The past is a foreign country. They do things differently there.

jueves, abril 23


La leyenda dice que en Montblanc vivía un dragón muy malo que sólo era feliz comiendo gente. Si no le daban de comer se ponía tan enojado que lo rompía todo, así que entre todos los habitantes se hacía un sorteo para ver quién sería el desafortunado sacrificado en turno. Ocurrió un día que el papelito que sacó la mano santa fue el de la hija del rey y cuando el dragón se relamía los bigotes a punto de merendársela, llegó un forro de caballero con armadura reluciente, llamado Jordi (mi nombre es Jordi, Sant Jordi), y le clavó su espada (al dragón), terminando así con el dolor de cabeza del pueblo y la alta tasa de mortandad. Resultó que de la sangre del dragón nació un rosal, fruto del amor entre el caballero y la princesa, así que en Catalunya Sant Jordi es el santo de los enamorados y hoy se celebra su día en una gran fiesta de rosas y libros (las rosas por lo del rosal, los libros no lo se, pero es lindo).
Así que feliz Sant Jordi mis queridos y queridas. Que sus vidas estén llenas de amor, caballeros, princesas, flores y libros, ¿qué más hace falta?.

domingo, abril 19

Let the right one in

No me gustan las películas de miedo. Creo que ví demasiadas en mi algo enferma-de-ira pubertad, lo cual dejó secuelas por poco irreversibles en mis noches de insomnio. Así que prefiero saltármelas. Pero hoy, gracias a mi amigo Pep (el catalán, como yo le digo), primero comensal del Dos Trece y presentemente mi compañero de paseos por Gracia y películas en versión original, una de miedo forma parte de mis películas favoritas: Låt den rätte komma in.

Centro de reparación no autorizado. Próxima inauguración!

Y sí... lo reparé de nuevo. Pensé que llevar el iPod al doctor y que al abrirlo encontraran un posavasos no iba a ser muy nice, así que lo abrí por tercera vez para sacar lo que no estaba de fábrica. Fue entonces cuando se me ocurrió meter una propaganda de yoga que tenía a la mano (además de la tarjeta del plomero y el posavasos) y ver qué pasaba. Oh si. Vuelvo a caminar con ritmo. Yeah!

Se acabó la manzanita...

nada de pila cruzada por el rayo, ni siquiera el iPod con cara triste… Por más “hold” va y viene, seguido de “menu” y “select” al mismo tiempo, nada… mi querido iPod murió. El mismo que me regaló Pedro Armendáriz (argumentando que para eso era mi “padre”) cuando me robaron el primero que tuve en Vilolinista en el Tejado. Ya lo conecté a la compu, ya directo al enchufe, pero nada de nada… “tiiiiiiiiiiiii…”… RIP… ¿Qué hace una adicta al iPod en casos como este? ¿Con qué cara buscar más horas extras de trabajo para juntar pa’ un iPod touch (o ya que andamos de modernas, un iPhone) con tanta hambre en el mundo? ¿Cómo fue que me apegué tanto a la tecnología? ¿Cuándo empecé a responder a la famosa pegunta “si te fueras a una isla desierta blah blah blah…”: mi iPod? Largo trayecto en Nitbus a las tres de la mañana sin escuchar música. El eterno soundtrack de mi vida se ha visto reemplazado por los sonidos de la vida real. Difícil conciliar el sueño sin las olas fake susurrándome desde las bocinas hasta que me las creo.
Vivió una larga y fructífera vida. Lo arreglé un montón de veces, incluso lo operé, abriéndolo con el máximo cuidado con una plumilla de guitarra, metiendo primero una tarjeta del plomero (para ajustar el disco duro) y posteriormente (en una segunda operación) un posavasos. Veinte gigas perdidos. Horas creando playlists… “chidas en español”, “viejitas de mucho” (esa es por Pamplinas ja), “buenas para bailar”, “las de Alan”… todo encerrado en la cajita blanca sin manera de recuperarlo
Me urge un centro de reparación autorizado.

viernes, abril 10

"La Energía Espiritual

fluye a través del control consciente de los seres que poseen la libertad de actuar del modo que desean."

Galletas Marías remojadas en Quick

Se ha convertido en mi cena favorita. Cuatro de la mañana después de trabajar. Escucho las olas de fondo (saliendo de mis mini bocinas). Me debato entre seguir escribiendo y comer otra galleta… (me como otra galleta)… El antojo pudo más.
Después de comerme una María más, reflexiono en los últimos dos meses. Una verdadera revolución. Sin quitarle mérito a ninguna estación de mi vida, me parece que ha sido una de las etapas de mayor concentración emocional, mental y desmadrosal de mi complejo existir. Todo lo vivido últimamente me ha hecho tan flexible que soy capaz comerme un yogurt después de la fecha de caducidad o dejar abierto un paquete de galletas y seguírmelo comiendo medio rancio días después (los que me conocen saben lo atípico que es eso en mí). Me pasé varios “yo nuncas”… (una galletita más)… por el arco del triunfo, conocí a más gente que en los dos últimos años (sí, le estoy echando un poco de chispa), nunca salí tanto de fiesta… difícilmente podría resumir mi etapa Dos Trece en un párrafo. Conocí a personas tan libres! Compañeros de trabajo que un abrir y cerrar de ojos rebasaron la barrera del compañerismo para dejar paso a una complicidad espontánea que crecía día a día. Amigos que me abrieron la puerta, que me apapacharon, que me hicieron sentir parte de algo, que me pintaron sonrisas, que me hacían cantar… De verdad que me lo pasé tan bien… Y bueno, hay ciclos que se terminan antes de lo que uno quisiera, pero definitivamente terminan en donde deben, aunque a veces duela. Hay que saber decir adiós con una sonrisa y agradecer lo vivido.
Ahora trabajo en el Princesa 23. Un restaurante bar muy requeteconocido en Barcelona. Mucho trabajo y nuevos compañeros por conocer. Hoy fue mi primer día y aún me siento fuera de lugar, pero dentro de poco seguramente estaré como pez en el agua.
Desde mi cumpleaños he estado pasando por una racha de altibajos emocionales. Tan voluble como los días en México. De la euforia paso a la tristeza para después tener un arranque de alegría porque voló la mosca. Soy una versión exaltada de mí misma. Un péndulo. Quisiera poder quedarme un poco en el centro, o por lo menos no oscilar tanto y tan violentamente. Ojala que pronto deje de llover y el Sol se anime a brillar con fuerza de una vez.