The past is a foreign country. They do things differently there.

jueves, agosto 19

Devaneos de contraportada

La vuelta de la última página de Middlesex (de Jeffrey Eugenides) me ha puesto melancólica. En parte porque llevaba meses leyendo ávidamente e intuyo que atravesaré por un dolo -hasta la aparición de un nuevo libro en mis manos- echándolo en falta. Pero también porque me ha dejado en un mood nostálgico. Hoy recuerdo todos esos apresurados adioses, esos que traté de no dar importancia por el típico *odio decir adiós*. Las pérdidas que no lloré, las despedidas mirando al cielo, las palabras que me ahorré para que el corazón hiciera callo. También me llenan la cabeza momentos cotidianos que me hastiaban y que ahora se me vienen a los ojos mientras frunzo el ceño y trago saliva. Veo a mis hermanos de chiquitos, mis papás de jóvenes -más jóvenes-, y yo sonriente de vestido verde y rizos cortos, buscando monedas de bolo en el pasto. Veo todos los lugares en donde he vivido, todas mis habitaciones, todas mis ventanas... la pequeña que estaba encima de mi cama, en donde imaginaba que un vampiro me observaba justo antes de dormirme -y tenía pesadillas de un vampiro me observaba-; la grande que enmarcaba un árbol enorme y tenebroso que me recordaba a Poltergeist; la que daba al jardín-jungla de mi mamá; la que no daba a ninguna parte. Justo en este momento extraño tantas cosas a la vez. A nadie en particular, sólo las sensaciones de estar yo en esos lugares o situaciones. El estar viviéndolo. El tenerlo ahora. Siento como si hubiera vivido veinte vidas desde 1978. Siento que lo he perdido todo y vivo tratando de recordar si en verdad lo tuve, si viví todo lo que tengo en la cabeza, todas esas historias llenas de emoción que ahora vuelve sublimada. Y mientras recuerdo, las cosas que recordar se me acumulan al segundo de vivirlas. Extraño mi infancia, extraño odiar ponerme vestido y subirme a los árboles sin preocuparme si me voy a caer. Extraño no tener asco a los bichos. Extraño mi falta de vergüenza al hablar con extraños. Extraño mi valemadrismo y mi intrepidez. Mi sensibilidad inocente. Mi inocencia a secas. Me extraño viendo a mi mamá en bata regar el jardín. Me extraño escuchando a mi papá silbar en el coche. Me extraño yendo con Javier a la escuela en la pick up destartalada. Me extraño jugando con Ángel a sus extraordinarios juegos inventados, esos que duraban todo el día. Me extraño observando a David de chiquito lanzarse contra las paredes de nuestro cuarto gritando: mamá, Andrea me está pegando!. Y mientras más me rasco más me pica. Y las memorias salen de los archivos dejando un reguero de papeles en el escritorio de la vida en curso. Tengo que parar ya. Hoy el día está nublado. No tengo qué leer.

2 comentarios:

LA QUE SUSCRIBE dijo...

Ah, Middlesex te lleva a muchos, muchos lugares propios, sin duda. Y tu post me ha llevado a recordar la pick up de tu hermano. ¿Era roja? Recuerdo que te iba a recoger de vez en vez a la escuela y para todas era como... ohhhhh, su hermano. Jajaja. Un abrazo. (Prueba leer Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro. Sospecho que puede gustarte).

La Currello dijo...

No sientes, cada vez que terminas un libro que te parece buenísimo, que ningún otro libro volverá a hacerte sentir lo mismo?
La camioneta era blanca, la destartalada, pero creo que también hubo una azul y una café... no estoy segura de si una roja también... La blanca -sube pelayo, sube-, me parece que fue antes de que nos conociéramos.
Gracias por las recomendaciones -voluntarias e involuntarias-. Buscaré a Ishiguro.