The past is a foreign country. They do things differently there.

domingo, abril 19

Se acabó la manzanita...

nada de pila cruzada por el rayo, ni siquiera el iPod con cara triste… Por más “hold” va y viene, seguido de “menu” y “select” al mismo tiempo, nada… mi querido iPod murió. El mismo que me regaló Pedro Armendáriz (argumentando que para eso era mi “padre”) cuando me robaron el primero que tuve en Vilolinista en el Tejado. Ya lo conecté a la compu, ya directo al enchufe, pero nada de nada… “tiiiiiiiiiiiii…”… RIP… ¿Qué hace una adicta al iPod en casos como este? ¿Con qué cara buscar más horas extras de trabajo para juntar pa’ un iPod touch (o ya que andamos de modernas, un iPhone) con tanta hambre en el mundo? ¿Cómo fue que me apegué tanto a la tecnología? ¿Cuándo empecé a responder a la famosa pegunta “si te fueras a una isla desierta blah blah blah…”: mi iPod? Largo trayecto en Nitbus a las tres de la mañana sin escuchar música. El eterno soundtrack de mi vida se ha visto reemplazado por los sonidos de la vida real. Difícil conciliar el sueño sin las olas fake susurrándome desde las bocinas hasta que me las creo.
Vivió una larga y fructífera vida. Lo arreglé un montón de veces, incluso lo operé, abriéndolo con el máximo cuidado con una plumilla de guitarra, metiendo primero una tarjeta del plomero (para ajustar el disco duro) y posteriormente (en una segunda operación) un posavasos. Veinte gigas perdidos. Horas creando playlists… “chidas en español”, “viejitas de mucho” (esa es por Pamplinas ja), “buenas para bailar”, “las de Alan”… todo encerrado en la cajita blanca sin manera de recuperarlo
Me urge un centro de reparación autorizado.

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