The past is a foreign country. They do things differently there.

viernes, marzo 13

La Shelby del '41

A las seis de la mañana, el Bicho dio un salto librándose de las sábanas y se puso la misma ropa del día anterior. Corrió al estudio y contempló su bicicleta nueva: una Shelby verde del cuarenta y uno. Curiosamente la encontró en una plomería a dos cuadras de su casa hace tres días, colgada con un signo de pesos rogándole que la comprara.

Sin pensarlo dos veces bajó los tres pisos del viejo edificio con el artefacto a cuestas. Se puso a pedalear desde el pasillo y salió apresurado al tráfico del Circuito Interior esquivando los coches con maestría. Pasó por todos los colores del mercado de Pachuca a gran velocidad, saboreando los olores de las garnachas matutinas en espera de los hambrientos de desayuno. Cruzó por la avenida Chapultepec y casi sin darse cuenta ya estaba en Reforma. Bajó la velocidad y se subió a la acera para ver de cerca la exposición de fotos en las rejas verdes del bosque de Chapultepec. El vía crucis de Iztapalapa siempre lo ha impresionado. Cristos sangrantes con cara de indio y una cruz a cuestas. Niños vestidos de romano del mercado de Sonora en actitud marcial. Marías y Magdalenas autóctonas llorando por el auto impuesto sufrimiento del que no es su hijo. En eso estaba, cuando un ruido en su estómago lo hizo pedalear raudo hasta el Ángel de la Independencia. Nada como un desayuno frente al Sanborns en la esquina de Salamanca: torta de tamal de dulce y un champurrado bien caliente para pasársela. Con la barriga llena y las fuerzas renovadas, llegó hasta el Caballito de Sebastián, y dio un giro violeto y sin avisar a la derecha. – ¡Cafre! -, le gritó la Suburban que casi lo atropella. Dando un salto apoyado en la ruda de atrás, subió al camellón y se saltó el semáforo en rojo sorteando peatones vestidos de traje, para luego detenerse en seco justo en la esquina de la calle Juárez.

Cientos de montoncitos de periódicos y revistas esperan pacientes, formados en cuadrícula justo en la esquina de la información. Los repartidores hacen cola para cargar sus bicicletas de noticias, y el Bicho, sonriente, no está muy seguro de qué hace ahí, faltando de nuevo a clases, como en los últimos tres días.

sábado, marzo 7

Bizarro

La llave no abría. Una de dos: o tenía truco o no era la llave. Testarudamente opto por la primera (de cualquier forma no hay otra a la vista). En toda mi experiencia abriendo puertas he acumulado un montón de mañas: meter la llave despacito, decirle cosas bonitas, empujar la puerta justo al darle la vuelta a la llave, jalar la puerta justo al darle la vuelta a la llave… intenté todas, incluso improvisé… pero nada. Y es que finalmente no era la llave… tan fácil como eso. Una hora de mi vida… y no era la llave. Yo sabía que no era la llave y aún así seguí intentando. Podría haber estado cinco horas más y la puerta hubiera seguido ahí parada, muerta de risa. A lo que voy es que no importa cuánto trates de abrir la puerta si la llave que tienes en la mano no corresponde con la cerradura. Pero lo más chingón es que la puerta finalmente se abrirá porque alguien tiene la llave y necesariamente, tarde o temprano (seguro más temprano que tarde), tendrá que pasar por ahí, si no pa’qué tiene la llave? Estas de acuerdo?
Vuelvo al cielo. No los hay como en Barcelona. Un azul celestial. El contraste con la arena de la playa es como para ponerte a llorar. En la barra del Baba Cool, ¿por qué no?, Javier Bardem tomándose una botella de agua y Andrea un café con leche. La playa llena de gente con la chamarra puesta y gafas oscuras. El tímido sol apenas empieza a quitarse el abrigo.
Me monto en la bicicleta y pedaleo a ritmo de Regina Spektor, esquivando peatones en pleno paseo dominical (es sábado, pero decir “sabadal” o “sabadero” no ilustra tan bien la actitud peatonal del día). Agradezco los colores y digo: “no mames, qué colores!”, pero ni yo misma me escucho porque Regina me va cantando al oído.
La vida tiene un sentido del humor espectacular. ¿Cuándo aprenderemos a aflojarnos la corbata?. Nada es tan serio como parece. Nada. Si fuéramos capaces de aceptar el momento tal y como es, alcanzaríamos la perfección. Dejar de forzar la cerradura y estar alerta. Sonreír por lo que es y lo que no fue. Porque al final todo es perfecto como es. Porque la vida tiene colores maravillosos. Porque nada es lo que parece. Porque tardé sólo veinte minutos en llegar a casa y me reí de la broma.

viernes, marzo 6

Los caminos desaparecieron

Los primeros en darse cuenta fueron los de encima del lugar. Llevaban una semana sin resultados algo alentadores. La señora Amparo, a pesar de sus manos artríticas, había terminado con el filo de sus mejores herramientas, incluyendo la azada más nueva y el cuchillo de cocina que guarda en el cajón de lo filoso. Todos sus esfuerzos fueron malogrados.

Después de tanta lluvia, no había voluntad humana que lograra hacer retroceder a la maleza que se comía los caminos a grandes bocados. Cada hoja cortada, cada rama herida, volvía a brotar a las pocas horas con más impulso y frondosidad que antes. Ni siquiera se presentían los caminos detrás de tanta espina feroz que inundaba lo que antes conducía a las granjas, a la fuente o a la iglesia.

La noticia llegó con cierto desfase a los de en medio del lugar. Las vacas de la señora Herminda llevaban varias semanas sin querer salir de paseo por no mojarse las patas y yacían echadas perezosamente en la oscura cuadra, tiradas a la buena vida y espantándose las moscas. Cuando acabaron finalmente con la paja de reserva y no quedó mas remedio que buscarse el pan (o el pasto en este caso), no fueron capaces, con toda su sabiduría animal, de encontrar el camino a sus prados favoritos, porque la hierba mala lo había inundado todo.

Los del fondo del lugar, con tanto alboroto causado por la llegada de la única radio al pueblo, curiosamente la última entrega del cartero cuando aún habían caminos, no se enteraron de la emergencia hasta que no tuvieron más remedio. Don Luginio trató en balde, él solo, mientras los demás escuchaban las noticias de los problemas de cualquier otra parte, de librarse de la maraña espinosa cuando intentaba llegar a la fuente; pero cada paso cortado, cada metro limpiado, se convertía en por lo menos dos o tres de nueva espesura amenazante que le llegaba cuatro palmos arriba de la cabeza (y mira que el Señor Luginio es alto). Y así, los de arriba, los de en medio y los de abajo del lugar, se quedaron indiscutiblemente aislados del resto, de los de afuera del lugar.

Don David, del fondo del lugar número once, fue elegido alcalde, cabe decir que muy en contra de su voluntad, por ser el único que recibía noticias de afuera a través de su radio. Recaía en él tanta responsabilidad no deseada que, a la menor provocación, cambió su preciado artefacto vociferante por media docena de huevos que Doña Julia, de en medio del lugar número dieciseis, de muy buena gana, le ofreció a cambio del poder. “Mi reino por media docena de huevos”. Mas no habían pasado ni tres días cuando la insistencia de los vecinos porque se limpiara lo que solía ser el camino que llevaba al pozo, orilló a Doña Julia a ofrecer a la señora Herminda, de encima del lugar número veintitrés, el tan admirado radio rojo de bolsillo a cambio de no menos de dos litros de leche de sus vacas (antes perezosas y ahora hambrientas).

La señora Herminda, nueva alcaldesa y dueña de la única piedra de afilar existente en este desamparado pueblo (y ahora de la única radio también), pasaba los días afilando toda clase de artilugios a los que se pudiera sacar filo, no sólo cuchillos o tijeras, expresamente producidos para este fin, sino que hasta las cucharas, tenedores y agujas de tejer se enfrentaban valientemente a la mala hierba en manos de los resueltos vecinos. Con sus deberes de alcaldesa-afiladora y el cuidado de vacas convertido en mero pasatiempo, la señora Herminda se cansó de tanto compromiso sobre sus espaldas y ofreció su radio poderosa, junto con la piedra de afilar (que en menos de un mes había reducido su volumen a la mitad) y la alcaldía, a Don Pepe, de en medio del lugar número dos, a cambio de algo más de tres fardos de paja (lo que pudo conseguir).

El ayuntamiento siguió cambiando por lo menos cada tres días de lugar (o de calle), de arriba abajo y de abajo a arriba, siguiendo a la radio roja que de mano en mano aumentaba su valor, aún cuando con la sequía murió la mala hierba y montones de artificios de punta roma quedaron amontonados en las casas de arriba, de en medio y de abajo del lugar.

Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia...

Y bueno…

... he estado pensando en cambiar el titulo de este blog por: “Andrea no parla… at all” (o no escribe, para el caso). Es que hay épocas para todo, no? Lo curioso es que cuando no sucede mucho es cuando más escribo, y cuando tengo un montón de cosas que contar, estoy tan ocupada viviéndolas que pensar en escribirlas es un verdadero vía crucis.
En el último mes han pasado muchas cosas. Pongámonos al corriente pues. No profundizaré mucho porque no acabo nunca, así que enumeraré en frases cortas (un real esfuerzo para mí) lo que ha ido sucediendo:
Trabajo en el Dos Trece, un restaurante-bar, con mucha onda, que está en el barrio de el Raval. Me llevo suuuuuper bien con todos. Ya escribiré un post para contarles de mis compañeritos de trabajo, que bueno… ya son más amigos que otra cosa. El ambiente está poca madre y lo mejor es que nadie se hace güey con el trabajo. El detalle es que, por el horario, de siete a cierre (que puede ir desde las dos hasta las cuatro de la mañana), se presta para seguir la fiesta por ahí hasta que el sol está bien presente. Pero bueno, me doy chance porque es algo que nunca había vivido.
Fui a Madrid a audicionar para Mamma Mia!. La primera audición era de baile, con lo cual… no pasé a la siguiente, ja. Ciertamente el baile no era nada difícil, con unos quince minutitos más de practicarlo hubiera estado lista para dar función, pero como casi todas eran bailarinas… bueno, no pasé a la audición de canto pues, je. Pero el viaje valió mucho la pena porque estuve mis dos buenos días con el Bicho (mi hermano), que está estudiando allá. Me la pasé muy bien. Fuimos a lugares muy lindos y al cine dos veces. Salimos con el pato frito (mi prima), que siempre es un gusto verla. Me quedé en un hotel muy coqueto (que por cierto, el dueño vino muy espantado a preguntarme si estaba bien cuando me escuchó vocalizar, je).
Dejé las clases de catalán (por el momento) porque me resultaba imposible levantarme a las siete de la mañana (cuando probablemente aún no me había acostado siquiera).
Grabé un corto en donde hacía de “mujer de la vida fácil”, jejeje. Lo sufrí porque pasé mucho frío (escasa de ropa en pleno invierno vendiendo mi amor… not funny). Pero estuvo divertido ☺
Mis clases de escritura terminan la próxima semana (qué voy a hacer ahora?!, quién me va a obligar a escribir?!). En el siguiente post pondré lo último que escribí.
Pfff… se suponía que no me iba a extender mucho. Termino ya. Dejo besos para quien los lea.