin a su fin. Lo cierto es que las tres últimas semanas no tuve tiempo para mí (mi tiempo para mí queda siempre manifiesto en este diario no diario) gracias a las visitas de Marco y, casi inmediatamente después, Pamela. De las andanzas de Marco por Barcelona alcancé a escribir un poco, y el paso de Pamela hizo finalmente que me retrasara en el recuento de mis memorias. Hace unos minutos escribía en un mail para mi “open relationship” que es muy reconfortante tener con quien hablar de cosas que normalmente carecen de oído para ser escuchadas o cabeza para ser comprendidas, finalmente Pamela y yo somos tan afines que a veces ni hacen falta palabras para que exista un diálogo entre las dos. Es lindo que dos pares de pies vayan en la misma dirección sin ponerse de acuerdo y se detengan en los mismos lugares sin discordia. No existen discusiones por tardarse mucho en X tienda, ya que las dos siempre queremos entrar a los mismos lugares. Y así fueron los días con Pamplinas, alias el Puerquito. Tranquilidad y paz. Largas caminatas y música que sólo nosotras podemos escuchar.
Ahora en el Baba Cool sólo trabajo yo. Pau es el comodín que va y viene entre el O Pollo y el bar. Alexia está sólo los fines de semana, mismo que espero con ansia para poder platicar con alguien mas (alguien mas que Pau).
El mar está revuelto. El cielo sopla fuerte y casi casi apaga el Sol, que ya no brilla tan fuerte como hace apenas un mes. Hay tráfico en las olas. Los surfistas son realmente los únicos que esperaban este clima ansiosos. Mi pelo los saluda todo alborotado, más chino que nunca (la gente aquí no entiende porque le decimos pelo chino al pelo rizado… si los chinos tienen el pelo lacio… la verdad es que no consigo explicármelo tampoco).
Barcelona me da frío.